jueves, 30 de abril de 2015

Alejandra, siempre Alejandra...


1- Dijiste que me fuera. Intento hacerlo desde que me parió mi madre.
—Vos no existís, ni tu madre, ni nada, salvo el diccionario.



2- Estoy pensando que.

—No es verdad. Cosas desde la nada a ti confluyen.


3- El viento muere en mi herida.

La noche mendiga mi sangre.


4- El ausente



                  I



La sangre quiere sentarse.

Le han robado su razón de amor.
Ausencia desnuda.
Me deliro, me desplumo.
¿Qué diría el mundo si Dios
lo hubiera abandonado así?


                     II



Sin ti

el sol cae como un muerto abandonado.
Sin ti
me tomo en mis brazos
y me llevo a la vida
a mendigar fervor.



5- Las flores morían en mis manos, porque la danza salvaje de la alegría les destruía el corazón. 



6- Que tu cuerpo sea siempre un amado espacio de revelaciones. 



7- La infancia implora desde mis noches de

cripta.


8- Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme.



9- Yo no sé de pájaros. No conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas.



10- Las verdaderas fiestas tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.



11- J'ai sauté de moi jusqu'à l'aube

j'ai laissé mon corps près de la clarté.


12- Siempre hago el amor por primera vez. Mi asombro, mi perdición, mi asfixia, mi liberación.



13- Yo y la que fui nos sentamos en el umbral de mi mirada



14- Ahora la muchacha halla la máscara del infinito y rompe el muro de la poesía".



15- "Y realizo mi comedia social para no perder todo contacto humano.



16- Mi garganta ríe deshojando el cadáver de una violeta muerta. 



17- Noche de insomnio sin saber a dónde ir dentro de mí.



18- Y he bebido licores furiosos

para transmutar los rostros
en un ángel,en vasos vacíos 


He dado el salto de mí al alba

He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace


19- La tenebrosa luminosidad de los sueños ahogados...



20- Como un poema enterado del silencio de las cosas, hablas para no verme.



21- Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura, porque todos estamos heridos



22- ¿Por qué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?



23- Ahora

en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos 
en el umbral de mi mirada.


24- Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas



25- Yo me pregunto si el amor no será un prejuicio.



26- Mi desnudez te daba luz como una lámpara. Pulsabas mi cuerpo para que no hiciera el gran frío de la noche, lo negro...



27- Pero si pudiera vivir siempre ebria, siempre haciendo el amor.



28- El poema que no digo, el que no merezco miedo de ser dos camino del espejo alguien en mí me come y bebe.

Un 29 de abril nacía Alejandra Pizarnik. 
La poeta argentina nació el 29 de abril de 1936 Alejandra Pizarnik. 


“…alguna vez

alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va…”
AP


29- Exilio

      A Raúl Gustavo Aguirre


Esta manía de saberme ángel,

sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.


¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?


Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.


Alejandra Pizarnik, nació en Buenos Aires, Argentina, el 29 de abril de 1936.

