martes, 25 de octubre de 2011

Onetti / Benedetti (Correspondencia 1951-1955)


Las cartas intercambiadas entre Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994) y Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920, Montevideo 2009), estaban en poder del último. En noviembre de 1998 Benedetti las entregó a fin de que fueran depositadas en el Programa de Documentación en Literaturas Uruguaya y Latinoamericana, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, donde se conservan.
Estas cartas no poseen espesor confesional, en ellas sólo se discute sobre literatura o sobre la vida literaria; por último, la cuidadosa calidad de su escritura expresa una firme conciencia compositiva, la manifestación del placer por el texto más allá de la perentoria comunicación de un mensaje. Una elocuente ironía disparada por Onetti circula en varias comunicaciones: un día la escritura privada se hará pública, se escribe hoy no tanto para decir algo al interlocutor sino para la "gloria". Se escribe para que en el futuro "los cuervos del Instituto de Investigaciones" escudriñen, cubran de bronce, tergiversen las rectas intenciones del creador, según bromea Onetti a principios de 1952 (Carta 4). Con el mismo espíritu lúdico y con no menos ironía, dirá poco después: "No le escribo a usted, sino a la Patria. (Calcule, de aquí a cien años, a los diez de mi muerte, el brillo o punta que pueden sacarle a la frasecita ésa los muchachos del Instituto" (Carta 6). Pudo haber sido más optimista en sus cálculos, porque menos de medio siglo después, y a un lustro y poco de su muerte, se procura sacar alguna "punta" a las frases, socarronas (y no tanto), de este Onetti que, en el fondo, reclamaba perdurar y ser reapropiado como escritor uruguayo.
La cartas van de una orilla a otra del Plata a lo largo de cuatro años exactos: entre la primera mitad de 1951 y el 18 de abril de 1955. Cuando Onetti mandó de Buenos Aires a la capital uruguaya la primera de sus notas, hacía una década que se encontraba radicado en Argentina. Cuando recibió la última que le enviara Benedetti desde Montevideo, faltaba muy pocos meses para que regresara al país de origen. Por eso el epistolario se interrumpe, ya que a partir de mediados del 55 la convivencia en la misma ciudad permite comunicarse en forma más inmediata y directa, si es que eso se llevó a la práctica.
En Madrid se reencontrará con un Benedetti también exiliado, de quien llegó a ser casi vecino, ya que alcanzaron a vivir a poco menos de quince cuadras. Y aunque Onetti no salía de su apartamento, Benedetti llegó a visitarlo allí en más de una ocasión, sobre todo en los últimos años. Quizá no se frecuentaron demasiado en Montevideo, entre 1955 y 1974 (año en que Benedetti se vio obligado a salir del país) ni en la primera etapa del exilio (1974-1980), pero en ese lapso Benedetti escribió varios artículos sobre la narrativa onettiana, reconociéndola siempre como una de las mayores obras de esta América.
El último episodio de esa relación literaria ocurrió en Madrid, en marzo de 1993, cuando Benedetti fue uno de los que presentó la última novela de su amigo: Cuando ya no importe.
En el remoto 1951 Onetti tuvo la iniciativa epistolar. Pero el establecimiento del contacto lo procuró el escritor que residía en Montevideo, quien le envió un ejemplar de su libro Marcel Proust y otros ensayos, publicado aquel año. La respuesta desde Buenos Aires no demoró mucho, porque Onetti tenía una verdadera avidez por estar en diálogo permanente con los jóvenes uruguayos (a quienes llevaba más de diez años), sobre todo los que hacían la revista Número: Idea Vilariño -con la que más tarde tendrá una relación sentimental-, Emir Rodríguez Monegal, Manuel A. Claps, Sarandy Cabrera y, desde luego, Mario Benedetti. Necesitaba estar al tanto de las novedades literarias uruguayas.
En 1951 se sumará Mario Benedetti con la redacción del prólogo a la compilación Un sueño realizado y otros cuentos, editada por Número, una de las motivaciones de esta correspondencia. Cuando estableció su vínculo con el narrador residente en la otra orilla, Benedetti apenas pasaba los treinta años de edad, pero ya daba muestras de la prolífica actividad que hasta hoy lo caracteriza. Ni siquiera había conseguido eco en Buenos Aires, según puede advertirse en la última de las comunicaciones enviadas a Onetti:
Tengo la santa intención (y he preparado el mamotreto) de ofrecer a alguna editorial argentina un volumen de cuentos. Son 15 o 16, la mayoría inéditos, bajo el título y el tema común de Montevideanos. Llevo 7 libros publicados y humildemente debo confesar que estoy podrido de costear mis ediciones (Carta 9).
