sábado, 30 de noviembre de 2013

El alma de Gardel, Mario Levrero

 Parte I

A veces pienso que hay un verdadero abismo entre la gente que anda por las calles, y yo. Me doy cuenta de que todos andan de un lado a otro ocupados en sus cosas, sin maravillarse del absurdo en que están inmersos. Yo no puedo dejar de maravillarme, y es en ese preciso punto en que comienza el sentimiento de lo maravilloso cuando la ciudad se redime y se transforma, para mí, en arte. De sufrir la ciudad paso a disfrutarla: la velocidad de los automóviles, la furia automática de los automovilistas, la carrera agotadora sin fin, con su tendal de vidas, la ansiedad, el atroz desequilibrio; el ruido, el humo, la muerte amenazando en cada cruce, el desgaste inútil de los nervios de las personas, de las vidas de las personas. Es como un cuadro lleno de fuerza, pintado por un loco; es arte, el arte más elaborado, más audaz, más avanzado; arte contemporáneo en permanente evolución. Es el fin de la razón, el el comienzo de la liberación. Las personas ya no son personas, son como los colores que utiliza el artista. Y el artista soy yo, y el único espectador soy yo, y el espectáculo comienza cuando yo llego.

Ya no era la que vivía en mi memoria, cuyo recuerdo había perdido y recuperado; era como una falsificación.

Pero al final todo es agua que corre, todo es pensamiento que fluye, todo es literatura que se escribe o palabras que se piensan, la Historia humana, las gotas de lluvia, todo se vuelve palabra consciente, o se pierde para siempre; aunque también se perderán las palabras. Y si todo este juego tiene al fin algún significado, eso no lo sabemos.

¿Y por qué piensa usted que los escritores son, más que otra gente, presa fácil de las depresiones?_preguntó el señor Caorsi después de mover peón cuatro rey, continuando una conversación que había comenzado a partir de un recorte de periódico que yo había pegado en la pared.
Bueno, no crea que porque escribo de vez en cuando me considero un escritor _dije, comenzando a responderle_. Hay pocos escritores en el mundo, que merezcan ese nombre. De modo que no me incluyo en la lista, y entonces le puedo decir lo que creo sin apelar a la falsa modestia: creo que los escritores se deprimen más que otra gente porque son más inteligentes y más sensibles, y no pueden tolerar la idea de tener que vivir en un mundo estropeado por los imbéciles. Creo que...

Caminar me permite formas de pensamiento que no puedo obtener estando sentado en casa, y digo "en casa" porque cuando estoy sentado en otro sitio, fuera de casa, como por ejemplo en un café, eso promueve otra forma de pensamiento, distinta de la de estar sentado en casa y de la de caminar. Pero es caminando cuando puedo formular los pensamientos más osados, o por lo menos más originales, habitualmente formulaciones hechas desde un punto de vista diferente del habitual. Es como si los problemas se presentaran bajo una nueva luz. También es cierto que muchas soluciones a problemas, encontradas en mis paseos a pie, más tarde se ha visto que no sirven, un poco como las ideas que uno tiene cuando sueña, aunque estas son todavía más inaplicables. Es posible que la soluciones que encuentro al caminar sean correctas, y que luego el que falla es el que trata de aplicarlas juzgándolas desde una posición sentada. Los pensamientos durante estos ágiles paseos bajo un sol benigno ...

Espero que ahora al escribirla, quede definitivamente desalojada el casillero de mis preocupaciones.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Dos poemas inéditos de Mario Benedetti


Los manuscritos de "Esperas" y "Miedo y coraje" se habrían traspapelado en un libro que perteneció al escritor.