La recordaremos hoy con "veintinueve" de sus mejores frases y poemas, cuando hubiera cumplido exactamente 76 años.
Flora Pizarnik Bromiquier, fue hija de Elías Pizarnik y de Rejzla (Rosa) Bromiquier, ambos inmigrantes judíos de origen ruso y eslovaco, que se dedicaban al comercio de joyería. Creció en un barrio de Avellaneda. Tenía una hermana mayor de nombre Myriam.
Su infancia fue muy complicada. Hablaba el español con marcado acento europeo y tartamudeaba. Tenía graves problemas de acné y una marcada tendencia a subir de peso. Estas eventualidades minaban seriamente su autoestima. La auto percepción de su cuerpo y su continua comparación con su hermana la complicaron de manera obsesiva. Es posible que por esta razón comenzara a ingerir anfetaminas —por las cuales desarrolló una fuerte adicción—, que le provocaban prolongados períodos con trastornos del sueño: euforia e insomnio.
En 1954, tras el bachillerato, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Permaneció como estudiante de la Facultad hasta 1957, tomando cursos de literatura, periodismo y filosofía, pero no terminó sus estudios. Paralelamente tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas.
Lectora profunda de muchos y grandes autores durante su vida, intentó ahondar en los temas de sus lecturas y aprender de lo que otros habían escrito. Así se motivó tempranamente por la literatura y por el inconsciente, lo que a su vez hizo que se interesara por el psicoanálisis.
Firmemente apolítica e influenciada en su lirismo por Antonio Porchia, los simbolistas franceses, en especial Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé, por el espíritu del romanticismo, y por los surrealistas, Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería. Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte.
Su primer libro fue La tierra más ajena (1955), editado en Botella al mar. Más tarde publicó La última inocencia (1956), volumen dedicado a su psicoanalista León Ostrov, y Las aventuras perdidas (1958).
Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista Cuadernos y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Césaire, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Allí entabló amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros, siendo este último el prologuista de Árbol de Diana (1962), su cuarto poemario, en el que ya se refleja plenamente la madurez como autora que estaba alcanzando en Europa.
Regresó a Buenos Aires en 1964, publicando sus poemarios más importantes: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) o El infierno musical (1971).
En 1969 recibió la beca Guggenheim, lo que le permitió viajar a Nueva York, y en 1971 una Fullbright.
Escribió en prosa La condesa sangrienta (1971).
El 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) durante un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires, donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio.
Faltó tiempo para la gran empresa literaria. Alejandra decía que tenía que escribir una novela y que habría de aprender una nueva gramática para llegar a ese fin que rondaba por su cabeza.
Hoy, tiene un monumento en la calle Güemes en Avellaneda.

miércoles, 29 de abril de 2015

Idea, siempre Idea.


Ayer 28 de abril se cumplieron 6 años de la muerte de Idea. Mi poeta favorita.Incluso antes que Delmira, Armonía o Alejandra. Les dejo con un día de retraso cinco poemas suyos
Había nacido en Montevideo un 18 de agosto de 1920.
Fue poeta, crítica literaria, compositora de canciones, traductora, educadora: es difícil decir cuál de estas facetas de su trayectoria influyó en más personas. Antes de haber cumplido los treinta años era ya ampliamente conocida en el Río de la Plata por su talento en muchas de las disciplinas mencionadas. Durante la última mitad del siglo XX críticos y profesores de todo el mundo de habla hispana así como traductores de Austria, Brasil, Italia y Estados Unidos difundieron en abundancia su poesía.
Idea Vilariño rechazó durante largo tiempo toda posibilidad de promocionar su nombre. Los editores la urgían a promover sus libros y ella se rehusaba. Más aún, mantuvo un silencio casi completo respecto a su obra, hasta el punto de negarse con regularidad a entrevistas de cualquier tipo. Sólo en 1997 aceptó contestar las preguntas planteadas por Rosario Peyrou y Pablo Rocca.
Si bien Vilariño aceptó diversos premios e invitaciones tanto en su país como en el extranjero, nunca quiso comentar sus poemas ni escribir sobre su obra poética.
Pese a esa falta de promoción, la poesía de Idea atrae cada día más lectores. 

ESTO

Esto que va que viene
que llevamos traemos
de un lado a otro
huesitos ganglios médulas
la voz el tacto dulce
el cristalino
el pubis
esto que cada noche
guardamos
frágil cosa
todo esto
qué es esto
sangre
aliento
piel
nada.


LOS ADIOSES

Morirse
no morirse
y estarse triste repartiendo adioses
moviendo
adiós
apenas
el pobre corazón como un pañuelo.


DÓNDE

Dónde el sueño cumplido
y dónde el loco amor
que todos
o que algunos
siempre
tras la serena máscara
pedimos de rodillas.


DESPUÉS

Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale porla puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie. 

YA NO SERÁ.

