lunes, 6 de febrero de 2012

Cortázar y Borges

Norah Borges - Ilustración

En el libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, de Fernando Sorrentino (editado en 1996), Borges comentaba: "Yo me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. El me dijo: '¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en Diagonal Norte?' No, le dije yo. Entonces él me dijo: 'Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana y que usted me diría lo que pensaba del manuscrito'. Yo dirigía entonces una revista, Los Anales de Buenos Aires, una revista ahora indebidamente olvidada, que pertenecía a la señora Sara de Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, Casa tomada; al cabo de una semana volvió. Me pidió mi opinión, y yo le dije: En lugar de darle mi opinión, voy a decirle dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta, y dentro de unos días tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah".
Y sigue relatando Borges acerca de aquel segundo encuentro en la casa de su amigo Ibarra: "En esa ocasión en París, Cortázar me dijo: 'Lo que yo quería recordarle también es que ese fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me conocía'. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar. Y luego nos vimos un par de veces en la UNESCO, donde él trabaja. El está casado -o estaba casado- con la hermana de un querido amigo mío, Francisco Luis Bernárdez (aludía, a la eximia traductora y luego albacea de Cortázar, Aurora Bernárdez). Bueno, como le decía -prosigue Borges- nos vimos creo que dos o tres veces en la vida y, desde entonces, él está en París, yo estoy en Buenos Aires; creo que profesamos credos políticos bastante distintos: pero pienso que, al fin y al cabo, las opiniones son lo más superficial que hay en alguien; y, además, a mí los cuentos fantásticos de Cortázar me gustan".
Ya mucho antes, en 1984, en el prólogo que Borges escribiera al libro de Cortázar Cartas de mamá se refería a la anécdota del primer encuentro con Cortázar en la redacción de la revista de Sara de Ortiz Basualdo y lo describe como "un muchacho muy alto. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido".Y cuenta Borges esa misma historia acerca de la publicación del notable cuento de Cortázar en esa revista que define como "casi secreta". "Ese cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula Casa tomada -agrega Borges-. Esa circunstancia me honra. Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe. En el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos, las páginas que merecen ser releídas. Schopenhaueur aconsejaba que, por no exponernos al azar, sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años." Y manifiesta Borges: "No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. Cartas de mamá, el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que son las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una Noches. (…) En este admirable relato -escribe generosamente Borges- no se declara, se insinúa, lo cual da más fuerza como en el Izur de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética -repite y concluye Borges- entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras".

