Aprendamos a descubrirlo a través de los subrayados. Todo aquello que fuera del contexto en sí nos conduciría sin lugar a dudas a alguna parte. Los espero.
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Qué fuerza de realidad tienen los pensamientos de la gente que piensa poco y, sobre todo, que no divaga. A veces dicen “buenos días”, pero de qué manera tan inteligente.
Pero, ¿por qué no acepta que nunca ya volverá a enamorarse?
Era cierto; yo no quiero aceptarlo porque me parece que perdería el entusiasmo por todo, que la esperanza vaga de enamorarme me da un poco de confianza en la vida. Ya no tengo otra cosa que esperar.
Por aquel tiempo no venían sucesos a visitarme a la cama antes del sueño; las pocas imágenes quo llegaban eran idiotas. Ya las había visto en el día o un poco antes. Se repetían caras de gentes que no me interesaban, ubicadas en sitios sin misterios.
Había habido algo maravilloso creado por nosotros.
¿Cómo querer compararse con aquel sentimiento, aquella atmósfera que, a la media hora de salir de casa me obligaba a volver, desesperado, para asegurarme de que ella no había muerto en mi ausencia?
He leído que la inteligencia de las mujeres termina de crecer a los veinte o veinticinco años. No sé nada de la inteligencia de las mujeres y tampoco me interesa. Pero el espíritu de las muchachas muere a esa edad, más o menos. Pero muere siempre; terminan siendo todas iguales, con un sentido práctico hediondo, con sus necesidades materiales y un deseo ciego y oscuro de parir un hijo. Piénsese en esto y se sabrá por qué no hay grandes artistas mujeres.
El amor es algo demasiado maravilloso para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron más que tenerlo, de manera inexplicable. Lo que pudiera suceder con don Eladio Linacero y doña Cecilia Huerta de Linacero no me interesa. Basta escribir los nombres para sentir lo ridículo de todo esto.
El trabajo me parece una estupidez odiosa a la que es difícil escapar. La poca gente que conozco es indigna de que el sol le toque en la cara.
Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene.
Pero aquella noche no vino ninguna aventura pata recompensarme el día.
Había una esperanza, una posibilidad de tender redes y atrapar el pasado ... Tampoco podía perder tiempo, la hora del milagro era aquella, en seguida.
-¿Nunca te da por pensar cosas, antes de dormirte o en cualquier sitio, cosas raras que te gustaría que te pasaran...?
Salió antes que yo y nunca volvimos a vernos. Era una pobre mujer y fue una imbecilidad hablarle de esto.
Es asombroso ver en qué se puede convertir la revolución rusa a través del cerebro de un comerciante yanki; basta ver las fotos de las revistas norteamericanas, nada más que las fotos porque no sé leerlas, para comprender que no hay pueblo más imbécil que ése sobre la tierra; no puede haberlo porque también la capacidad de estupidez es limitada en la raza humana. Y qué expresiones de mezquindad, que profunda grosería asomando en las manos y en los ojos de sus mujeres, en toda esa chusma de Hollywood.
...un acento extranjero que me hace comprender cabalmente lo que puede ser el odio racial. No sé bien si se trata de odiar a una raza entera, u odiar a alguno con todas las fuerzas de una raza.
Y cuando a su condición de pequeños burgueses agregan la de “intelectuales”, merecen ser barridos sin juicio previo.
Fuera de todo esto, que no cuenta para nada, ¿qué se puede hacer en este país? Nada, ni dejarse engañar.
Detrás de nosotros no hay nada. Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos.
Recuerdo que en aquel tiempo andaba muy solo —solo a pesar mío— y sin esperanzas. Cada día la vida me resultaba más difícil. No había conseguido todavía el trabajo en el diario y me había abandonado, dejándome llevar, saliera lo que saliera. ¿Por qué los sucesos no vienen al que los espera y los está llamando con todo su corazón desde una esquina solitaria?
Hablaba rápidamente, queriendo contarlo todo, trasmitir a Cordes el mismo interés que yo sentía. Cada uno da lo que tiene. ¿Qué otra cosa podía ofrecerle? Hablé lleno de alegría y entusiasmo, paseándome a veces, sentándome encima de la mesa, tratando de ajustar mi mímica a lo que iba contando. Hablé hasta que una oscura intuición me hizo examinar el rostro de Cordes. Fue como si, corriendo en la noche, me diera de narices contra un muro. Quedé humillado, entontecido. No era la comprensión lo que había en su cara, sino una expresión de lástima y distancia. No recuerdo que broma cobarde empleé para burlarme de mí mismo y dejar de hablar. El dijo:
-Es muy hermoso... Sí. Pero no entiendo bien si todo eso es un plan para un cuento o algo así.
Yo estaba temblando de rabia por haberme lanzado a hablar, furioso contra mí mismo por haber mostrado mi secreto.
El cansancio me trae pensamientos sin esperanza.
Hace un par de años que creí haber encontrado la felicidad. Pensaba haber llegado a un escepticismo casi absoluto y estaba seguro de que me bastaría comer todos los días, no andar desnudo, fumar y leer algún libro de vez en cuando para ser feliz. Esto y lo que pudiera soñar despierto, abriendo los ojos a la noche retinta. Hasta me asombraba haber demorado tanto tiempo para descubrirlo. Pero ahora siento que ni¡ vida no es más que el paso de fracciones de tiempo, una y otra, como el ruido de un reloj, el agua que corre, moneda que se cuenta. Estoy tirado y el tiempo pasa.
Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce.
Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos.
Pero, ¿por qué no acepta que nunca ya volverá a enamorarse?
Era cierto; yo no quiero aceptarlo porque me parece que perdería el entusiasmo por todo, que la esperanza vaga de enamorarme me da un poco de confianza en la vida. Ya no tengo otra cosa que esperar.
Por aquel tiempo no venían sucesos a visitarme a la cama antes del sueño; las pocas imágenes quo llegaban eran idiotas. Ya las había visto en el día o un poco antes. Se repetían caras de gentes que no me interesaban, ubicadas en sitios sin misterios.
Había habido algo maravilloso creado por nosotros.
¿Cómo querer compararse con aquel sentimiento, aquella atmósfera que, a la media hora de salir de casa me obligaba a volver, desesperado, para asegurarme de que ella no había muerto en mi ausencia?
He leído que la inteligencia de las mujeres termina de crecer a los veinte o veinticinco años. No sé nada de la inteligencia de las mujeres y tampoco me interesa. Pero el espíritu de las muchachas muere a esa edad, más o menos. Pero muere siempre; terminan siendo todas iguales, con un sentido práctico hediondo, con sus necesidades materiales y un deseo ciego y oscuro de parir un hijo. Piénsese en esto y se sabrá por qué no hay grandes artistas mujeres.
El amor es algo demasiado maravilloso para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron más que tenerlo, de manera inexplicable. Lo que pudiera suceder con don Eladio Linacero y doña Cecilia Huerta de Linacero no me interesa. Basta escribir los nombres para sentir lo ridículo de todo esto.
El trabajo me parece una estupidez odiosa a la que es difícil escapar. La poca gente que conozco es indigna de que el sol le toque en la cara.
Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene.
Pero aquella noche no vino ninguna aventura pata recompensarme el día.
Había una esperanza, una posibilidad de tender redes y atrapar el pasado ... Tampoco podía perder tiempo, la hora del milagro era aquella, en seguida.
-¿Nunca te da por pensar cosas, antes de dormirte o en cualquier sitio, cosas raras que te gustaría que te pasaran...?
Salió antes que yo y nunca volvimos a vernos. Era una pobre mujer y fue una imbecilidad hablarle de esto.
Es asombroso ver en qué se puede convertir la revolución rusa a través del cerebro de un comerciante yanki; basta ver las fotos de las revistas norteamericanas, nada más que las fotos porque no sé leerlas, para comprender que no hay pueblo más imbécil que ése sobre la tierra; no puede haberlo porque también la capacidad de estupidez es limitada en la raza humana. Y qué expresiones de mezquindad, que profunda grosería asomando en las manos y en los ojos de sus mujeres, en toda esa chusma de Hollywood.
...un acento extranjero que me hace comprender cabalmente lo que puede ser el odio racial. No sé bien si se trata de odiar a una raza entera, u odiar a alguno con todas las fuerzas de una raza.
Y cuando a su condición de pequeños burgueses agregan la de “intelectuales”, merecen ser barridos sin juicio previo.
Fuera de todo esto, que no cuenta para nada, ¿qué se puede hacer en este país? Nada, ni dejarse engañar.
Detrás de nosotros no hay nada. Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos.
Recuerdo que en aquel tiempo andaba muy solo —solo a pesar mío— y sin esperanzas. Cada día la vida me resultaba más difícil. No había conseguido todavía el trabajo en el diario y me había abandonado, dejándome llevar, saliera lo que saliera. ¿Por qué los sucesos no vienen al que los espera y los está llamando con todo su corazón desde una esquina solitaria?
Hablaba rápidamente, queriendo contarlo todo, trasmitir a Cordes el mismo interés que yo sentía. Cada uno da lo que tiene. ¿Qué otra cosa podía ofrecerle? Hablé lleno de alegría y entusiasmo, paseándome a veces, sentándome encima de la mesa, tratando de ajustar mi mímica a lo que iba contando. Hablé hasta que una oscura intuición me hizo examinar el rostro de Cordes. Fue como si, corriendo en la noche, me diera de narices contra un muro. Quedé humillado, entontecido. No era la comprensión lo que había en su cara, sino una expresión de lástima y distancia. No recuerdo que broma cobarde empleé para burlarme de mí mismo y dejar de hablar. El dijo:
-Es muy hermoso... Sí. Pero no entiendo bien si todo eso es un plan para un cuento o algo así.
Yo estaba temblando de rabia por haberme lanzado a hablar, furioso contra mí mismo por haber mostrado mi secreto.
El cansancio me trae pensamientos sin esperanza.