Ya no será
ya no
no viviré contigo
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

lunes, 27 de abril de 2015

Una misma habitación, un mismo cuento.

Los argentinos Julio Cortázar (1914-1984), Jorge Luis Borges (1889-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999) eligieron el Cervantes, un modesto establecimiento del centro de Montevideo, para pasar sus noches en la capital uruguaya, mientras que el español Federico García Lorca (1898-1936) estuvo una larga temporada en el lujoso Carrasco, en el lugar de veraneo de la alta sociedad porteña de entonces.
Es conocida la casa que el chileno Pablo Neruda (1904-1973) tenía en el balneario uruguayo de Atlántida, pero poco se sabe de los días que el poeta pasó en la capital uruguaya, casi de incógnito, bajo los techos de un coqueto hotel de la Ciudad Vieja llamado actualmente Plaza Fuerte.
De estas visitas no quedan más que leyendas, viejas anécdotas y alguna que otra placa conmemorativa. Sin embargo, a través de sus escritos y sus vicisitudes personales, es posible descubrir la huella que dejaron esos establecimientos en tan ilustres huéspedes.
UN HOTEL, DOS CUENTOS DE MISTERIO
Bioy Casares achacó la “casualidad” a un hecho del que estudiosos e intelectuales han escrito durante décadas. El cuento de Cortázar “La puerta condenada”, publicado en 1956; y el relato de 1962 “Un viaje” o “El Mago Inmortal”, de Casares son, a grandes rasgos, prácticamente idénticos. Tienen en común un personaje principal, un comerciante que viaja a Montevideo por motivos laborales, y una trama en la que misteriosas voces procedentes de una habitación de hotel turban el sueño del protagonista.
Cortázar sostuvo que en esta coincidencia había un mensaje indescifrable, una tercera voluntad, tal vez porque más allá de la concurrencia argumental, ambos relatos hacían referencia a un pequeño hotel situado en el centro de Montevideo: el Cervantes.
“A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto”, arranca el cuento de Cortázar.
“Juraría que al chofer del taxi le ordené: “Al hotel Cervantes”. Cuántas veces, por la ventana del baño, que da a los fondos, con pena en el alma habré contemplado, a la madrugada, un árbol solitario, un pino, que se levanta en la manzana del hotel”, narra el protagonista de Bioy.
El hotel Cervantes fue inaugurado en 1927 y contaba con 63 habitaciones, un teatro independiente, dos salones y terrazas al estilo andaluz. Para cuando fue visitado por ambos escritores argentinos, unos 30 años después de su apertura, “era un lugar ya descuidado por el paso del tiempo”, explicó el crítico literario uruguayo Rodolfo Fattoruso.
TRAS LAS HUELLAS DE NERUDA
“(...) Pero el terco del conductor me dejó frente al hotel La Alhambra. Le agradecía el error, porque me agradan los cuartos de La Alhambra, amplios, con ese lujo de otro tiempo; diríase que en ellos puede ocurrir una aventura mágica”. Así continúa Bioy Casares su relato ambientado en Montevideo.
Finalmente, su protagonista se hospedará en La Alhambra, un lujoso hotel de la capital situado en la Plaza Matriz. Antes de ubicarse allí, el La Alhambra ocupaba un coqueto edificio entre las calles Sarandí y Bartolomé Mitre, en el corazón de la Ciudad Vieja.
Se trata del actual Hotel Plaza Fuerte, un centenario establecimiento que en 1995, después de ocho años en desuso, fue objeto de una costosa rehabilitación. Para entonces ya era considerado uno de los edificios más bellos y emblemáticos de la zona, más aún cuando cuenta con una curiosa leyenda, cuyo protagonista es el poeta chileno Pablo Neruda.
En 2006, el grupo español Capital Hoteles se hizo con el establecimiento y, desde entonces, su gerente, Marcelo Añón, ha movido cielo y tierra para poder dar con los documentos que acrediten la estadía del poeta en alguna de sus habitaciones.
Fue el anterior gerente del Plaza Fuerte, Miguel Cattivelli, el que le contó a Añón la curiosa historia: unos días después de la reapertura del hotel, Cattivelli recibió la visita de una mujer. Se presentó como una antigua librera del barrio y contó que años atrás, alrededor de 1945, era una asidua del Plaza Fuerte, donde acudía casi diariamente para suministrar libros siempre al mismo cliente: Neruda.
“Me he llenado de polvo revolviendo en los sótanos del hotel, hemos investigado archivos y hasta consultado con la policía”, aseguró el gerente, que aún no ha conseguido hacerse con la prueba física que indique que Neruda estuvo allí porque, como explicó, de aquel entonces el hotel no conserva registro de huéspedes. Además, las autoridades tampoco tienen recogidas las idas y venidas de la “población flotante” de la época.
