Librería Puro Verso, Montevideo Octubre de 2012 |
En mi blog de siempre estamos de convocatoria, y me sumo desde aquí, desde mi otro espacio, con uno de lo libros más hermosos que he leído. Mario Levrero y su Discurso Vacío.
A Sigma y Mario Gomez Garrido, ellos saben por qué...
Debo caligrafiar, de eso se trata. Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología. Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.
La mediocridad es uno de los méritos más celebrados.
Tuve la tentación de transformar mi prosa caligráfica en prosa narrativa, con idea de ir fabricando una serie de textos como peldaños de una escalera que me elevara de nuevo a las añoradas alturas que había sabido frecuentar hace ya mucho tiempo.
Ese disgusto tiene que ver según he podido percibir, con el hecho de llevar ya demasiado tiempo
-demasiados años- viviendo fuera de mí mismo, ocupándome de cosas que suceden fuera, de manera exclusiva.
-demasiados años- viviendo fuera de mí mismo, ocupándome de cosas que suceden fuera, de manera exclusiva.
Esto quiere decir que percibo las cosas superficialmente, que no tengo vivencias, que estoy apartado del ser interior; demasiado apartado, y sin tener la menor noción de los caminos posibles para acercarme.
No importa qué es lo que se está viviendo cuando uno está apartado de Sí Mismo. Todo transcurre sin dejar ni una huella memorable.
La causa no está en los reclamos del mundo exterior, sino en mi apego, o mi compromiso con estos reclamos.
El vacío nunca me asustó demasiado; en ocasiones hasta llegó a ser un refugio.
La voluntad: ese es el nudo de mi problema actual. He perdido mi fuerza de voluntad, la cual, por otra parte, nunca fue muy grande.
La única libertad verdadera, lo sé de sobra, es aquella que se conquista.
Y debía comenzar a adaptarme a la vida en otra ciudad, en otro país. No había tiempo para sentir dolor y opté por anestesiarme.
No podía permitirme sentir miedo, como tampoco podía permitirme volver la mirada hacia las cosas que dejaba atrás.
Tengo la impresión de que todo en mí se desorganiza con demasiada facilidad. Si bien es cierto que debería ser más fuerte y no dejarme arrastrar por la locura del entorno, también es cierto que estoy acostumbrado a entornos más controlados por mí.
Los problemas pasan a ser enemigos que afrontar.
El discurso no se alteró sino que se borró durante muchas horas.
Sin embargo todo es subjetivo, no hay plazos impuestos desde afuera.
Todavía no he podido poner en práctica mi sistema de "situarme" idealmente en la nueva casa e imaginar su funcionamiento.
Lo que se hace no surge de una necesidad real, no es necesario, sino que hay un patrón , una forma abstracta que se aplica como si fuera una fuerza natural operando en todos nosotros.
Creo que están apareciendo los efectos del antidepresivo, al menos los efectos secundarios...
Nunca nadie me dejaba contarla hasta el final; me interrumpían hablando de otras cosas, y eso me excitaba y me daba rabia. También me daba rabia hacia mí mismo, por no poder sintetizar la historia, ir a la esencia de lo que quería contar.
Es muy difícil no estar asustado cuando uno siente que no puede contar mucho consigo mismo.
Ya las cosas no sería tan fáciles, porque me pesa la experiencia anterior, que fue buena como experiencia, pero sería terrible como repetición.
Una extraña forma de vida, uno vive y piensa, siempre en función de otra persona que por lo general no está presente, y que, por lo general, nunca puede saberse con certeza cuando va a estarlo.
Son muchos cambios para un hombre, que suele apegarse extremadamente a los lugares.
Cuando uno sabe que ha de abandonar un lugar para no volver, es imposible seguir viviendo en él cómodamente, por así decirlo uno no está allí donde está, sino que vive proyectándose, cada vez con mayor fuerza, hacia el nuevo lugar donde va a vivir.
No soy capaz de imaginarme el día de la mudanza, el levantarme de esta cama en mi casa, para acostarme esa noche en esta misma cama, en otra casa; en el medio hay un esfuerzo, una complicación, un trabajo que me parece no poder enfrentar.
Mis narraciones son en su mayoría, trozos de la memoria del alma, y no invenciones...
Más libros elegidos en casa.
Te leo mucho, soy nueva visitante, gracias
ResponderEliminarConsidero un arte mayor narrar con sutileza y precisión de neurocirujano los pormenores de los estados propios del alma, nuestras sensaciones interiores, nuestros reflejos, nuestros pensamientos mínimos...este texto avanza hacia ese carril.
ResponderEliminarUn abrazo
No es vacio este discurso, está lleno de ausencias, de desapego, interno externo, de miedo...al inevitable cambio, todo fluye.
ResponderEliminarMaravilloso fragmento.
Narrar desde el interior es realmente dificil, es desnudar el alma, mostrarla y que otros sientan, si se consigue es todo un disfrute para el que lee. Has elegido un bello fragmento.
ResponderEliminarUn abrazo.
somos lo que escribimos...
ResponderEliminarabrazo, rossina*
Perdón si me repito, si digo obviedades, si reflejo demasiado mi adhesión incondicional al libro y a Levrero (y a los que lo aprecian, como Rossina), pero de los subrayados, destacaría:
ResponderEliminar- La caligrafía como estado de ánimo, como imagen del escribidor, como signo mágico inabarcable.
- El valor de las contradicciones.
- El lento proceso que convierte cualquier escrito en eso tan inefable y querido que llamamos literatura.
- El vacío, el silencio, la soledad y otros laberintos considerados como lugares habitables.
- La dificultad del viaje, de las mudanzas, la querencia por el lugar que nos pertenece, la muchas veces menospreciada trascendencia de cruzar un río.
- El humor como recurso de defensa.
- La escritura como búsqueda.
- La necesidad de un lector.
- y más cosas.
Gracias por la dedicatoria, porque evidentemente esto es como un viaje de ida y vuelta y porque yo a Levrero no le hubiera conocido nunca si a usted no le hubiera dado por señalármelo, imagínese que desastre. Un abrazo.
Ya mismo intento conseguir ese libro, es maravilloso lo que contiene, y a diferencia de sentir un discurso vacío sentí un discurso lleno de emociones, gracias por compartir esto.
ResponderEliminarUn beso.
Y sin embargo el tuvo el valor y la lucidez para adentrarse en sus entrañas y descubrir y describir sus temores, sus vacíos. Muchos viven así, con esta sensación de desarraigo, de no pertenecer ni a su propio ser, pero se mienten a sí mismos para no afrontar el arduo trabajo de desnudar el alma y resurgir fortalecidos.
ResponderEliminarUn abrazo