Con estos antecedentes y, sobre todo, con un conocimiento mutuo que sólo se daba por escrito, los asuntos sobre los que hablan no pasan la raya de lo 'público', salvo cuando se trata de proyectos personales.
Fuera de esto, que no es poco y es lo medular, no había nada privado que tratar entre quienes tuvieron un primer y fugaz encuentro personal a comienzos de los cincuenta en una cervecería del Parque Rodó, según testimonios de Benedetti y de Idea Vilariño. Sólo hablan de literatura -en general de la propia- en un sincero y despojado intercambio de opiniones. Hablan de Número y del semanario Marcha, de la provinciana pero activa vida literaria de Montevideo, de algunas obsesiones, del presente y del futuro.
Hay cosas definidas con nitidez y que desmienten algunos lugares comunes sobre uno y otro escritor. Por ejemplo, la repetida imagen de que Onetti se niega a ingresar en el 'escalafón' y se mueve al margen del mundo. Por otra parte, contra la imagen cercana de un Onetti ermitaño, encerrado en una pieza y ensimismado, hay un escritor aún joven -que oscila entre los 42 y los 46 años- que sabe dialogar con alguien más joven, quien lo respeta sin la previsible veneración que podría llegar de otros, un escritor que participa de la vida cultural, un poco al sesgo, pero que está muy presente aun estando ausente del territorio uruguayo. Benedetti silencia su actividad como poeta. Esto quizá se deba a que los términos del diálogo se hacen con arreglo a la narrativa y el ensayo, tal vez porque considera que Onetti tiene una dudosa 'autoridad' en el género, o una escasa afinidad. Como sea, cifra todas sus esperanzas en convertirse en narrador "definitivo":
Me gusta hacer crítica, pero más, mucho más, me gusta hacer cuentos. No sé si me importa demasiado si haré algún ensayo definitivo de 300 páginas, pero sí me importaría hacer un cuento definitivo de 5, 10 o cualquier número de páginas (Carta 2).
Basta leer sólo una página, un solo párrafo de uno y otro autor para notar las enormes diferencias entre ambos, la singularidad de cada uno. En las cartas comparecen opiniones coincidentes. Los dos conciben, en un sentido muy 'moderno', la separación de funciones: hay narradores por un lado y críticos por otro (Rodríguez Monegal parece ser el modelo uruguayo para los dos); hay buenos y malos escritores; se puede uno entrometer en diversos ejercicios pero siempre habrá una 'verdad' última y honda. Onetti entiende que su destino es el de novelista y cuentista, por lo que se rehúsa a entregar una visión crítica sobre Céline, con quien, evidentemente, no quiere que se lo filie en exceso. Benedetti aspira a convertirse en un narrador y si hace crítica sólo es porque le atrae como una forma subsidiaria de la narrativa, una tarea más del escritor-lector, una versión del "poeta-crítico" que imaginara T. S. Eliot. La práctica de la ironía es otra nota común, aunque con diferentes matices. En Onetti adquiere densidad y elegancia que sirve de estímulo para el otro corresponsal, más afecto al retruécano, la broma punzante, la superposición de la lengua 'culta' con la 'popular'. El humorismo ligero o ingenioso de Benedetti concurre en su prosa de ficción (algo muy aplaudido por Onetti)
Existe, más allá de las ideas básicas compartidas, una fuerte distancia entre los dos escritores. Hay una mirada muy crítica de Onetti hacia la concepción del libro de cuentos sin organicidad y de estructura miscelánea, una condena del mero "juego" que oculta o impide la expresión del pensamiento del autor (a propósito de Esta mañana); está la sospecha sobre el relato que sólo se rige por exigencias formales o "intelectuales" (acerca de Quién de nosotros). Por su lado, Benedetti rechaza la narración ambigua y nebulosa, que esconde o encubre la nítida lógica de los acontecimientos relatados (eso en relación a 'María Bonita' o 'La casa en la arena'). Quizá la mayor disidencia tenga que ver con la visión del mundo que producen las ficciones. Onetti reprocha, al pasar, en una carta de comienzos del 52, que en Esta mañana "la totalidad de los cuentos está chorreando exasperación y un poco de odio" (Carta 4).
A su corresponsal no le pasa inadvertida esta señal: "Acerca de la exasperación y del odio, ya hablaremos. Pero no son inventados. Hay mucho de la vida prójima que huele mal y no puedo evitar que la nariz literaria se me frunza" (Carta 5).
No se habla de política. La ausencia podrá no sorprender a los lectores de Onetti -salvo del último-, pero sí a quienes conocen a un Mario Benedetti.
De todas formas, tanto uno como otro preferían transitar por un mundo de referencias y de interferencias literarias que les pertenecía más que cualquier otro y en el que ya estaban instalados con plena y legítima comodidad.
Click aquí por la correspondencia completa.