En cualquier caso, a Añón no le resulta difícil imaginarse al autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” eligiendo su hotel para quedarse los días que pasó en Montevideo, “seguramente atraído por una mezcla de “glamour’ y bohemia que se respiraba por entonces en la Ciudad Vieja”, nombre del casco antiguo de la capital uruguaya, apostilló.
“YERMA, A ORILLAS DEL RÍO DE LA PLATA”
Para su estancia en Montevideo en 1934, Federico García Lorca prefirió el lujo y el confort del Carrasco, un monumental hotel inaugurado en 1921 y en desuso desde hace más de diez años.
Está ubicado en la zona de Carrasco, actualmente el barrio más selecto de la capital y que entonces era el lugar de veraneo más lujoso a ambas orillas del Río de la Plata, pero de sus años de esplendor hoy sólo quedan grandes salones oscuros y derruidos, además de una placa de bronce en recuerdo a la estadía del poeta, que desde una habitación con vistas al río compuso el tercer acto de su tragedia “Yerma”.
Desde hace unos meses Carrasco Nobile S.A. -integrada por el grupo español Codere y el francés Sofitel- trabaja en la rehabilitación del majestuoso edificio donde, según cuenta el escritor José Mora Gaurnido en su libro “Federico García Lorca y su mundo” (Editorial Losada, 1958), el poeta fue sometido “a una especie de amable y disimulado secuestro”. Al parecer, sus amigos en la ciudad, entre los que estaba el también poeta Enrique Díez Canedo, entonces embajador de España en Uruguay, lo perdieron de vista. Cada vez que le llamaban al hotel, les decían que el poeta no estaba. Cuando después de unos días decidieron ir a visitarle, allí se encontraba, en su habitación, concentrado en su escritorio y escribiendo el tercer acto de “Yerma”.
“Estamos trabajando en recuperar el hotel tal y como había sido pensado en su origen” , apuntó el director del proyecto, Guillermo Arcani, quien explicó que en la rehabilitación, que ya está en marcha, se combinarán las técnicas más modernas de reconstrucción con las mismas que se utilizaron para ponerlo en pie, sobre todo en su espectacular fachada de estilo afrancesado.
La mejor forma de recuperar la elegancia de la que hizo gala durante décadas. Un ingrediente que siempre acompañó al Carrasco, al Cervantes y al Plaza Fuerte, pero que no fue el único aliciente por el que tan célebres escritores llegaron hasta sus habitaciones, ya que tal y como versa la cita del Quijote con la que Bioy Casares comienza su relato montevideano: “O cómo o para qué nos encantó nadie lo sabe”.
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Julio Cortázar.
UN BARRIO LITERARIO EN MONTEVIDEO
“El Cervantes era una especie de emblema. No tenía ningún motivo para ser importante, ni por su servicio ni por una gran tradición, pero se hizo a sí mismo”, apuntó el crítico uruguayo Rodolfo Fattoruso, especializado en la literatura de otro célebre huésped del hotel, Jorge Luis Borges.
“El centro no era lo que es hoy. Había muchos bares y una suerte de bohemia de la que él (Borges) participaba”, contó el experto.
La vida en Montevideo para Borges, que pasó varias temporadas en la ciudad entre los años 1945 y 1955, giraba en torno a dos lugares: el Cervantes y El Tupí, un bar situado a pocas calles del hotel, donde “se desarrollaba la vida de las tertulias”, añadió Fattoruso.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 2002, el viejo Cervantes se convertirá en 2011 en el cinco estrellas Esplendor Cervantes Montevideo. Con una inversión de 8 millones de dólares del grupo argentino Fën Hoteles, el nuevo hotel ya está siendo reformado para albergar 85 habitaciones, un salón de eventos, restaurante, salas de lectura y un spa.
Fiel a su herencia, la puesta en funcionamiento del Cervantes será el punto de partida para crear una nueva zona de interés cultural y turístico en la ciudad: el Barrio Literario.
“La idea es fomentar la radicación de librerías, bares literarios y otros comercios afines, apoyar proyectos de actividades literarias y artísticas, y otorgarle al área una nueva estética siempre preservando su aspecto tradicional”, dijo Eduardo Quintans, portavoz de la Intendencia de Montevideo.
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Adolfo Bioy Casares.
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Pablo Neruda reposó, casi de incógnito, bajo los techos de 
este coqueto hotel de la Ciudad Vieja llamado Plaza Fuerte.