Hace un par de años que creí haber encontrado la felicidad. Pensaba haber llegado a un escepticismo casi absoluto y estaba seguro de que me bastaría comer todos los días, no andar desnudo, fumar y leer algún libro de vez en cuando para ser feliz. Esto y lo que pudiera soñar despierto, abriendo los ojos a la noche retinta. Hasta me asombraba haber demorado tanto tiempo para descubrirlo. Pero ahora siento que ni¡ vida no es más que el paso de fracciones de tiempo, una y otra, como el ruido de un reloj, el agua que corre, moneda que se cuenta. Estoy tirado y el tiempo pasa.
Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce.
Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos.
AMIGA ROCHIS REMEMORE ESTE PRECIOSO LIBRO ESCRITO POR ONETTI. ESTE FUE UN REGALO SUYO QUE DISFRUTÉ MUCHÍSIMO. YA ME HABÍA DICHO EN SU MOMENTO, SI ENTIENDE EL POZO PUEDE LEER A ONETTI, VAMOS A COMPROBARLO JAJAJAJA
ResponderEliminarSALUDOS
Hola.
ResponderEliminarConfieso que no conozco ni la obra ni el autor, bueno, no conocía, por que ahora honestamente tengo ganas de conocer mas, me ha gustado muchísimo de verdad.
Muchas gracias por compartir.
Un saludo.
ejem! eres la excepción que confirma
ResponderEliminarla norma ja,ja
no, me tendría que poner la pilas ya!
besosss enooormes
Hola Rossina: no es poco tu trabajo y lo que nos ofreces con tus entradas. Una belleza que ciertos problemas de tiempo (resolverlos a la manera borgiana o surrealista no me vendría mal, pero en estos días me parezco más al personaje masculino de "Medianoche en París" jajaja) me impiden comentar con mayor asiduidad. Placer encontrar poesía de Cortázar, reportajes como el del Abelardo Castillo, o este cuento de Onetti, uno de los escritores que me marcó mucho en mi adolescencia. Santa María sigue diagramando algunas calles de mi mundo interior. Besos y un placer leer tus entradas.
ResponderEliminarPD: gracias por tu comentario y tu intento de descifrar. Si lo lográs avisame!
Me gustan tus pensamientos, tienes un bonito blog, es un placer pasar por tu casa.
ResponderEliminarte deseo un feliz fin de semana.
un gran libro por supuesto, fue el primero
ResponderEliminarHola, Rossina, es la primera vez que entro, vi tu comentario en un blog amigo y me dio curiosidad.
ResponderEliminarLo que leí me gustó, así que voy a quedarme como seguidor, si tienes ganas, puedes darte una vuelta por mi espacio.
Un cariño.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
Del Pozo me quedo con todo, no me haga subrayar nada en particular, por favor. Ese tipo que cuenta sus sueños a un poeta y a una prostituta, y que es rechazado, me parece una idea inmensa. “El amor es maravilloso y absurdo e, incomprensiblemente, visita a cualquier clase de almas...” Esta si que es una fatalidad digna de ser lamentada...
ResponderEliminarAZAR
ResponderEliminarCualquier roce furtivo
te envía a las fauces de la locura o el odio.
El más ínfimo matiz de luz
te redime del cascajo de la existencia.
Vuelves a ensancharte y todo te salva:
La brisa del atardecer
El rasgueo de una guitarra
Una pluma en el aire
El recuerdo de un rostro
Y sobre todo
El aferrarse a las ilusiones de amor
desesperadamente.
Anuar Iván.
Me agarraste con tiempo, y soslayando que el trato de Ud. ha sido un modo de acentuar el respeto no asociado a mi no tan prolongada existencia, podría darte algún semblante, muy subjetivo, de lo que significó encontrarme con Onetti.
ResponderEliminarEl muy haragán es un escritor Gris. Onetti Gris sería su apellido compuesto, pues nada en su literatura me parece de impacto, no genera golpes de efecto. Al contrario, su escritura parece aburrida, a veces atonal; pero a medida que se desgrana cada frase, desde su primer palabra hasta el punto aparte, aparece la fascinación de que estamos ante una obra maestra. Gris además porque su literatura se impregna de profunda melancolía; siempre hay una tristeza, un pasado que se evoca y un presente deteriorándose, de algo que se perdió o está a punto de perderse, de decadencia. Es, tanto por eso como por su ritmo que parece transcurrir en la calma chicha de un Río de la Plata en día nublado, uno de los escritores rioplatenses que refleja el "alma" de los porteños y montevideanos. Gris también porque de ese modo, como distraído, define con nitidez contornos y colores, situaciones y anticipaciones, como la escena en que "Junta" observa a los tipos que van a matarlo, estacionados en la vereda de enfrente del lupanar que regentea, un amanecer después de cerrar. Mucho de lo que ocurre en sus novelas se relata a partir de la quietud de los protagonistas, algo coherente con su mítica simpatía por pasar días enteros sin salir de la cama. Es un escritor al que hay tenerle paciencia, no sacude, no es patético, pero cómo escribe. Anticipé que era muy subjetiva mi opinión, y no muy técnica; pero quizá sea de utilidad. Besos.