Artículos de Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa y David Viñas
Edición, notas y cronología de Pablo Rocca

9 comentarios:

  1. leí y aquí sigo...pensando qué decir...
    este es el momento de callar y de partir a leer las cartas.


    mil besos, rossina*

    ResponderEliminar
  2. Razón tenía Benedetti al señalar la obra de Onetti como una de las mayores de América, y yo aún diría de todo el siglo XX. Extraordinariamente singular, sus textos rechazan la lectura apresurada. Su swing es otro, de una densidad faulkneriana. Acerca de la correspondencia entre escritores -de inmediato paso a leer la de estos dos-, ninguna biografía es más fidedigna que aquella que se construye a partir de las cartas.

    ResponderEliminar
  3. Como Rayuela y Juan Herrezuelo paso a leer las cartas. Gracias por ponerlas, Beneditti es uno de mis poetas favoritos.
    http://youtu.be/Gjczc3uFR6c

    ResponderEliminar
  4. Que gozada poder encontrarles a ambos en esas cartas.

    ResponderEliminar
  5. Rossina ,
    con muchísima y grata atención he leído todas y cada una de las cartas entre estos dos autores que tanto han hecho por la palabra y por la dignidad del ser humano . En ambos se desvela una especial sensibilidad hacia lo cotidiano, a lo que le sucede al hombre, al mundo, a la vida. Ambos han pasado por la indignidad del exilio aunque para mí particularmente (y como imágen de la sensación que queda para siempre en esa persona que es mudada de su lugar) la palabra "destierro " es mucho más significativa, má elocuente de lo que queda en quien que lo sufre. La sensación de un vacío inexplicable y sin embargo siempre esperanzador del regreso. He leído muchísima poesía de Benedetti , y me he extasiado con la excelente capacidad narrativa de Onetti.
    Ha sido un placer conocer un poco más de estos dos seres excepcionales. ( Incluídos los escarceos amorosos de Idea Vilariño).

    Te envío esta dedicatoria que he encontrado. por que me parece muy ejemplarizante de la personalidad de Onetti.
    Un saludo afectuoso y ha sido un placer empezar esta especie de encuentros virtuales tan especiales
    Beatriz

    ResponderEliminar
  6. Hola Rossina:

    Está impecable como siempre, y ese anexo epistolar inmejorable.

    Yo sentí alguna incomodidad al leerte estos días: tengo a Benedetti siempre en estado de gracia, a contraposición de Onetti.

    Me doy cuenta que al margen de los análisis literarios, o de las crónicas y cartas, la personalidad de J.C.O. es como la contracara de M.B.

    Doble descubrimiento al leer el carteado; el amor a un país y el destierro los unía. Ahora están las cartas.

    En mi humilde opinión, un corazón tan grande como el de Benedetti pudo tratar a un tan complejo Onetti.

    Las obras de ambos son tan diferentes entre sí, como sus personalidades.

    Saludos.
    D.

    ResponderEliminar
  7. Buenísimo... Yo a veces pienso como será estudiada la literatura epistolar de los autores modernos, con tanto mail y comentario por blog dando vueltas.

    Saludos

    ResponderEliminar
  8. Como siempre, el material que mostrás es excelente. Yo había leido hace un tiempo estas cartas y me parecieron realmente fascinantes, sobre todo por la capacidad de Onetti y su uso de la ironía. Era bravísimo.
    Benedetti no me gusta... No puedo con él. Pero JC es lo mejor que lei en mi vida. Nadie como él.

    Abrazo, martín

    ResponderEliminar
  9. Curioso pensar dónde me encontraba yo cuando Benedetti presentó acá su Cuando ya no importe, y no se, pero creo que por entonces me dedicaba a descubrir a Borges. Por qué no hacer una lista con los tres escritores que prefiero y juntarlos. Los entiendo tan diferentes y sin embargo indiscutibles...ahora que me descubrió la imagen de Benedetti visitando en su casa a Onetti, me acuerdo todos los días cuando salgo del trabajo y paso delante del portal de Avenida de América, añadiendo aún más emoción al momento, compartiendo, aunque soy de acá, un exilio interior que provoca inevitables extrañezas con todo lo que me rodea. La carta es una introspección compartida,indispensable: la pregunta correcta no es para qué se escribe: es para quién se escribe.

    ResponderEliminar