sábado, 25 de abril de 2015

Levrero, Aquel realista inverosímil...

La muestra de Tecnópolis dedicó toda una jornada a reflexionar sobre el notable escritor uruguayo y a leer sus textos. Levrero fue recordado y analizado por Luis Chitarroni, Ricardo Strafacce, Luciana Martínez, Ezequiel De Rosso, y por su primer editor, Marcial Souto.


Por Silvina Friera

La máquina de pensar en Mario Levrero (1940-2004) funciona cada vez mejor. Atrevido, inclasificable, el más raro entre los raros, el escritor uruguayo suma cada vez más lectores de distintas generaciones y es homenajeado en el Encuentro de la Palabra por Luis Chitarroni, Ricardo Strafacce, Luciana Martínez, Ezequiel De Rosso, y por su primer editor, Marcial Souto. Levrero negaba cualquier vinculación con la ciencia ficción y se definía como un escritor realista, “un realismo que tiene que ver con lo trascendental, una expresión de la interioridad donde escribe un ‘yo del trance’”, subraya Martínez y precisa que este concepto está en Manual de parapsicología. “El realismo de Levrero no obtura lo fantástico; lo real adviene por la vía fantástica. Levrero se apropia de géneros discursivos que a priori no pertenecen a la literatura.”
De Rosso advierte que es “sorprendente” la relación de Levrero con el policial. “Los textos policiales, sobre todo La banda del ciempiés, que es del ‘89, y Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, del ‘73, no están contados en primera persona. Todos los textos de Levrero se caracterizan por estar narrados en primera persona, incluso otra novela policial, Dejen todo en mis manos, un libro bellísimo. Las novelas policiales son raras en el corpus de Levrero, él las consideraba menores y poco importantes”, explica De Rosso, compilador de La máquina de pensar en Mario, ensayos sobre la obra del escritor uruguayo. “La novela policial funciona como una alternativa a su obra. Todo punto de quiebre en la obra de Levrero va acompañado por una novela policial.” Una de las grandes pasiones de Strafacce es la obra del uruguayo. “La primera página de La novela luminosa problematiza sobre el género. Levrero plantea la separación radical entre la literatura y la vida; una autobiografía sería un libro muy aburrido, una sucesión de días grises; recusa a la vida y a las ideas como generadoras de literatura”, dice el autor de la biografía de Osvaldo Lamborghini y las novelas La boliviana y Frío de Rusia, entre otras.
¿Qué es lo autobiográfico de una novela?, se pregunta Chitarroni. “Una novela no es un diario porque elabora con el acontecimiento vital una tensión”, responde el escritor y editor y señala la necesidad de “distanciar el ‘yo de la novela’ del ‘yo confesional’”. “Levrero, que era un escritor extraordinario, parece constituido como la unidad generadora de todas esas novelas tan distintas que escribió a partir de su muerte. Habría que ver de qué manera se genera una especie de mito unificador que hace que todas esas novelas pertenezcan a un mismo sujeto”, plantea el autor de Siluetas y Peripecias del no. Strafacce destaca la impronta de Kafka en Levrero y menciona que el uruguayo llamaba al escritor checo “mi hermano mayor”. “Siempre pensé la literatura de Levrero como realismo inverosímil. En las novelas y en los relatos de Levrero ocurren hechos extraordinarios, y la presencia de Kafka se nota en el concepto de los espacios, siempre infinitamente plegables y atravesables, pasillos, corredores, puertas que no dan adonde deberían dar. Tras cada pasillo, tras cada puerta que aparece de golpe, hay cierta sexualidad o cierto erotismo mórbido.”
Chitarroni dispara frases antológicas que quedan rebotando en las paredes de la memoria: “Kafka usaba las palabras como si tuviera que devolverlas al día siguiente”. El autor de La metamorfosis estaba habitado por un ingenio “que le permitía desplazarse hacia una fórmula humorística”, opina Chitarroni. Strafacce coincide y aclara que las situaciones cómicas en Levrero están narradas desde un lugar de extrañamiento. “El narrador, aún en los momentos más cómicos, nunca es canchero; en muchos relatos hay una presencia muy fuerte de Lewis Carroll. Levrero tiene por momentos la mirada de un niño, aun cuando el protagonista es un adulto”, explica Strafacce.
Muchas veces lo no “programado” irrumpe con la frescura de lo inesperado. Marcial Souto, el primer editor de Levrero, está escuchando atentamente como un espectador más. Este escritor, traductor y director de revistas y colecciones literarias que nutrieron a varias generaciones de lectores argentinos, uruguayos y españoles, vivía en Uruguay en 1969 cuando Pancho Graells, un humorista gráfico, lo recomendó para dirigir una nueva colección en la editorial uruguaya Tierra Nueva y le presentó a un tal Jorge Varlotta, primer nombre y primer apellido de Mario Levrero, que había sido finalista del concurso del semanario Marcha. “Me dio el manuscrito de La ciudad –recuerda Souto–. Lo leí esa noche y no podía creer lo que era eso, estaba solo en el mundo leyendo ese libro. No hay nadie haciendo esto en nuestro idioma, en este lugar, desde nuestra geografía; es un libro único, al mismo tiempo un poco ‘torpe’ y ‘tartamudo’, como él mismo aceptaba. Le costó mucho escribirlo, dejaba espacios en blanco porque no le salía la palabra justa y después buscaba en el diccionario o les preguntaba a los amigos. Decidí hacer lo imposible para publicarlo. Después vino el trabajo de convencer al editor de que no se publicaba lo que íbamos a publicar sino La ciudad, con el argumento de que era literatura uruguaya, buena, rara, divertida. Yo creo que nadie entendía nada, pero era tal mi entusiasmo que terminaron aceptando. Al día siguiente, cuando le dije a Mario lo que me había producido su novela, me dio una carpeta llena de cuentos que era La máquina de pensar en Gladys, todos los cuentos que había publicado y algunos inéditos.”
No es incómodo ni molesto ni extraño homenajear al escritor uruguayo en momentos en que goza del reconocimiento académico y del mercado editorial. Pero cuando Souto intentaba predicar y contagiar su entusiasmo y pasión por el uruguayo estaba en tierra yerma. Salvo para los Gandolfo –Francisco y Elvio–, “no existía” Levrero. “Desde el principio tuve la sensación de que era el escritor uruguayo más interesante de todos los tiempos, me interesa más que Felisberto (Hernández), que (Juan Carlos) Onetti. Cuando publiqué sus dos primeras novelas, nadie entendía qué era Levrero. Yo regalé en Barcelona ejemplares de La ciudad a los amigos más inteligentes y nunca nadie me dijo nada. Ni siquiera que lo detestaba. Parece ahora que el tiempo lo alcanzó y de repente se lo descubre. Lo que pasa es que hizo dos trucos: uno el de morirse y el otro escribir en los últimos tiempos cosas mucho más fáciles con las que se puede entrar por la puerta de la ‘literatura del yo’. Yo creo que la pólvora está en sus primeros libros, donde él no entendía dónde estaba ni cómo salir de ahí, que es la Trilogía involuntaria.”
Las palabras de Chitarroni funcionan como un conjuro para cerrar toda una jornada dedicada a reflexionar y a leer los textos del narrador uruguayo. “El parpadeo extraño de Levrero es algo de lo que nadie debería privarse.”

