miércoles, 20 de abril de 2011

Dante, fervor de Borges...

Paul Claudel ha escrito en una página indigna de Paul Claudel que los espectáculos que nos aguardan más allá de la muerte corporal no se parecerán, sin duda, a los que muestra Dante en el Infierno, en el Purgatorio y en el Paraíso.
En primer término, vemos en esta observación una prueba de la intensidad del texto de Dante, el hecho de que una vez leído el poema y mientras lo leemos tendemos a pensar que él se imaginaba el otro mundo exactamente como lo presenta. Fatalmente creemos que Dante se imaginaba que una vez muerto, se encontraría con la montaña inversa del Infierno o con las terrazas del Purgatorio o con los cielos concéntricos del Paraíso. Además, hablaría con sombras (sombras de la Antigüedad clásica) y algunas conversarían con él en tercetos en italiano.
Ello es evidentemente absurdo. La observación de Claudel corresponde no a lo que razonan los lectores (porque razonándola se darían cuenta de que es absurda) sino a lo que sienten y a lo que puede alejarlos del placer, del intenso placer de la lectura de la obra.
Para refutarla, abundan testimonios. Uno es la declaración que se atribuye al hijo de Dante.
Dijo que su padre se había propuesto mostrar la vida de los pecadores bajo la imagen del Infierno, la vida de los penitentes bajo la imagen del Purgatorio y la vida de los justos bajo la imagen del Paraíso. No leyó de un modo literal.
Tenemos además, el testimonio de Dante en la epístola dedicada a Can Grande della Scala. La epístola ha sido considerada apócrifa, pero de cualquier modo no puede ser muy posterior a Dante y, sea lo que fuere, es fidedigna de su época.
En ella se afirma que la Comedia puede ser leída de cuatro modos.
De esos cuatro modos, uno es el literal; otro, el alegórico. Según éste, Dante sería el símbolo del hombre, Beatriz el de la fe y Virgilio el de la razón.
La Comedia, que seguimos leyendo y que nos sigue asombrando, que durará más allá de nuestra vida, mucho más allá de nuestras vigilias y que será enriquecida por cada generación de lectores.
Dante no tuvo por qué suponer que lo que él nos muestra corresponde a una imagen real del mundo de la muerte. No hay tal cosa. Dante no pudo pensar eso.
Creo, sin embargo, en la conveniencia de ese concepto ingenuo, ese concepto de que estamos leyendo un relato verídico. Sirve para que nos dejemos llevar por la lectura. De mí sé decir que soy lector hedónico; nunca he leído un libro porque fuera antiguo. He leído libros por la emoción estética que me deparan y he postergado los comentarios y las críticas. Cuando leí por primera vez la Comedia, me dejé llevar por la lectura. He leído la Comedia como he leído otros libros menos famosos.
Quiero confiarles, ya que estamos entre amigos, y ya que no estoy hablando con todos ustedes sino con cada uno de ustedes, la historia de mi comercio personal con la Comedia.
Todo empezó poco antes de la dictadura. Yo estaba empleado en una biblioteca del barrio de Almagro. Vivía en Las Heras y Pueyrredón, tenía que recorrer en lentos y solitarios tranvías el largo trecho que desde ese barrio del Norte va hasta Almagro Sur, a una biblioteca situada en la Avenida La Plata y Carlos Calvo.
El azar (salvo que no hay azar, salvo que lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad) me hizo encontrar tres pequeños volúmenes en la Librería Mitchell, hoy desaparecida, que me trae tantos recuerdos. Imaginé este modus operandi: leía primero un versículo, un terceto, en prosa inglesa; luego leía el mismo versículo, el mismo terceto, en italiano; iba siguiendo así hasta llegar al fin del canto.
Ya entonces observé que los versos, sobre todo los grandes versos de Dante, son mucho más de lo que significan. El verso es, entre tantas otras cosas, una entonación, una acentuación muchas veces intraducible.
Eso lo observé desde el principio. Cuando llegué a la cumbre del Paraíso, cuando llegué al Paraíso desierto, ahí, en aquel momento en que Dante está abandonado por Virgilio y se encuentra solo y lo llama, en aquel momento sentí que podía leer directamente el texto italiano y sólo mirar de vez en cuando el texto inglés.
Leí así los tres volúmenes en esos lentos viajes de tranvía.


Jorge Luis Borges (1977)

miércoles, 13 de abril de 2011

Felisberto + Sábato + Borges


Felisberto Hernandez escribía "El túnel" a comienzos de la década del cuarenta, cuando se entera que la novela sobre la que trabajaba Ernesto Sábato llevaría el mismo nombre y decide entonces que su cuento se llamaría "Menos Julia".
Sábato al saber de su gesto le manda, dedicada, la primera edición de su novela, editada por Sur en 1943.
Felisberto, le obsequia el libro al poco tiempo a su hija Mabel, que para aquel entonces era profesora de secundaria, con la que compartía el gusto literario. Esta le presta el libro a un colega, admirador de padre e hija, y Mabel no vuelve a ver ni al libro ni al colega. Toda búsqueda posterior resultó infructuosa.
Jorge Artola, que hace 25 años comenzó vendiendo sus libros en una mesa en el parque Villa Biarritz y trasladó su legendario “Patio Biarritz”, referente de los últimos 16años de Pocitos, a la zona del Parque Rodó, hoy “Diomedes”, recibe en el año 2009 a una persona interesada en vender una biblioteca algo deteriorada, ya que sus libros habían padecido desde agua hasta un final poco feliz en manos de un propietario que había perdido la razón.
Artola la compró y allí estaba "El túnel" dedicado. Una valiosísima, y costosa, pieza bibliográfica, que siendo conocedor de la historia, dona sin vacilar a la Fundación.

Charlas entre Sábato y Borges

Entre diciembre de 1974 y marzo de 1975 Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato se reunieron en siete ocasiones para mantener largas conversaciones sobre los más diversos temas. El periodista Orlando Barone fue el responsable de reunir en una serie de extensas charlas a los dos grandes escritores argentinos del siglo XX.


- Borges: No se que escritor dijo: "Las ideas nacen dulces y envejecen feroces"


- Sábato: ¡Hermosa frase! Además son siempre los pensadores los que mueven la historia.


- Borges: Pienso que toda la historia de la humanidad puede haber comenzado en forma intrascendente, en una charla de café, en cosas así, no?


- Sábato: Perdone que me quede tocado por esa frase que usted citó. Recordemos las cosas feroces que se hicieron en nombre del Evangelio. Y las atrocidades que hizo Stalin en nombre del Manifiesto Comunista.


- Borges: ¡Que extraño!... nada de eso a ocurrido con el Budismo.


- Sábato: (Con tono escéptico) Pero digame, Borges, ¿A usted le interesa el Budismo en serio?. Quiero decir como religión. ¿Ó sólo le importa como género literario?


- Borges: Me parece ligeramente menos imposible que el cristianismo. Bueno, quiza crea en el Karma. Ahora, que haya cielo e infierno, eso no. Por un instante las risas se confunden con las palabras. Los dos se divierten ¿Y qué opina de Dios, Borges?


- Borges: (Solemnemente irónico) ¡Es la máxima creacion de la literatura fantastica!. Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imagino la teologia. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica.


- Sábato: Si, pero podria ser un Dios imperfecto. Un Dios que no puede manejar bien el asunto, que no haya podido impedir los terremotos. O un Dios que se duerme y tiene pesadillas o accesos de locura: serían las pestes, las catastrofes....


- Borges: O nosotros (Se ríen). No se si fue Bernard Shaw que dijo: "Dios esta haciéndose"

- Sábato: Es un poco la idea de Strindberg, la idea de un Dios histórico. De todas maneras las cosas malas no prueban la inexistencia de Dios, ni siquiera la de un Dios perfecto.


Usted acaba de insinuar que cree mas bien en los budistas. Si un niño muere, de modo aparentemente injusto, puede ser que este pagando la culpa de una vida anterior. También puede ser que no entendamos los designios divinos, (que pertenecen a un mundo transfinito).

- Borges: Eso coincide con los últimos capítulos del libro de Job.

- Sábato: Pero digame, Borges, si no cree en Dios ¿Por que escribe tantas historias teológicas?

- Borges: Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del genero. - Sábato: Entonces, suponiendo que fuera el Gran Bibliotecario Universal, ese bibliotecario que toda la vida soñó ser. Borges pondría en el primer lugar la Biblia, no?

- Borges: Y sobre todo un libro como Summa Teológica. Es una obra fantástica muy superior a la de Wells. (...)


Otros tres temas que ocupan el centro de estos encuentros son el sueño, la locura y el suicidio, tópicos que, en cierta medida, están conceptualmente relacionados entre sí. La idea de Dios, el amor, el arte de traducir, el tango, el teatro, el cine, la muerte.
No en vano el sueño (o el ensueño) ha sido considerado por ciertos pensadores como una suerte de muerte transitoria, fantasía o mera alucinación, que construye involuntariamente áridos o placenteros territorios imaginarios sin tiempo ni espacio.
En estos lúcidos coloquios que transcurrieron durante cuatro veraniegos meses, Borges y Sábato confirmaron algunas de sus más conocidas discrepancias, aunque coincidieron en temas cruciales vinculados a su quehacer literario.

Sabato evoca a Borges

Cuando todavía yo era un muchacho, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos Aires: en viejas calles de barrio, rejas y aljibes de antiguos patios (...). Más tarde, cuando lo conocí personalmente en Sur, supimos conversar sobre Platón o Heráclito de Efeso, con el pretexto de vicisitudes porteñas. Años más tarde, ásperamente, la política nos separó. Porque así como Aristóteles dijo que las cosas se diferencian en lo que se parecen, en ocasiones los seres humanos llegan a separarse por lo mismo que aman."