Estilos que se bifurcan
A su vez, Julio Cortázar retribuye y reconoce el talento borgeano en varias entrevistas que otorga a distintos interlocutores en los años 70.
Al escritor y periodista uruguayo Omar Prego Gadea le dice: "En principio soy -y creo que lo soy cada vez más- muy severo, muy riguroso frente a las palabras. Lo he dicho, porque es una deuda que no me cansaré nunca de pagar, que eso se lo debo a Borges. Mis lecturas de los cuentos y de los ensayos de Borges, en la época en que publicó El jardín de senderos que se bifurcan, me mostraron un lenguaje del que yo no tenía idea (…) Lo primero que me sorprendió fue una impresión de sequedad. Yo me preguntaba: ¿Qué pasa aquí? Esto está admirablemente dicho, pero parecería que más que una adición de cosas se trata de una continua sustracción. Y, efectivamente, me di cuenta de que Borges, si podía no poner ningún adjetivo y al mismo tiempo calificar lo que quería, lo iba a hacer. O, en todo caso, iba a poner un adjetivo, el único, pero no iba a caer en ese tipo de enumeración que lleva fácilmente al floripondio".
Ya en esta opinión se vuelve clara la diferencia que, desde un punto de vista formal, habría entre los dos escritores: Cortázar, con su cálido y chispeante estilo coloquial, Borges con su precisión incisiva y ascética.
"La gran lección de Borges -continúa Cortázar- no fue una lección temática, ni de contenidos, ni de mecánicas. Fue una lección de escritura. La actitud de un hombre que, frente a cada frase, ha pensado cuidadosamente, no qué adjetivo ponía, sino qué adjetivo sacaba. Cayendo después en cierto exceso que era el de poner un único adjetivo de tal manera que usted se caiga un poco de espaldas. Lo que a veces, puede ser un defecto", sentencia, en un reportaje reproducido por la revista La Maga, en 1994.
Cortázar insiste en viviseccionar la escritura de Borges en su aspecto estilístico.
También lo hace, y esta vez de una manera halagüeña, al referirse a la dupla Borges - Bioy Casares, en una charla recogida y publicada por la profesora de Filosofía y Letras (de origen peruano) de la Universidad de California, Sara Castro-Klaren: "Bioy y Borges, rechazando como rechacé yo eso que los españoles llaman humor y que no es nada más que el chiste macabro y, en general, de muy mala calidad, han sabido meterlo en la estructura mental y lingüística del español y darle una especie de derecho de ciudad que le quita, digamos, el fondo anglosajón y lo vuelve perfectamente argentino y latinoamericano. En ese sentido yo encuentro una gran afinidad de mi propio humor con el de Bioy y con el de Borges".
En cuanto al aspecto ideológico que ha puesto a Borges y Cortázar en veredas opuestas, dividiendo las aguas también entre los lectores, sobre todo en los años de la dictadura militar, Cortázar le confesaba a Hugo Guerrero Marthineitz en La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas: "En la actualidad, cada vez que se menciona a Borges, inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados… en América Latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor, pero lo que pasa en América Latina es que en estos últimos años (se refería a los años 70) además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos de Borges (…) Sin embargo -admite Cortázar-, Jorge Luis Borges ha escrito algunos de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. El escribió también una Historia Universal de la Infamia".
Tras la muerte de ambos, el colador del tiempo ha agigantado hasta lo indecible la genial figura de Borges en su propio país y en el mundo y ha colocado en un lugar de privilegio la escritura y el mundo ficcional de Cortázar.
Quedan aquí registradas las reflexiones de ellos -algunas más generosas que otras- como mera anécdota, pero no por ello carentes de interés.
Cuando leímos las palabras de Borges sobre Cortázar, resonaba en nuestros oídos esa voz trémula, titubeante, con ese leve tartamudeo, que varias veces escuchamos en su casa de la calle Maipú o en las inolvidables conferencias del teatro Coliseo.
Lo mismo nos ocurrió con Cortázar, con quien tuvimos la alegría de toparnos en París. Le oímos esa voz potente, grave, acorde con su cuerpo de gigante, ese castellano con un pronunciado acento francés, cuando frente al metro Odéon le dimos la mano y le contamos que veníamos de Buenos Aires. Era esa misma voz que tantas veces escuchamos, hechizados, en aquel famoso disco Long Play que él grabara con algunos de sus mejores cuentos, allá por los años 60.
Es muy difícil que un escritor se expida sobre otro, con juicios de valor, en especial si son compatriotas y contemporáneos. Sirva esta nota entonces como un imborrable recuerdo que conservamos de ambos y, por supuesto, como nuestro humilde, pero sentido homenaje a estos dos monstruos sagrados que asumieron el riesgo y se animaron a hacerlo.

Texto de Alina Diaconú - La Gaceta

8 comentarios:

  1. Desde esta distancia, resulta difícil entender que puedan existir dos bandos con Borges y Cortazar, a mi si me obligan a elegir me muero. Es más, según mi limitado esquema mental, ambos forman parte de lo mismo, ante todo, de una forma de usar el lenguaje única que, definitivamente, nadie ha superado.

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  2. Nadie. Estamos de acuerdo, Mario.
    Yo no me muero, elijo sin vacilar.

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  3. Así es, discriminar por ideología a los escritores es una verdadea estupidez. También se armó un bando, que ahora parece algo menguado, enfrentando a Borges con Arlt. En fin, a esta altura me parece atinado que la literatura de disfrute por sí misma, que es lo que el tamiz del tiempo suele hacer por los mediocres contemporáneos que no lo hacen. Besos.

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  4. Bueno....yo elegiría lo mismo...me he equivocado..o no...en fin, lo que intentaba decir es que...no se...¡que esto no tiene que ser una competencia!

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  5. Una valiosísima recopilación de opiniones cruzadas entre dos seres más allá de todo elogio, pues ambos, cada uno a su modo, frecuentaban de manera natural el otro lado; de ahí esa extraña manera de expresar un respeto mutuo que sin duda tiene su razón de ser no ya sólo en sus obras, sino sobre todo en ese excepcional hecho. Por lo demás, cuánto invita a reflexionar esa afirmación de Borges: las opiniones son lo más superficial que hay en alguien. ¿Somos, pues, lo que callamos? Diablos, sí.

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  6. Algunas cosas las sabía, la moayoría no. En ambos casos fue un placer leerlas aquí!

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