miércoles, 22 de abril de 2015

Alejandra, Olga y Julio...

Alejandra Pizarnik y Olga Orozco

Tiempo 
A Olga Orozco
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.
Homenaje a Alejandra Pizarnik por Olga Orozco

Pavana del hoy para una infanta que amo y lloro
A Alejandra Pizarnik
Pequeña centinela,
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
Ellos eran legión.
Legión encarnizada era su nombre
y se multiplicaban a medida que tú te destejías hasta el último hilván,
arrinconándote contra las telarañas voraces de la nada.
El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo.
El que los abre traza las fronteras y permanece a la intemperie.
El que pisa la raya no encuentra su lugar.
Insomnios como túneles para probar la inconsistencia de toda realidad;
noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo
oscuro,
y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la
muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico de cerdo.
¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la herida del propio
nacimiento?
¿Quién habló de sobornos para los emisarios del propio porvenir?
Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un jardín
donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampira,
más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el resto de la sangre en el
umbral.
Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacia adentro.
Intentabas trocarla por la criatura hambrienta que te deshabitaba.
Erigías pequeños castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas de la hoguera de todo posible paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos para roer los puentes de la salvación;
te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.
¡Ah los estragos de la poesía cortándote las venas con el filo del alba,
y esos labios exangües sorbiendo los venenos de la inanidad de la
palabra!
Y de pronto no hay más.
Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se degarró el papel con la desgarradura que te desliza en otro
laberinto.
Todas las puertas son para salir.
Ya todo es el revés de los espejos.
Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en
busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
o te adrementa el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un
manto:
en el fondo de todo jardín hay un jardín.
Ahí está tu jardín,
Talita cumi.
Aquí Alejandra, por Julio Cortázar

París, 9 de septiembre de 1971
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya.
Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo.
El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta.
Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima.
Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
Julio
Homenaje de Julio Cortazar a Alejandra Pizarnik
(29 de abril de 1936 /25 de septiembre de 1972)


Bicho aquí,
contra esto,
pegada a las palabras
te reclamo.
Ya es la noche, vení,
no hay nadie en casa
salvo que ya están todas
como vos, como ves,
intercesoras,
llueve en la rue de l'Eperon
y Janis Joplin
Alejandra, mi bicho,
vení a estas líneas, a este papel de arroz
dale abad a la zorra,
a este fieltro que juega con tu pelo
(Amabas, esas cosas nimias
aboli bibelot d'inanité sonore
las gomas y los sobres
una papelería de juguete
el estuche de lápices
los cuadernos rayados)
Vení, quedate.
tomá este trago, llueve,
te mojarás en la rue Dauphine,
no hay nadie en los cafés repletos,
no te miento, no hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil encontrarse
este vaso es difícil,
este fósforo,
y no te gusta verme en lo que es mío,
en mi ropa en mis libros
y no te gusta esta predilección
por Gerry Mulligan,
quisieras insultarme sin que duela
decir cómo estás vivo, cómo
se puede estar cuando no hay nada
más que la niebla de los cigarrillos,
cómo vivís, de qué manera
abrís los ojos cada día
No puede ser, decís, no puede ser
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es así, Alejandra,
acurrucate aquí, bebé conmigo,
mirá, las he llamado,
vendrán seguro las intercesoras,
el party para vos, la fiesta entera,
Erszebet
Karen Blixen
ya van cayendo, saben
que es nuestra noche, con el pelo mojado
suben los cuatro pisos, y las viejas
de los departamentos las espían
Leonora Carrington, mirala,
Zorn con un murciélago
Clarice Lispector, agua viva,
burbujas deslizándose desnudas
frotándose a la luz, Remedios Varo
con un reloj de arena donde se agita un láser
y la chica uruguaya que fue buena con vos
sin que jamás supieras
su verdadero nombre,

