miércoles, 29 de julio de 2015

Poesía Abelardo Castillo


El desterrado

Esta ciudad queda lejos de las rosas de mi padre y de la ventana que da sobre las rosas y de mi mesa junto a la ventana y de mí.

Si valiera la pena escribir en esta ciudad la historia de mi vida
hablaría primero de mi pueblo
y de las calles de mi pueblo
angostas
y cortas
y mal iluminadas.

De la iglesia
(del curita aquel que una mañana no dio misa
y de la muchacha que desapareció esa mañana)
del río
y la barranca y de las lápidas irlandesas del cementerio viejo que está sobre la barranca y del vecino loco que muere entre sus flores y de una puerta que a veces no existía.

Después, padre, hablaría de un perro que se llamaba clavel.

Todo en voz muy baja
como quien se confiesa.

Me da un miedo espantoso morirme en esta ciudad sin haber hablado nunca de estas cosas.

Espejos


Antes que yo, dos hombres han sentido
el sagrado pavor de los espejos.
No soy yo, es mi miedo lo que mido
con esos dos, tan altos y tan lejos.

Poe y Borges supieron de esta rara
maldición de la luz: la que duplica
el horror paulatino de mi cara
que en vejez, tiempo y muerte se disipa.

Dios debiera velarnos a estos jueces
de la ruina del alma y de sus grietas.
Ya es pecado morir, por qué mil veces
matarse entre cristales y aguas quietas.

Por eso no hay espejos en mi casa.
En la pared, un gran dibujo intenta
fijar mi antigua cara. El tiempo pasa
y me asesina sin que yo lo sienta.


FOTOGRAFÍA DE MALCOLM LOWRY

Tremendas mangas, tremendos pantalones y ese mar y esa barba, Malcolm Lowry, y el Popocatepl detrás, o lo que sea,
algo como un volcán,
como el Embudo aquel,
como un presagio.

Es raro, señor Lowry,
lo miro y hace frío,
me digo yo a este hombre lo conozco con esa mole gris
como la muerte, tiene las manos entre las piernas, tiene
frente de mono y grandes mangas y un pantalón de lino, un
pantalón como de marinero,
detrás la Bestia gris,
detrás
hay una especie de montaña que a lo mejor fue verde en las laderas,
pero cómo saberlo.

Y es notable
que alguien saque la foto
de los que posan sobre un fondo tan gris mirando lejos.

Sería interesante
hacerse una pregunta, consultar
a un astrólogo,
sincerarse,
y ver qué significa Malcolm Lowry mirando lejos junto al mar y con las manos entre las piernas como un 
chico que duerme, con sus tremendas mangas y sus
tremendos pantalones, Malcolm Lowry con sus tremendos
pantalones y su barba,
tranquilamente junto al mar,
pegado en mi pared,
de perfil al demonio.


LA OSCURA


Esa mujer semidesnuda aguarda
a un hombre que tal vez vendrá esta noche.
Veo su pelo y en su pelo un broche
de plata isabelina. El hombre tarda.

La mujer es inglesa pero tiene
ojos y largo pelo de española.
Es hermosa, es ardiente y está sola.
No dormirá esta noche si él no viene.

Hay un gato, tal vez... No sé más nada
de esta dama morena y de su impuro
insomnio de mujer que espera a un hombre.

Solo sé que está en Londres, que en su almohada
arde su pelo como un fuego oscuro
y que Shakespeare jamás dijo su nombre.



EL ORANTE

En el exacto centro de mí mismo
hay un hombre que reza, cada noche,
yo lo dejo
tratando de no perturbarlo demasiado.

él no cree en las palabras que murmura
pero reza de noche
cuando siente que yo no lo vigilo.

Las otras puertas (2005)

Existen, efectivamente, aparecen de improviso en un tapial por el / que he pasado mil veces, detrás de un alto mueble, en las / madrugadas tristes de las recovas.

Conducen con demasiada frecuencia casas abandonadas, a pasillos / subterráneos donde hay otras puertas detrás de las cuales / suelen ocurrir crímenes o incestos, a salas góticas donde / duermen condesas de boca ensangrentada junto a jóvenes / monjas de boca ensangrentada, a laberintos de espejos que / reflejan todas las imágenes menos la mía, a laberintos de / espejos donde únicamente se refleja una cara de odio.

Hace mucho que ya no les temo. He descubierto que todo lo que hay / detrás de ella pertenece, aunque de manera algo molesta, al mundo.

La última que abrí da a este lugar de mi propia casa donde escribo / estas palabras, sólo que no ahora, es una sensación extraña, / no ahora sino dentro de algún tiempo, dentro de algún tiempo.

Tres dijes
I
Salgo a remar de noche
por el agua profunda de tus ojos
Una larga ola parda 
donde mi amor deriva 
como un barco lento.
A veces 
se oye una música muy triste 
dentro de tus ojos
Y hay como un estuario 
donde me gusta estar tendido de espalda
recordándome.
II
Pero a veces te odio
salgo a cazar de noche
husmeo el aire
para divisar allá tu espinazo de corza
caer sobre tu flanco 
como un amor
como un tropel de perros
partirte el corazón bajo la luna.
III
Mientras la noche se arma 
sobre el mundo
separados como dos continentes
lejos como amantes polares
divididos
por el ecuador simbólico del sueño.

Elegía para la casa demolida


Sólo quedan fantasmas de blasones
yuyos contando historias de rosales con una rosa azul
tumbados leones
Hay que soñarlo todo
los hastiales, el aljibe que amó la enredadera
decir la luna de oro en los vitrales
el geométrico marco, la escalera
los frisos del balcón, los capiteles
el dragón, el cupido, la quimera
No olvidar allá atrás los dos lebreles de piedra
y el estanque circundado por canteros ardidos de claveles
y la puertita de metal forjado, condenada y profunda
y misteriosa
como para un fantasma demorado por el que
alguna noche sigilosa él jugó a entrar cuando
ella le decía que era nuestra casa
yo tu esposa y allá 
yo sé en qué austera galería
una grave armadura medieval
que viéndonos pasar se sonreía
Era de ellos y así era
cada cual nació para una casa y unos sueños
ellos tenían casa señorial
mirarla era mejor que ser sus dueños
Era invierno
cerraban bien la puerta
y abrir un libro y encender los leños
para ser de esos dos que más
Abierta sólo a ella y a él los esperaba
aún más acogedora por desierta
y un día simplemente ya no estaba
Ni la muchacha fue
ni él vino nunca
Un día no hubo más que yuyo y grava
un león tumbado, una escalera trunca
un día simplemente ya no estaba
y a aquellos dos ya no soñaba nunca.