Jorge Luis Borges con Juan Carlos Onetti y Emir Rodriguez Monegal
Montevideo
Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
A una moneda
Fría y tormentosa la noche que zarpé de Montevideo.
Al doblar el Cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.
Milonga para los orientales
Milonga que este porteño
Dedica a los orientales,
Agradeciendo memorias
De tardes y de ceibales.
El sabor de lo oriental
Con estas palabras pinto;
Es el sabor de lo que es
Igual y un poco distinto.
Milonga de tantas cosas
Que se van quedando lejos;
La quinta con mirador
Y el zócalo de azulejos.
En tu banda sale el sol
Apagando la farola
Del Cerro y dando alegría
A la arena y a la ola.
Milonga de los troperos
Que hartos de tierra y camino
Pitaban tabaco negro
En el Paso del Molino.
Milonga del primer tango
Que se quebró, nos da igual,
En las casas de Junín
O en las casas de Yerbal.
Como los tientos de un lazo
Se entrevera nuestra historia,
Esa historia de a caballo
Que huele a sangre y a gloria.
Milonga de aquel gauchaje
que arremetió con denuedo
En la pampa, que es pareja,
O en la Cuchilla de Haedo.
¿Quién dirá de quienes fueron
Esas lanzas enemigas
Que irá desgastando el tiempo,
Si de Ramírez o Artigas?
Para pelear como hermanos
Era buena cualquier cancha;
Que lo digan los que vieron
Su último sol en Cagancha.
Hombro a hombro o pecho a pecho,
Cuántas veces combatimos.
¡Cuántas veces nos corrieron,
Cuántas veces los corrimos!
Milonga del olvidado
Que muere y que no se queja;
Milonga de la garganta
Tajeada de oreja a oreja.
Milonga del domador
De potros de casco duro
Y de la plata que alegra
El apero del oscuro.
Milonga de la milonga
A la sombra del ombú,
Milonga del otro Hernández
Que se batió en Paysandú.
Milonga para que el tiempo
Vaya borrando fronteras;
Por algo tienen los mismos
Colores las dos banderas.
Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
A una moneda
Fría y tormentosa la noche que zarpé de Montevideo.
Al doblar el Cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.
Milonga para los orientales
Milonga que este porteño
Dedica a los orientales,
Agradeciendo memorias
De tardes y de ceibales.
El sabor de lo oriental
Con estas palabras pinto;
Es el sabor de lo que es
Igual y un poco distinto.
Milonga de tantas cosas
Que se van quedando lejos;
La quinta con mirador
Y el zócalo de azulejos.
En tu banda sale el sol
Apagando la farola
Del Cerro y dando alegría
A la arena y a la ola.
Milonga de los troperos
Que hartos de tierra y camino
Pitaban tabaco negro
En el Paso del Molino.
Milonga del primer tango
Que se quebró, nos da igual,
En las casas de Junín
O en las casas de Yerbal.
Como los tientos de un lazo
Se entrevera nuestra historia,
Esa historia de a caballo
Que huele a sangre y a gloria.
Milonga de aquel gauchaje
que arremetió con denuedo
En la pampa, que es pareja,
O en la Cuchilla de Haedo.
¿Quién dirá de quienes fueron
Esas lanzas enemigas
Que irá desgastando el tiempo,
Si de Ramírez o Artigas?
Para pelear como hermanos
Era buena cualquier cancha;
Que lo digan los que vieron
Su último sol en Cagancha.
Hombro a hombro o pecho a pecho,
Cuántas veces combatimos.
¡Cuántas veces nos corrieron,
Cuántas veces los corrimos!
Milonga del olvidado
Que muere y que no se queja;
Milonga de la garganta
Tajeada de oreja a oreja.
Milonga del domador
De potros de casco duro
Y de la plata que alegra
El apero del oscuro.
Milonga de la milonga
A la sombra del ombú,
Milonga del otro Hernández
Que se batió en Paysandú.
Milonga para que el tiempo
Vaya borrando fronteras;
Por algo tienen los mismos
Colores las dos banderas.
En uno de los poemas que componen la trilogía de los dones agradece por la mañana en Montevideo...
Borges ambientó muchos cuentos en el interior rural de Uruguay y algunos en Montevideo. Entre esos cuentos se destacan "El muerto", "El otro duelo", "El congreso"
Borges ambientó muchos cuentos en el interior rural de Uruguay y algunos en Montevideo. Entre esos cuentos se destacan "El muerto", "El otro duelo", "El congreso"
Beatriz no quiso ver el barco; la despedida, a su entender, era un énfasis, una insensata fiesta de la desdicha, y ella detestaba los énfasis. Nos dijimos adiós en la biblioteca donde nos conocimos en otro invierno. Soy un hombre cobarde; no le dejé mi dirección, para eludir la angustia de esperar cartas.He notado que los viajes de vuelta duran menos que los de ida, pero la travesía del Atlántico, pesada de recuerdos y de zozobras, me pareció muy larga. Nada me dolía tanto como pensar que paralelamente a mi vida Beatriz iría viviendo la suya, minuto por minuto y noche por noche. Escribí una carta de muchas páginas, que rompí al zarpar de Montevideo.
"Funes el memorioso", "Avelino Arredondo"...
En la casa salteña del matrimonio Amorín, escribió uno de sus mejores cuentos: "Tlon Uqbar Orbis Tertius".