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Era una mañana como cualquier otra, pero en el aire serpenteaba una luz especial. Un brillo cuya diafanidad invitaba a dejar huella.
De mi cuello pendía una piedra verde, y a modo de talismán llevaba conmigo una vasija de cerámica que emanaba mi esencia favorita. No pude negarme; desde que la descubrió, fue suya.
Lo acompañé en sus tareas habituales. Nadie, nada, avisó que desde aquella primavera, sus/mis primaveras, pasarían a ser nuestras. No, no hubo guiños ni anticipos.
Pudo haber sido la primera vez y la última y sin embargo no, desde aquella esquina de Lerma y Canning, dos mundos se volvieron paralelos.
Pudo haber sido la primera vez y la última y sin embargo no, desde aquella esquina de Lerma y Canning, dos mundos se volvieron paralelos.
Sabía que me gustaba leer. Ignoraba qué. Que la gente debía acudir a mí cuando estaba bien, aunque así no fuese, y él hubiese trabajado tanto para que sí.
En verdad lo ignorábamos todo el uno del otro ya que hasta ese día, nuestros universos, poco habían tenido que ver más que con aquello que nos unía: el entorno laboral.
Me dijo por ejemplo, que fumaba tabaco hindú. Desconocía que su mundo desbordaba de libros y estaba plagado de papeles y de desorden.
Días más tarde viajamos, y fue testigo el mar... y recorrimos una peatonal a la que hoy en casi veinte años he vuelto tantas veces -por suerte aprendemos a soltar pasados- y me distraje en una librería. Conmigo solo llevaba Ética para Amador...
Un libro, uno de ellos me llamó; las tapas de los libros siempre lo han hecho.
Devolví el libro en el mostrador y me fui a casa, tratando de desalojar de mi mente la persistente imagen de Gardel que me hacía señas, ahora desde mi memoria.
Irrumpió un nuevo viaje. Esta vez permanecería sola. Parecía imposible de tolerar. Llevábamos un mes juntos y ni un día separados. El imán era ineludible. La pausa insostenible.
Un libro, uno de ellos me llamó; las tapas de los libros siempre lo han hecho.
Devolví el libro en el mostrador y me fui a casa, tratando de desalojar de mi mente la persistente imagen de Gardel que me hacía señas, ahora desde mi memoria.
Irrumpió un nuevo viaje. Esta vez permanecería sola. Parecía imposible de tolerar. Llevábamos un mes juntos y ni un día separados. El imán era ineludible. La pausa insostenible.
La vasija de lavanda la llevaba en su cuello, y yo había abandonado mi piedra verde; él me había fabricado un escapulario tan alegórico como ese futuro elegido en cuatro días. Sí. En tan solo cuatro días habíamos definido un destino. Un único camino par.
Dedico el escrito a Alfredo y Cass que hace algunos días idearon la consigna, y fueron anfitriones de lujo.
Dedico el escrito a Alfredo y Cass que hace algunos días idearon la consigna, y fueron anfitriones de lujo.
con todo mi cariño y agradecimiento
ResponderEliminarhttp://elbalcondecas.blogspot.com/
Las tapas llaman, sus hojas dejan huellas y después vienes con este lindo texto.
ResponderEliminar:)
Abrazo Nena.
Hola Rossina,
ResponderEliminarSólo una linea para decirte que me encanta la frescura de tu texto. En realidad, todo el grupo de argentin@s, uruguay@s y chilen@s me están descubriendo otro perfil de la lengua... Muy rico y seductor.
Felicidades
Un muac
Qué bueno que así sea, por nosotros y por los del sur del sur...
EliminarAbrazo
Rossina, muy agradecido por tu dedicatoria.
ResponderEliminarEl texto es muy bueno, y tú lo secundaste con brillantez y respeto.
De nuevo muchas gracias.
Alfredo
Quién me cuenta quiénes fueron los cuatro que me adivinaron!!!
ResponderEliminarGracias a uds. mis muy queridos.
Los indefinibles viajes que nos despojan de lo que creíamos era nuestro y la imagen de Gardel que salta desde la cubierta de un libro hacia la memoria, me parece grandioso como perfilas este encuentro que deviene en destino, como si nada.
ResponderEliminarTengo problemas informaticos para entrar en tu casa amarilla, malditos ordenadores. ¿Por qué? No lo se. Asi que te dejo aquí dicho que tus "intensidades" me transportaron, como quien dice, por esos caminos del Sur y la memoria, dejándome casi sin ganas de regresar. Un abrazo.
ResponderEliminarvuelva a mi casa amarilla y corrobore.
EliminarBelleza, contundencia de la ocasión, así suelen definirse las vidas. Es muy sabio, puesto que la meditación es sólo objeto de parálisis. Besos.
ResponderEliminarJavier,
ResponderEliminarMeditación igual parálisis. O el haber accionado sin pensar es lo que subyace en el escrito? Vuelva!
Rossina
ResponderEliminarME VIENE A ACLARAR LO DE LA PARÁLISIS EN ESTADO MEDITATIVO EN LA CASA NARANJA. A VECES UD Y SU ARIES ME IRRITAN TANTO
jueves
01:52
Javier Noya
Eh! No se enoje. Y no meta al pobre Aries que de meditativo no tiene un ápice, pobrecito. Es que meditar exige quietud, y normalmente uno toma decisiones dinámicamente. Quería destacar la sabiduría del texto en ese sentido.
jueves
10:56
Rossina Salcedo
no me nojo, no lo entendí . Aries toma decisiones como flecha de fuego que sale del océano.
mi texto fue muy aries, no?
13:05
Javier Noya
No podría decirle con exactitud puesto que entiendo poco, me parece más de signo de agua hinchado las pelotas, como si dijera "bueno, ahora sí, me puse a vivir y qué". Sí me pareció bastane cortaziano en el estilo, tiene una atmósfera de los soliloquios de Oliveira (tomá, ahora sí, enojate)
13:08
Rossina Salcedo
esto me lo copipasteo y llevo al blog
13:31
Rossina Salcedo
mentira, llevelo ud cuando mejor le parezca
Hoy
12:48
Javier Noya
Es suyo, su escritura lo motivó. si necesita una donación formal, aquí la dejo planteada.
Hoy