El poema tiene algo de profético "Uno sigue esperando / sin responder a nadie / entre otras cosas porque / las sombras no preguntan / uno estira el silencio / abandonado y torpe / con los ojos abiertos / y la esperanza inmóvil"... Se llama Esperas, lo escribió Mario Benedetti aunque jamás lo publicó y casualmente debió esperar casi diez años para salir a la luz y emerger del silencio. Escrito a mano, en una hoja suelta de un anotador, apareció en febrero de este año junto a otro inédito "Miedo y coraje", en España, dentro de un libro personal del autor de La Tregua, fallecido en mayo de 2009.
Entre las páginas de Insonmios y Duermevelas los encontró la bibliotecaria de la Universidad de Alicante María José Gimenez, según reveló el diario El País de Madrid. A esa universidad, que alberga el Centro de Estudios Iberoaméricanos, Mario Benedetti, el escritor uruguayo legó en 2006 los seis mil ejemplares que componían su biblioteca personal en la capital española. Durante el proceso de revisión y catalogación, aparecieron los dos poemas.
Un hallazgo de gran trascendencia. Así lo calificó Eva Valero, directora del centro, quien junto al investigador José Carlos Rovira comprobó que la letra manuscrita correspondía a la del escritor. Luego de revisar la prolífica bibliografía de Benedetti, ambos confirmaron su primera impresión: los dos poemas eran inéditos.
Jamás se habían publicado, pero los dos académicos descubrieron que "Miedo y coraje" sí había sido recitado por el propio Benedetti en Buenos Aires. Fue el 23 de abril de 2002, el autor tenía 81 años y había venido a esta ciudad en el marco de la Feria Internacional del Libro. Durante su estadía, Benedetti aprovechó para presentar su flamante Insomnios y duermevelas que reune una serie de poemasy el cuento "Túnel en duermevela", que cierra el libro. Lo presentó en un colmadísimo auditorio del Malba. Esa tarde según consta en la crónica del día del diario La Nación, Benedetti recitó los versos de "Miedo y coraje" (El miedo y el coraje son gajes del oficio / pero si se descuidan los derrota el olvido / El miedo se detiene a un palmo del abismo / y el coraje no sabe qué hacer con el peligro...)
Los investigadores aventuran que Benedetti habría guardado los dos poemas en el el libro, que viajó desde Buenos Aires a las presentaciones en Madrid, en julio, y en Alicante, en octubre. "Este itinerario permite conjeturar que posiblemente Mario Benedetti leyó uno de esos poemas, no publicados, en Buenos Aires y luego lo llevaría dentro de uno de los ejemplares de "Insonmios y duermevelas"
que dejaría en su biblioteca de Madrid, que luego donaría a la Universidad de Alicante", explicó Valero.
Los académicos encontraron que en la vasta obra de Benedetti que incluye más de cuarenta poemarios, existe un poema titulado "Coraje y miedo", aunque es totalmente diferente al del flamante hallazgo. Además señalaron que en "Inventario tres" hay otro poema titulado "Esperas" que tampoco tiene similitudes con el que encontraron en la biblioteca del centro de Alicante.
El 14 de septiembre de 2009, el día en que Benedetti hubiera cumplido 90 años, se presentó en Montevideo "Biografía para encontrarme", un poemario inédito, que el autor había preparado. El mismo día se lanzó, además, la antología de cuentos "A imagen y semejanza", también inédita.
La lectura en el Malba no es el único punto de contacto de esta historia con la Argentina, donde Benedetti se exilió en 1973. "Esperas" incluye también un epígrafe con dos versos del pintor y poeta argentino Enrique Molina "se oyen pasos / de alguien que no llega nunca". La espera, al menos para estos dos poemas ya terminó.

Uno sigue esperando 
sin responder a nadie 
entre otras cosas porque 
las sombras no preguntan
uno estira el silencio 
abandonado y torpe
con los ojos abiertos
y la esperanza inmóvil
el cielo está tan lejos
y la tierra tan cerca
que no vale la pena...

El miedo y el coraje
son gajes del oficio
pero si se descuidan
los derrota el olvido
El miedo se detiene
a un palmo del abismo
y el coraje no sabe
que hacer con el peligro
El miedo no se atreve
a atravesar el río.
                                                                 Clarín 4 de febrero de 2013

lunes, 4 de noviembre de 2013

Prólogo Diario de un canalla, Burdeos 1972

Por Marcial Souto

Los textos de este libro son fruto de dos grandes aventuras vitales de Jorge Varlotta, una por amor y otra por necesidad. Las dos tuvieron una considerable influencia sobres su manera de escribir.
                                                                           
