En la ventana estaban los tejados de siempre y el sol nublado de las seis. Me pareció increíble que ese día sin premoniciones ni símbolos, fuera el de mi muerte implacable.
Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora.
Los innumerables pasados que confluyen en mí.
Me sentí por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. El vago y vivo campo, la luna, los restos de la tarde, obraron en mí...
La tarde era íntima, infinita, el camino bajaba y se bifurcaba, entre las ya confusas praderas.
Creía en infinitas series de tiempos,
Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmentese ignoran, abarca todas las posibilidades.
El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros.