lunes, 12 de marzo de 2012

Clarice, para no olvidar...


Tanta mansedumbre
Pues en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era de noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en el lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir. Pero también estoy inquieta. Yo estaba organizada para consolarme de la angustia y del dolor. Pero cómo es que me arreglo con esa simple y tranquila alegría. Es que no estoy acostumbrada a no necesitar de mi propio consuelo. La palabra consuelo me llegó sin sentir, y no lo noté, y cuando fui a buscarla, ella se había transformado ya en carne y espíritu, ya no existía más como pensamiento. Voy entonces a la ventana, está lloviendo mucho. Por hábito estoy buscando en la lluvia lo que en otro momento me serviría de consuelo. Pero no tengo dolor que consolar. Ah, lo sé. Ahora estoy buscando en la lluvia una alegría tan grande que se torne aguda, y que me ponga en contacto con una agudeza que se parezca a la agudeza del dolor. Pero es una búsqueda inútil. Estoy frente a la ventana y sólo ocurre eso: veo con ojos benéficos la lluvia, y la lluvia me ve de acuerdo conmigo. Ambas estamos ocupadas en fluir. ¿Cuánto durará mi estado? Percibo que, con esta pregunta, estoy palpando mi pulso para sentir dónde está el latir dolorido de antes. Y veo que no está el latido de dolor. Sólo eso: llueve y estoy mirando la lluvia. Qué simplicidad. Nunca creí que el mundo y yo llegáramos a este punto de acuerdo. La lluvia cae no porque me necesite, y yo la miro no porque necesite de ella. Pero nosotras estamos tan juntas como el agua de lluvia está ligada a la lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. Si, después de nacer, no hubiera tomado involuntaria y forzadamente el camino que tomé, yo habría sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo donde llueve. Sin siquiera dar las gracias a Dios o a la naturaleza. La lluvia tampoco da las gracias. No hay nada que agradecer por haberse transformado en otra. Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tal vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa.

Por no estar distraídos
Había una levísima embriaguez en andar juntos, la alegría como cuando se siente la garganta un poco seca y se ve que por admiración se estaba con la boca entreabierta: ellos respiraban de antemano el aire que estaba delante, y tener esa sed era su propia agua. Andaban por calles y calles hablando y riendo, hablaban y reían para dar materia y peso a la levísima embriaguez que era la alegría de su sed. A causa de los coches y de la gente, a veces se tocaban, y a ese contacto –la sed es la gracia, pero las aguas son de una belleza oscura-, y a ese contacto brillaba el brillo de su agua, la boca un poco más seca de admiración. ¡Cómo admiraban estar juntos!
Hasta que todo se transformó en no. Todo se transformó en no cuando ellos quisieron su propia alegría. Entonces la gran danza de los errores. El ceremonial de las palabras poco acertadas. Él buscaba y no veía, ella no veía que él no había visto, ella que estaba allí sin embargo. Sin embargo él, que estaba allí. Todo fue un error, y estaba la gran polvareda de las calles, y cuánto más erraban, más querían con aspereza, sin una sonrisa. Todo sólo porque habían prestado atención, sólo porque no estaban lo bastante distraídos. Sólo porque, de pronto exigentes y duros, quisieron tener lo que ya tenían. Todo porque habían querido darle un nombre: porque quisieron ser, ellos que eran. Aprendieron entonces que, no estando distraídos, el teléfono no suena y es preciso salir de casa para que la carta llegue, y cuando el teléfono finalmente suena, el desierto de la espera ya cortó los hilos. Todo, todo por no estar más distraídos.

15 comentarios:

  1. La gran danza de los errores contamina todo.

    Entonces, sì hay que salir de casa para que la carta llegue.

    Buen texto.

    Un abrazo.

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  2. Algún día, lo prometo, estaré sentado al lado de una ventana dibujada por las distraídas gotas de lluvia que recuerdan las palabras que les ofrendó Cortázar y susurrándome los sentidos profundos de la lectura de esta maravillosa escritora. En su poética nos ha regalado una moraleja: el valor de fluir, de existir que no necesita definición. Existencialista, y quizá gracias a ello, pudo fluir también con esa poética del aparente abandono, que no es nada más que dejar de retorcer las cosas y verlas, por primera vez y gracias a ello, verlas como sólo pueden verse: con los ojos de un poeta. Gracias, en cantidad. Besos.

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  3. Rossina, hace unos años había leído un libro de Clarice, cuyo nombre no recuerdo. Pero el tema era una especie de plagio de la"Metamorfosis". En ese momento, me costó la lectura y no me gustó para nada. El año pasado una amiga me regaló"Un aprendizaje", y también me resultó arduo. Esta semana, leí "Agua viva" y quedé sorprendida. Me encantó. Leí más de ella, a pesar de las frustraciones primeras, a instancias de un amigo escritor. Ahora estoy re-leyendo "Un aprendizaje". Me siento bien diferente, aunque todavía me cuesta un poco la "verborragia". Son maravillosos estos textos. Gracias, Jacinta

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  4. Siempre me pareció uno de los más difíciles ejercicios la descripción de la felicidad y quizás sea por lo que dice Clarice, porque la dicha discrimina un poco las palabras, como si estas fueran más necesarias para los tristes y luego la lluvia, y la oscuridad y la ventana, mis objetos preferidos...como las distracciones. El segundo texto insiste en lo mismo, "todo porque habían querido darle un nombre", tal vez porque la felicidad es tan frágil que no admite ni pararse a pensar en ella.

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  5. Salir a buscar la felicidad, o la alegría, es una ardua y casi siempre frustrante tarea. Porque sus camminos son infinitos y ha veces nuestros pasos se desvían inconscientes o agotados en su intento se detienen. Descubrirla y sentir que su fragilidad fluye y nos asombra en las pequeñas cosas, como en esas gotas de lluvia que caen sin que nada hallamos hecho por ello. Sólo estar en esa ventana y dejar que nos humedezca y ver como luego se multiplican musgos y líquenes. Se crea vida. La felicidad existe. Aprender a ser felices depende de nuestra capacidad para percibir su señal

    Leer a Clarice es descubrirla siempre,su lectura me lleva a un momento feliz.

    La estoy leyendo en Cerca del corazón salvaje. Sintiéndola.

    Un beso amiga. Es un placer poder acercarme a ti,y disfrutar con la elección de estos texto

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  6. Si, Clarice nos habla de la felicidad mansa que produce el hacer diario, de lo que se espera que hagamos las mujeres, ese cuidar vidas ajenas dejándose llevar por las pequeñas alegrías y el adormecimiento de la rutina concertada.
    Me gustan sus cuentos,sus mujeres, las niñas que descubren que el amor por los libros las salvará en tantos momentos duros de la vida.
    Excelente tu texto, amiga,da gusto pasarse por aquí.
    Un abrazo.

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  7. Gaucho, debo confesar que la frase que remarca es la que más me llega. Esa suerte de inacción que trae la quietud, y el ir y venir de oportunidades cuando nos encontramos desapegados.
    Soltar para que vuelva...

    Mirta, decida lugar y hora para café borgeano.

    Javier, qué lindo aporte. Creo que tanto en el tuyo como en el de Mario y Beatriz, siento una suerte de continuidad del escrito. Gracias a los tres. He adorado cada una de sus palabras y reflexiones, y por cierto que coincido en la dificultad de expresar lo más dichoso...

    Jacinta, yo como he comentado en alguna oportunidad, me enamoré de su Felicidad Clandestina, y después de reunir casi toda su obra, en muchas oportunidades me sentí decepcionada.
    Quizás no era mi momento. Quizás este sí ya sea el tuyo.

    María, gracias a vos por estar y aportar siempre, tan acertadamente.

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  8. Sí, las palabras, a veces, pueden ser un ceremonial de desaciertos, por eso es bueno estar distraído no importa en qué en el momento oportuno. La sorpresa será mucho mayor cuando, mirando caer la lluvia tras la ventana, te den unos golpecitos en el hombro para que dejes de respirar a hierba mojada y vuelvas tu mirada a la realidad de la sonrisa que tienes tras de ti.

    Un cariñoso abrazo, querida amiga.

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  9. La minuciosidad de Clarice para contar estados de ánimo y ese preguntarse, para mí, da un sentido intimista que a veces hasta me perturba.
    Lo logra siempre, al punto de que muchas veces reniego de su lectura.

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  10. gran maestra, Clarice.

    Besos. Muy lindo blog.

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  11. Cartas, teléfonos, calles...
    Al final todo acaba mal.
    Siempre.
    Da igual el esfuerzo.

    Besos.

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  12. Clarice Clarice Clarice :-) ¡nos encanta Clarice!
    Hay nueva edición de Via crucis del cuerpo de editorial Corregidor: http://www.corregidor.com/?page_id=860

    Buen finde!

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  13. clarice, amadísima clarice...

    me parece excelente la elección de textos, tan diferentes, y tan iguales en impacto.

    besos, maestra*

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  14. ¡Excelente blog, Rossina!
    Para leer y releer.

    Cariños.

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