En 1972, a pesar de haber publicado ya una novela y un libro de cuentos firmados como Mario Levrero (su segundo nombre y su segundo apellido), seguía siendo en Montevideo un escritor casi secreto, leído apenas por unos pocos fieles devotos.
Contribuía a esa invisibilidad su invencible fobia a relacionarse con algo más que un puñado de amigos. Sin embargo, un día aceptó _a través de la revista Maldoror, en la que colaboraba _ asistir a un cóctel en la Alianza Francesa. Al día siguiente, muy excitado, me contó una sorprendente experiencia.
Hacía frío y durante toda la noche se había quedado en la zona más agradable de la sala. de espaldas a una pared que tenía instalada una estufa. Al terminar la reunión había mirado en esa dirección y descubierto que aquello no era una estufa sino una mujer. La mujer, de la que se había enamorado perdidamente se llamaba Marie France, trabajaba en la embajada francesa y estaba a punto de volver a su país. Unos días más tarde me la presentó y los dos me anunciaron que pronto se irían a vivir juntos a Burdeos.
Jorge Varlotta detestaba viajar. "Uno pasa a ser un desconocido para uno mismo cuando sale del lugar habitual", dijo en una entrevista. A los treinta y dos años sólo conocía de su país el balneario de Piriápolis, adonde se habían trasladado sus padres y donde vivía su amigo y mentor Tola Invernizzi, que en 1966 le había arrancado página a página La ciudad, su primera novela; de Argentina conocía la ciudad de Rosario, donde en 1969 había vivido tres meses con la familia Gandolfo y escrito la primera versión de El lugar. Si no era muy necesario prefería no alejarse de su apartamento de la calle Soriano, y su decisión fue recibida por todos con incredulidad y después con admiración.
Al llegar a Burdeos empezó a pedir a los amigos que le enviáramos yerba mate por avión. Sabía que los muchos kilos que había embarcado con los objetos de mudanza de Marie-France podían tardar meses y no estaba en condiciones de soportarlo.
Poco después me contó: "Soy el único ser humano que toma mate en Burdeos". Y con el alto concepto que tenía de sí mismo, añadió: "Quizá soy el único ser humano".
Cuando ya parecía que se quedaría a vivir en Burdeos, empezó a hablar de una cierta angustia recurrente. Se le estaba acabando el dinero, no podía trabajar y no se sentía cómodo. Un día mientras leía el diario en la cocina, notó con pánico que el francés le invadía la mente y amenazaba con impedirle hablar en español. La magia se había roto y supo que había llegado la hora de volver. Vivió unas semanas en París y después subió a un avión por última vez en su vida. (Tres años más tarde, la revista argentina Siete Días organizó un concurso de cuentos policiales cuyo premio era un viaje a París. Jorge escribió un cuento "El factor identidad", pero decidió no presentarlo por miedo a ganar y tener que volver a hacer el viaje).
En marzo de 1973, transformado por la experiencia que acababa de vivir, tomó de repente un nuevo rumbo como escritor, opuesto al de los ámbitos asfixiantes y kafkianos de su primera etapa, al escribir en una semana Caza de conejos, colección de cien textos breves de sorprendente creatividad verbal, en los que incorporaba con naturalidad, por primera vez, el humor que tanto prodigaba, escuchado detrás de numerosos seudónimos, en revistas satíricas de la época. Al año siguiente confirmó ese notable cambio con Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo.
En los primeros meses de 1985, agobiado por deudas y la falta de proyectos viables en Montevideo, aceptó trasladarse a Buenos Aires y dirigir un par de revistas de crucigramas dentro la empresa editorial de su viejo amigo Jaime Poniachik. Esa decisión de iniciar una nueva vida en una ciudad grande y desconocida, tan opuesta a su tranquilo y gastado barrio montevideano, acostumbrado a sus fobias , resultaba, conociéndolo tan inimaginable como la que lo había hecho cruzar el Atlántico. Curiosamente, se adaptó enseguida: por primera vez en su vida tenía un trabajo con horario normal y un sueldo decente. Por primera vez vivía sin angustias económicas haciendo algo que le gustaba, en una ciudad donde (pronto descubrió) sus pares conocían y admiraban su obra. A los cuatro libros suyos ya publicados en Buenos Aires pronto se añadieron dos más, escritos en la última década y hasta ese momento huérfanos de editor. Sin embargo, pese al reconocimiento que sentía como escritor y su afición por la ciudad, arrastraba desde Montevideo dos cargas que no lo dejaban en paz;: una fea y dolorosa cicatriz, producto de una reciente operación de vesícula con infección incluida y el comienzo titubeante de una novela concebida para exorcizar el miedo a la muerte cuando supo que era inevitable. La novela debía rescatar una serie de experiencias que él había vivido como "luminosas".
Cuando descubrió que ya llevaba casi dos años viviendo cómodamente pero sin poder disponer del tiempo necesario para ocuparse de la novela, que consideraba esencial, reservó las primeras vacaciones para examinar la situación y tomar medidas. El resultado fue el fundacional "Diario de un canalla", en el que no se perdona el abandono de su lado espiritual aunque fuera por razones de supervivencia. No logra reencauzar la novela, pero descubre un instrumento hecho a su medida: la entrada de diario, que le permite transmitir cualquier cosa con naturalidad, sin demasiada elaboración, como si conversara con el lector. Años más tarde le serviría para componer su obra maestra, El discurso vacío, y el fascinante Diario de la beca que precede a la frustrada Novela luminosa.
Un año antes de morir, Jorge Varlotta, a quien terminará devorando su casi seudónimo Mario Levrero, empezó a tener problemas de insonmio mayores que de costumbre. Le empezaron a venir recuerdos antiguos y en algún momento lo asaltaron imágenes de su experiencia de 1972 en Burdeos. Durante casi dos semanas, desde la cima de su arte del yo, recuperó anécdotas y emociones de otro tiempo y lugar que ahora son también nuestras.
"Diario de un canalla" y "Burdeos 1972" nos acercan dos momentos fundamentales del más cercano de los escritores. Dos textos magníficos, hijos de la necesidad y del amor.