Artículo firmado por Ernesto Sabato y publicado en el diario Clarín en 1996.

viernes, 1 de abril de 2011

"El otro", en Cortazar y Borges

"Todo cuanto Borges ha escrito, es digno de leerse y conservarse..."
Alfonso Reyes

Cortazar en su cuento "Una flor amarilla" postula que la inmortalidad humana no se manifiesta en un sólo cuerpo sino que se trata de una sucesión de cuerpos que tienen una vida análoga.
En el relato, al romperse la sucesión con la muerte de "el otro", el hombre se percata de que es mortal. El único mortal.
En principio le agrada conocer que se extinguirá su vida miserable. Que será nada. Su teoría era la de la rueda hacia el infinito para cada individuo, es decir que todo aquel que nace es siempre alguien que ya ha muerto y repite su mismo destino. Alguien que ocupa su lugar y así sucesivamente.
Esto transformaría a cada individuo en inmortal porque sería la continuación del anterior.
Una tarde cruzando el Luxemburgo vio una flor amarilla. Lo impactó la belleza de la flor, se distrajo mirándola y fue como si la flor también lo mirara, pero el ya estaba condenado, el moriría un día para siempre y no habría nunca más una flor para él.
Es ahí cuando toma conciencia de que la vida no debía ser necesariamente miserable, y sí saberse valer de las cosas simples, como en este caso la belleza de la flor.
La cadena se había roto.

Borges tiene a mi criterio dos cuentos impecables con respecto a la otredad del ser humano, a ese otro desdoblado y diluido: "El otro" (El libro de arena, 1975) y "25 de Agosto de 1983" aunque el tema de la duplicidad sea símbolo de toda su obra.
Sin embargo y aunque el paralelismo con "La flor amarilla" lo establezco directamente con el primero de los citados, hoy les propongo "Borges y yo"

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas.
Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

Aquí se da el doble positivo, que es algo más que la simple suma del talento y las habilidades.
Probablemente fue ello el sentido de Asterión cuando se deja matar por Teseo, no sólo para liberarse del laberinto mental en que estaba encerrado, sino también para convertirse en el otro mediante el mito y la posibilidad de la reinterpretación de este mito con los años y los siglos, y así asegurar la universalidad e inmortalidad. Borges resuelve así dos problemas; el primero: la estrategia a emplear para reconocerse a sí mismo como un hacedor consciente de su destino creativo.
Por lo que deja que su conocimiento y sensibilidad, y las posibilidades de conocer lo desconocido, se subordinen al otro ser que ha imaginado ser, y que al mismo tiempo no es él solamente, sino también todos los que nos identificamos con su proyección.
En este sentido, el otro para Borges es la posibilidad de comprenderse él mismo (y hacernos comprender) la inmortalidad del hombre.
El segundo problema es la trascendencia del ser humano en el ser imaginario y la conjunción del individuo con lo universal.
Borges de esta manera se suscribe a lo infinito.
El otro también es Dios y somos nosotros, somos nosotros mismos en nuestra identificación con Borges. Somos uno y todos al mismo tiempo.
Yo y nosotros somos el Aleph y viceversa…
Esto es como un camino para comprender que somos parte del sueño de Dios, porque, en última instancia, conformamos el corpus de Dios mismo. Tan bien demostrado en su sublime poema "Tú".

Un solo hombre ha nacido,
un solo hombre ha muerto en la tierra.
Afirmar lo contrario es mera estadística,
es una adición imposible.
No menos imposible que sumar el olor de la lluvia
y el sueño que anteanoche soñaste.
Ese hombre es Ulises, Abel, Caín,
el primer hombre que ordenó las constelaciones,
el hombre que erigió la primer pirámide,
el hombre que escribió los hexagramas del Libro de los Cambios,
el forjador que grabó runas en la espada de Hengist,
el arquero Einar Tamberskelver,
Luis de León,
el librero que engendró a Samuel Johnson,
el jardinero de Voltaire,
Darwin en la proa del Beagle,
un judío en la cámara letal,
con el tiempo,
tú y yo.
Un solo hombre ha muerto en Ilión,
en el Metauro,
en Hastings, en Austerlitz, en Trafalgar, en Gettysburg.
Un solo hombre ha muerto en los hospitales,
en barcos,
en la ardua soledad,
en la alcoba del hábito y del amor.
Un solo hombre ha mirado la vasta aurora.
Un solo hombre ha sentido en el paladar la frescura del agua,
el sabor de las frutas y de la carne.
Hablo del único,
del uno,
del que siempre está solo.

Fuente: cuaderno inédito "La razón de la mentira poética". Intuiciones (I)