martes, 30 de octubre de 2012

El escritor y su oficio



Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.

"1) Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
8) Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
9) La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
10) Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo."
                                                                Roberto Bolaño (Chile, 28 abril 1953 a 15 julio 2003)

viernes, 19 de octubre de 2012

De penas...


Este es para mí, el mejor tributo al dolor que he leído; como hallazgo, como punto de partida, como posibilidad. Todo lo contrario a lo que sostiene el imaginario colectivo: casi que negar; continuar; haciendo caso omiso.

Por eso en palabras de Olga Orozco, en El revés del cielo.


Ésa es tu pena.

Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres
que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós
de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina
del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza
en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel
entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Libros subrayados, El discurso vacío

Librería Puro Verso, Montevideo
Octubre de 2012

En mi blog de siempre estamos de convocatoria, y me sumo desde aquí, desde mi otro espacio, con uno de lo libros más hermosos que he leído. Mario Levrero y su Discurso Vacío.
                                             
Sigma Mario Gomez Garrido, ellos saben por qué...

Debo caligrafiar, de eso se trata. Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología. Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.

La mediocridad es uno de los méritos más celebrados.

Tuve la tentación de transformar mi prosa caligráfica en prosa narrativa, con idea de ir fabricando una serie de textos como peldaños de una escalera que me elevara de nuevo a las añoradas alturas que había sabido frecuentar hace ya mucho tiempo.

Ese disgusto tiene que ver según he podido percibir, con el hecho de llevar ya demasiado tiempo 
-demasiados años- viviendo fuera de mí mismo, ocupándome de cosas que suceden fuera, de manera exclusiva.
Esto quiere decir que percibo las cosas superficialmente, que no tengo vivencias, que estoy apartado del ser interior; demasiado apartado, y sin tener la menor noción de los caminos posibles para acercarme. 

No importa qué es lo que se está viviendo cuando uno está apartado de Sí Mismo. Todo transcurre sin dejar ni una huella memorable.

La causa no está en los reclamos del mundo exterior, sino en mi apego, o mi compromiso con estos reclamos. 

El vacío nunca me asustó demasiado; en ocasiones hasta llegó a ser un refugio.

La voluntad: ese es el nudo de mi problema actual. He perdido mi fuerza de voluntad, la cual, por otra parte, nunca fue muy grande.

La única libertad verdadera, lo sé de sobra, es aquella que se conquista.

Y debía comenzar a adaptarme a la vida en otra ciudad, en otro país. No había tiempo para sentir dolor y opté por anestesiarme.
No podía permitirme sentir miedo, como tampoco podía permitirme volver la mirada hacia las cosas que dejaba atrás.

Tengo la impresión de que todo en mí se desorganiza con demasiada facilidad. Si bien es cierto que debería ser más fuerte y no dejarme arrastrar por la locura del entorno, también es cierto que estoy acostumbrado a entornos más controlados por mí.

Los problemas pasan a ser enemigos que afrontar.

El discurso no se alteró sino que se borró durante muchas horas.

Sin embargo todo es subjetivo, no hay plazos impuestos desde afuera.

Todavía no he podido poner en práctica mi sistema de "situarme" idealmente en la nueva casa e imaginar su funcionamiento.

Lo que se hace no surge de una necesidad real, no es necesario, sino que hay un patrón , una forma abstracta que se aplica como si fuera una fuerza natural operando en todos nosotros.

Creo que están apareciendo los efectos del antidepresivo, al menos los efectos secundarios...

Nunca nadie me dejaba contarla hasta el final; me interrumpían hablando de otras cosas, y eso me excitaba y me daba rabia. También me daba rabia hacia mí mismo, por no poder sintetizar la historia, ir a la esencia de lo que quería contar.

Es muy difícil no estar asustado cuando uno siente que no puede contar mucho consigo mismo.

Ya las cosas no sería tan fáciles, porque me pesa la experiencia anterior, que fue buena como experiencia, pero sería terrible como repetición.

Una extraña forma de vida, uno vive y piensa, siempre en función de otra persona que por lo general no está presente, y que, por lo general, nunca puede saberse con certeza cuando va a estarlo.

Son muchos cambios para un hombre, que suele apegarse extremadamente a los lugares.

Cuando uno sabe que ha de abandonar un lugar para no volver, es imposible seguir viviendo en él cómodamente, por así decirlo uno no está allí donde está, sino que vive proyectándose, cada vez con mayor fuerza, hacia el nuevo lugar donde va a vivir.
No soy capaz de imaginarme el día de la mudanza, el levantarme de esta cama en mi casa, para acostarme esa noche en esta misma cama, en otra casa; en el medio hay un esfuerzo, una complicación, un trabajo que me parece no poder enfrentar.

Mis narraciones son en su mayoría, trozos de la memoria del alma, y no invenciones...

Más libros elegidos en casa.

lunes, 1 de octubre de 2012

El Montevideo de Benedetti


                                                                                                                     Diario El País -  Patricia Luna - 16 de agosto de 2012

"Al sur, al sur, está quieta/ esperando /Montevideo…". Dejo escrito Mario Benedetti. Montevideo tranquila, calma, paciente.
Hay ciudades que viven en nosotros antes de que las conozcamos, porque las recorrimos antes de verlas. Hay ciudades que destilan literatura y que nos atrapan en sus calles como lo hicieron antes las páginas de las novelas que protagonizaron.
Montevideo y Benedetti, Benedetti y Montevideo, una ecuación matemática donde no funciona la lógica pura, donde todo se mezcla y al lector/turista/espectador le cuesta entender donde se encuentran los límites. Imposible, después de leer su obra, pensar en la ciudad y en el escritor como entidades individuales.
Montevideo como escenario no solo de una novela, sino de una obra entera, en verso, en cuentos, en prosa. Montevideo como retrato costumbrista de una idiosincrasia, de un tipo de personajes especiales, los propios montevideanos. Montevideo no solo como escenario pasivo, sino también como el lugar de creación desde el que se gestan las obras. Montevideo presente, Montevideo desde el exilio. Montevideo fuera y dentro de la producción literaria de Benedetti.
Proponemos aquí un recorrido por el Montevideo del escritor y poeta uruguayo, utilizando la guía Benedetti, coordinada por la fundación del autor en la ciudad:

Ciudad Vieja

Pero está la otra ciudad (…) la de los viejos que toman el ómnibus hasta la Aduana y regresan luego sin bajarse, reduciendo su módica farra a la sola mirada reconfortante con que recorren la Ciudad Vieja de sus nostalgias” (La tregua).
Un lugar para la nostalgia, la Ciudad Vieja: edificios emblemáticos, antiguamente poderosos; institucionales, a ratos señoriales; bastiones financieros; palacios artísticos; puertos industriales; casas modestas que retienen en su digna decrepitud la belleza diferente, patios de toda la vida... La Ciudad Vieja montevideana recoge algunos de los puntos con más encanto de la ciudad, y es, sin duda, uno de los centros turísticos más vibrantes durante el día.
El recorrido pasa de manera obligatoria por el mercado del Puerto, y puntos clave de la capital uruguaya, esa capital única con sabor a provincia: la Plaza Matriz, donde se concentran restaurantes y puestos ambulantes. "Estuve un buen rato contemplando el alma agresivamente sólida del Cabildo, el rostro hipócritamente lavado de la Catedral, el desalentado cabeceo de los árboles. Creo que en ese momento se me afirmó definitivamente una convicción: soy de este sitio, de esta ciudad". (La tregua).
También está aquí la calle Sarandí, la peatonal por la que todo pasa ["Me sentí como desnudo, con esa desesperada desnudez de los sueños, cuando uno se pasea en calzoncillos por Sarandí y la gente lo festeja de vereda a vereda". (La tregua)]. O los cafés preservados en el tiempo donde se reunía la intelectualidad uruguaya del momento, como el café Brasileiro –portada de uno de sus libros–, el café Las Misiones –citado en La tregua– o el antiguo café Sorocabana, hoy reconvertido bajo el nombre Big Mamma, donde el escritor pasó tantas horas de su vida, escribiendo precisamente esa novela central de su obra, discutiendo de política y charlando con amigos.

Centro

De ahí –apenas unas cuadras, como se mide la distancia aquí– nos dirigiremos al míticoTeatro Solís, a la derecha del recorrido para, después de admirar su belleza, llegar a la plaza Independencia donde “A una muchacha el viento le levantó la pollera (falda). A un cura le levantó la sotana. Jesús, qué panoramas tan distintos” (La tregua).
Sople el viento o no, haya o no ese día panoramas destacables, desde la Plaza Independencia, donde vigila desafiante la estatua ecuestre del héroe patrio, el general José Gervasio Artigas, resulta imposible no ver en una de las esquinas el que fue en una vez el edificio más grande de Latinoamérica, de estilo art déco ecléctico, el Palacio Salvo: "monstruo folklórico (…) Es casi una representación del carácter nacional: guarango, soso, recargado, simpático"  (La tregua).
A partir de ahí comienza la avenida 18 de Julio, homenaje a la primera constitución (1830) poco después de la independencia del país, “Dieciocho”, la gran arteria de la ciudad. “Uno tiene la impresión de que aquí todos nos conocemos. Caminar por 18 de Julio es como moverse por el patio de la casa familiar" (Andamios). Diría Benedetti. Y tantos años después, sigue teniendo vigencia.
Aunque Dieciocho fue, literalmente, el patio de su casa. En el número 878 de la avenida, casi en su inicio, en un edificio que de otra manera pasaría totalmente desapercibido, se encuentra el piso donde Benedetti vivió durante mucho tiempo, y, casi más importante, donde escondió al líder tupamaro Raul Séndic, del que acabo haciéndose muy amigo y al que le dedicaría en 1971 El cumpleaños de Juan Ángel.
Un poco más adelante, todavía sin alejarnos de la eterna Dieciocho, en la esquina en que cruza con Constituyente, encontraremos también la Iglesia Metodista Central, un edificio significativo porque fue donde Mario contrajo matrimonio con Liropeya Luz López Alegre. La elección de este lugar se debió, al parecer, más que a caprichos o excentricidades varias, a que era el único que no le solicitaba certificado de bautismo.“Ibamos a casarnos por la iglesia (…) pero el cura además de católico apostólico era también romano y algo tronco, de ahí que exigiera no sé qué boleta de bautismo o tal vez de nacimiento. Si de algo estoy seguro es que he nacido, por lo tanto, nos mudamos a otra iglesia” (Poema Bodas de Perla).

Cordón y parque Rodó

Y siguiendo en el recorrido otro favorito del escritor y de sus personajes de novela, la feria dominical de Tristán Narvaja que debe su nombre a la calle en la que se ubica ["y por favor no olvides que te espero/con este corazón recién comprado/ en la feria mejor de los domingos" (Poema Irse)], una especie de Rastro de Madrid pero a lo bestia, donde uno puede encontrar cualquier tipo de objeto, especialmente antiguo, irreverente o no, que se pueda cruzar por nuestra mente.
Ahora por fin/están aquí a mi alcance/parque rambla idioma firmamento/recodos calle feria esquinas/ ya no preciso referencias" (Poema Referencias).
Ya que estamos de domingo, por supuesto, no podemos dejar de pasear por el parque más popular de la ciudad, el parque Rodó: “Los domingos (…) iban al parqué Rodó, a caminar por el borde del lago, a soportar sin comentarios, el escándalo de los chicos en la calesita" (Del cuento No ha claudicado).
Y de allí nos encontramos a tiro de piedra de uno de los barrios montevideanos más exclusivos, otro de esos que, al parecer, también tuvo orígenes humildes… “Nos mudamos a Punta Carretas, calle Ariosto, al costado de la cárcel. Precisamente esa vecindad poco esplendorosa abarataba el alquiler" (La borra del café).
Esa vecindad poco esplendorosa vende ahora a muchos dólares su metro cuadrado. Y aunque la mole rectangular que le sirve de faro en el horizonte sigue siendo de gusto dudoso, ahora ya no es un penal ["el doctor Borja no regresó, y varios meses después los vecinos de Rosales empezaron a enviarle cigarrillos al penal de Punta Carretas" (Del cuento Los astros y vos)], una cárcel de la que huir, si no que fue reconstruido en un lugar más acorde con los tiempos: un centro comercial.
En este barrio tranquilo, selecto, lleno de las mejores boutiques, con vistas al río-mar, uno puede pasearse también por el Museo Juan Zorrilla de San Martín, para conocer, a través de la casona de estilo español donde habitó, la vida del poeta de la patria uruguaya, admirado por Benedetti ["y bien atrás un viejo bajito y honorable/ siempre de traje oscuro y con barba canosa/que leía su diario y jamás me miraba (…) mi padre me dijo que ese es el poeta nacional" (Poema Tranvía de 1929)].
Para acabar el recorrido mirando a la rambla –como no–, tomamos el paseo marítimo que circunvala la ciudad y congrega a los uruguayos, donde socializan compartiendo el omnipresente mate, a orillas del Rio de la Plata, y nos encaminamos a la playa de Pocitos, desde cuyas arenas blancas podemos observar el paso de la vida (uruguaya).
nacen junto a la rambla/(…) y en la rambla se mueren/y van al paraíso/y claro/el paraíso/ es también una rambla” (Poema Los pitucos).