jueves, 18 de diciembre de 2014

Rutinas

Consigna: narrar una rutina.

Son las siete de la mañana. Como cada día, desde hace un tiempo, suena un mensaje desde España. Cuesta creer que unas letras atraviesen el océano y provoquen un sonido, aquí, allá...
Sería más sencillo poner el despertador que no tengo, o la alarma del celular que no escucho. Entonces llega ese mensaje de Zaragoza, que insiste, que sí me despierta. Que ya no sé si pedí o me ofrecieron...
Creo que me lo ofrecieron cuando me quejé. Sí, de quedarme dormida y casi no llegar a zambullirme en el quinto subte que debo dejar pasar, para lograr subirme a uno, y llegar a las nueve a Plaza de Mayo.
Antes de salir es ritual el mate y el jugo de naranjas, y desde hace un tiempo el kriya casero: las respiraciones cortas de cada mañana que inician el día. Retengo dos, inspiro en cuatro, retengo en cuatro, exhalo en seis...
Los miércoles a la noche nos encontramos para hacer el satsang todos juntos. 
Llego a Plaza de Mayo, camino por Perú, ya los artesanos acomodan sus objetos, a la espera de la primera venta. Ellos también comienzan su semana. Son más libres, ven el cielo. Pero jamás sabrán con cuánto dinero contarán a fin de mes. Elecciones de vida...
Doblo por Avenida de Mayo. Es lunes. Elijo las flores. Si no son macetillas, son margaritas de varios colores.
Pueden faltar muchas cosas en el despacho, pero nunca las flores...
La dueña del puesto me augura buena semana, y yo a ella.
En el ascensor está Betty. Conoce de memoria los pisos a los que vamos.
Llego y miro el río, hacia la otra orilla, hacia mi paisito del alma. Respiro bien profundo. Abro mi libreta, buscando hacer el sentimiento letras. Suena Trumpet, Vivaldi, Albinoni, Mozart...
Desde hace mucho solo se trata de estar. De estar para lo que haga falta. Hace mucho que recurro a mi imaginación para pasar las horas.
Enciendo mi ordenador. Necesito saber que estás del otro lado.
Qué esperar. Qué sentir. ¿El cotidiano nos deparará algo nuevo? Me lo pregunto desde la mesa de este bar, Soraya, son las dos de la tarde, y una vez más me detengo un par de horas en la previa a la terapia. Aquí inicio otros nuevos cinco días, a pasar, a vivir. Aunque no cese de preguntarme, si seré capaz, si seré feliz, si hay algo que pueda hacer para variar mi vida, o debo esperar que los cambios vengan solos, agradeciendo este presente.

A veces me pregunto que pasaría si no estuvieran las flores...

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