qué rejunta, qué húmedo ajedrez,
qué maison close de telarañas, de Thelonius
que larga hermosa puede ser la noche
con vos y Joni Mitchell
con vos y Hélène Martín
con las intercesoras
animula el tabaco
vagula Anaïs Nin
blandula vodka tónic.
No te vayas, ausente, no te vayas,
jugaremos, verás, ya están llegando
con Ezra Pound y marihuana
con los sobres de sopa y un pescado
que sobrenadará olvidado, eso es seguro,
en una palangana con esponjas
entre supositorios y jamás contestados
telegramas.
Olga es un árbol de humo, cómo fuma
esa morocha herida de petreles,
y Natalia Ginzburg, que desteje
el ramo de gladiolos que no trajo
¿Ves bicho? Así. Tan bien y ya. El scotch.
Max roach, Silvina Ocampo,
alguien en la cocina hace café
su culebra contando
dos terrones un beso
Leo Ferré
No pienses más en las ventanas
el detrás el afuera
Llueve en Rangoon
Y qué
Aquí los juegos. El murmullo
(Consonantes de pájaro
vocales de heliotropo)
Aquí, bichito. Quieta. No hay ventanas ni afuera
y no llueve en rangoon. Aquí los juegos.

Tu jardín del sentimiento, María Jesús Muñoz



Con cariño para mi padre, que ya está gozando de sus seres queridos en el cielo...

El campo encendió sus amapolas,
que expectantes velaban el tránsito
de su labrador...El viento acunó
tus últimos suspiros, mientras
el sol ascendió a lo alto del 
torreón y un ángel cantaba
el Ave María suavizando
tu agonía  y tu dolor...


Y aquella niña regresó en el tiempo
con un ramo de sencillas margaritas
Las mismas que tu traías 
cada tarde y la llenaban
de ilusión y dicha...Ellas te miran,
te sueñan y te quieren, conocen
tu entrega generosa, tu constancia,
tu amor al campo y a la vida.


Hay duelo de lilas y lirios...Hierve el recuerdo
en mi pecho y se escapa el latido.
Mis ojos se nublan, mientras estalla
la luz y el pétalo abriendo la voz
del camino...Te vas y te quedas
en mis pasos, en mi piel y en el aire,
que trae tu canción eterna
desterrando el olvido.


Aún siento tu risa, que florece en
diminutos soles, susurrando historias
y cuentos...Hay un baile, que se 
extiende y engalana un jardín renovado
e infinito en el tiempo...Es tu alma, 
que amanece y anochece, prendida al vuelo,
 a la flor y al grito, dejando su color y 
su aroma a campo abierto.


A la noche el cielo va formando ramos
matizados y azules, que velan el sueño
de tu casa y de tu pueblo...Se han parado
las horas en la vid y en la espiga, que 
nacen portando tu aliento...Tu campo
es un jardín, que explaya en belleza
repartiendo por sendas y veredas
tu alegría y tu sueño.


La vida y la muerte se unen en ese
instante inolvidable y eterno...
Un ángel recita una oración
y el sol afina sus rayos deteniendo
el tiempo...Todo se ha cumplido,
 las margaritas están contigo
y con esa niña, que retorna
al campo, a tu jardín del alma
y del sentimiento.