jueves, 12 de febrero de 2015

Libros subrayados, Octaedro


Julio, que hoy hace treinta y un años que nos dejó, y treinta y un años que nos acompaña.


Che, y decile a la enfermera que no me joda cuando escribo, es lo único que me hace olvidar el dolor aparte de tu eminente farmacopea, claro.

Es cierto que escribir me calma de a ratos, será por eso que hay tanta correspondencia de condenados a muerte.

Nadie se atreve a meterse con mi cuaderno.

Les va a costar separarse después del almuerzo porque es entonces cuando volverá lo otro, la hora de irse a sus casas, el último, definitivo entierro.

También para ellos lo peor va a ser la vuelta, antes hay la ceremonia y las flores, hay todavía contacto con esa cosa inconcebible llena de manijas y dorados, el alto frente a la bóveda, la operación limpiamente ejecutada por los del oficio, pero después es el auto de remise y sobretodo la casa, volver a entrar en casa sabiendo que el día va a estancarse sin teléfono ni clínica, sin la voz de Ramos alargando la esperanza para Liliana.

Las palabras unas tras otras rellenando el vacío.

Las piezas desnudas que olían a verano.

En tanta niebla de tiempo.

Casi al alba, el cigarrillo consumido, la copa de vino en la mano indecisa. El vino como un guante de tiempo, había escrito Claudio Romero en alguna parte.

Cada uno instalado en su burbuja instalado entre paréntesis.

Todo se cumplía cíclicamente, cada cosa en su hora y una hora para cada cosa...

Fijar las cosas y los tiempos, establecer ritos y pasajes...
Este presente sucio, lleno de ecos de pasado y obligaciones de futuro.

De esos muertos que quisiste y que están en ese ahí que ya me exaspera nombrar con palabras de papel.

Quisiera leer muchas cosas, es ahora cuando tengo que empezar a leer.

Todo estaba como quieto, como de alguna manera congelado en su propio movimiento.

Todos sentíamos que en el fondo la inmovilidad seguía, que estábamos como esperando cosas ya sucedidas o que todo lo que podía suceder era quizá otra cosa o nada, como en los sueños.

Un poema de "Salvo el crepúsculo": Java, y si se trata de elegir un cuento, hoy elijo éste: El otro cielo.

7 comentarios:

  1. En tanta niebla de tiempo: treinta años, treinta y uno, da igual, está acá, no se movió. Sus palabras, efectivamente, colmaron vacíos, ausencias incluso, yo te voy a confesar, Rossina que antes de ponerme a escribir cualquier cosa, por insignificante que sea, si no encuentro las palabras para empezar, leo o escucho la voz de Julio. Normalmente las palabras me vienen a los veinte segundos, por eso a veces me salen cosas que se le parecen, aunque nunca es mi intención plagiarlo. Cuanta gente hay queriendo deshacerse de su estela. Yo no lo intentaré nunca.

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  2. Mario, me llevo tus palabras también al muro o las pondrías vos, como siempre de colección.

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  3. Te llamaron Julio
    Encerrando invierno en tu nombre.
    Y así fue
    Que en tiempo de enfriar tu sangre
    Fuiste lejos
    A otras latitudes que precisaban abrigo.

    Y allí
    Con el exilio vencido por ser hombre de todos
    Fuiste tu nombre
    Y el verano más frío que recuerdo.

    Pero el tiempo....

    Es esta causa
    De victorias perdidas que sudan
    nos abraza
    Con el juego de niños tirando piedras
    Mientras tu voz
    Nos acerca el milagro de una gota.

    Te llamaron Julio
    Para no arder antes de tiempo....

    Querido Julio
    Los cronopios no se olvidan
    Ni se esconden
    Cuando se trata de poner cielo en el reloj.

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  4. Ay, Noya. Cómo lo quiero. Gracias.

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  5. me pidieron que hablara sobre Julio y yo, que siempre hago lo opuesto, en principio me negué. tal vez, porque para mí julio es sólo un mes y si de mes se trata, yo adoro abril - ese mes mágico en el que, desde que tengo uso de razón, las cosas más maravillosas tuvieron y tienen lugar - quizás porque en abril no hace calor ni frío, mi abuelo cumplía años en abril y era hermoso ir a visitarlo y escuchar sus aventuras de viaje o su infancia en Budapest; en abril comenzaba cursos o conocía gente rara. así a través del tiempo.
    pero decía, Julio. ¿qué podría decir yo de Julio que no se haya dicho ya? de pequeña jugaba a la rayuela. ¿eso sería suficiente para un homenaje digno? seguro que no; por otra parte, a nadie le interesaría. pero Julio...
    una vez, conocí a un músico que lo amaba. yo también amaba a Julio aunque mantenía mi amor en secreto. escuchábamos jazz, leíamos y hasta inventábamos historias tontas que, sucedían inexorablemente en París. mi reloj marchaba al revés y si me reflejaba en un espejo me veía más vieja. de esa época viene un mal merecido apodo - cronopia - que nunca supe aprovechar. es que jamás me propuse sacar ventaja de nada. la vida simplemente: se vive. algunos, como Julio, como yo; buscamos la belleza en lugares escondidos o que sólo son visibles a nuestros ojos. ¿quién puede detenerse un instante y jugar con las gotas de lluvia que caen sobre el vidrio de la ventana con los dedos? ¿quién escribiría un texto poético en medio de un embotellamiento de horas? ¿quién creería en el amor de forma eterna y posible dejando de lado la estupidez humana? ¿quién? ¿eh? sólo Julio. y yo un poco a lo mejor.
    en fin, que Julio es Julio y es muchísimo más que un simple mes.


    Crista Smith
    a modo de homenaje, si se quiere.

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