Hace
exactamente un mes, el miércoles 17 de octubre, la barcelonesa Victoria Cirlot, catedrática de Filología Románica de la Universidad Pompeu
Fabra, especialista en la Edad
Media, la cultura caballeresca y la mística cristiana, ofreció una conferencia
en el Auditorio del Malba, con entrada libre
y gratuita. Al día siguiente, Cirlot
dialogó con Bernardo Nante sobre El
libro rojo de Carl G. Jung, en la Fundación que él mismo preside, denominada
Fundación Vocación Humana. Y el sábado, en el Malba, dio una clase denominada “Mundus
Imaginalis: La floración de las imágenes-símbolos en la mística medieval y en
el arte del siglo XX”.
El día viernes 19 -el tercero en esta serie de
presentaciones-, la cita fue en la Oficina Cultural de la Embajada de España
(CCEBA, Florida 953). La autora presentó el Diccionario de Símbolos de Juan
Eduardo Cirlot (su padre), y dialogó con
el filólogo y especialista en literatura de la Edad Media española Leonardo Funes, y el poeta y
periodista Jorge Aulicino. Victoria Cirlot señaló que “desde los egipcios, la simbología ha sido la
gran ciencia de la antigüedad. En Oriente ha perdurado sin interrupción hasta
ya entrado el siglo XX y en Occidente inspiró todo el arte medieval y, en gran
medida, el renacentista y barroco, hasta que el descubrimiento del
'inconsciente' volvió a recuperar los símbolos en ámbitos y maneras muy
distintos”.
Publicado por primera vez en 1958 bajo el título Diccionario de símbolos tradicionales,
es la obra en prosa más importante del poeta y crítico de arte Juan Eduardo
Cirlot.
Para quien no conozca a Victoria Cirlot, entre su vasta
experiencia se cuenta el haber realizado diversas traducciones de los ciclos de
novelas artúricas de los siglos XII y XIII del francés antiguo, como por
ejemplo Perlesvaus o El alto libro del Grial , y
también de lírica. Entre sus libros dedicados al ciclo artúrico se destaca Figuras del destino. Mitos y
símbolos de la Europa medieval (Siruela, Madrid 2005). En el ámbito de la
mística medieval se ha ocupado de Hildegard von Bingen (Vida y visiones de
Hildegard von Bingen, Siruela, Madrid 1997-2006), así como de otras escritoras
místicas (La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias de la Edad
Media, Siruela, Madrid 2008, en colaboración). Ha trabajado acerca del fenómeno
visionario en estudios comparativos de la Edad Media y siglo XX: Hildegard
von Bingen y la tradición visionaria de Occidente, Herder, Barcelona 2005, y
en La visión abierta. El mito del Grial y el surrealismo, Siruela, Madrid
2010).
Desde
hace años, Cirlot investiga la obra de Hildegard von Bingen (1098-1179),
abadesa de Ruperstberg, autora de libros teológicos como Scivias (Conoce los caminos),
poético-musicales (Sinfonía de la armonía de las revelaciones
celestiales ) y tratados sobre la ciencia natural de su época. "Fue
una mujer fascinante -dice Cirlot-. Pensar que una mujer en el siglo XII pudo
llegar a escribir, hablar delante de la catedral de Colonia, dirigirse al clero
y decirle nada menos que a Federico Barbarroja lo que debía hacer y lo que no
debía hacer nos resulta extraordinario. Y lo era", explica que muchos
estudiosos consideran que sólo hay que estudiar a Hildegard desde el punto de
vista teológico o el de la didáctica que creó para enseñar a sus monjas, y que
sus visiones fueron entendidas como un desarrollo didáctico por imágenes
"Sabemos, por una biografía en la que abundan pasajes autobiográficos, que
ella tuvo esas experiencias desde su infancia, pero el gran suceso visionario
se produjo cuando tenía 42 años. En una carta dirigida a Guibert de Gembloux,
un filósofo coetáneo, ella relata cómo se producían esas visiones que
proporcionaron la estructura de su obra profética en la que, además de
describírselas, se las representa mediante miniaturas que iluminaron al menos
dos de sus libros, en tres manuscritos que se presentan así como frescos
monumentales. La proximidad de la descripción verbal y la imagen lleva a pensar
que, si las miniaturas no fueron hechas por la visionaria, lo más posible es
que ella haya dirigido a quien las realizó". Esa profusión de imágenes
sugirió a Cirlot la idea de comparar la experiencia de la mística con la de los
surrealistas franceses. "Pensé que esa confrontación me permitiría
entender mejor la experiencia visionaria. Porque el lenguaje de Hildegard es el
de su época, estamos alejados ocho siglos de ella, mientras que el de los
surrealistas es el nuestro, no hay esa distancia tremenda, esa alteridad tan
brutal que nos separa de Hildegard.
Cirlot
establece una diferencia entre las imágenes que provienen del pensamiento y las
que proceden de una visión: "En la aparición de las imágenes, hay una
espontaneidad absoluta. No estamos ante un yo que piensa y crea la imagen (eso
es lo que se llama fantasía, la imagen que procede del pensamiento y, por
tanto, del sujeto). Estamos ante una recepción de imágenes, por eso hablo de
floración, en la que el sujeto no interviene. En una cultura sagrada, se dice
que el sujeto las recibe de Dios, como decían Hildegard o Juan de Patmos,
porque el modelo es el Apocalipsis. Ernst cuenta que él está callado, pasivo y
espera que salgan las imágenes; en su lenguaje, es del inconsciente de donde
provienen las imágenes. Al definirse como canales a través de los cuales las
imágenes pasan, Hildegard se reclama instrumento divino mientras que, de ese
modo, Ernst niega la figura romántica del genio. Pero el mecanismo es el mismo.
Desde Ernst hasta Joan Miró, que cuenta que eso le ocurrió cuando estaba en la
calle Blondel, en París, y no comía, porque no tenía un céntimo. El nuevo mundo
de Miró sale de toda una época de experiencia visionaria."
En
Buenos Aires, adonde llegó invitada por el Malba para la presentación de un
número de El hilo de Ariadna en el que colaboró, Cirlot
manifestó su apreciación por la obra de Xul Solar, en la que cree descubrir
huellas del mismo proceso: "Xul Solar es un visionario. La luz que
impregna su obra es inequívoca: una luminosidad extraña que remite a un mundo
otro, que justamente es el objeto de la visión. Hablamos de visionario cuando
lo que se ve no es el mundo que nos rodea sino otro mundo, que no se percibe
mediante el ojo físico sino mediante lo que llamamos el ojo interior. Sólo el
sentido corporal ve las cosas visibles, pero sólo el ojo del corazón ve las
cosas invisibles”...
Cirlot piensa
que la capacidad visionaria depende de una facultad vinculada con los procesos
creativos: "Creo que ciertas personas tienen esa facultad y que el
conocimiento mayor del cerebro fijará una facultad visionaria. No es algo tan
extraordinario o extraño, sino algo íntimamente relacionado con el proceso
creador, con el enigma de la creación. Si hay un enigma, lo hay tanto en el ser
creador como en el visionario. Hablamos de cosas que parecen diferentes porque
lo hacemos en culturas diferentes pero, en realidad, pienso que la experiencia
es la misma".