miércoles, 6 de febrero de 2013

Delia Elena San Marco

Se lo dedico a Ud. mi mejor y más fiel entusiasta (palabras de María) porque hace unos días mi súplica le hizo ruido y me ha escrito el mejor de todos los escritos. Y porque ud mismo en esa despedida ahogada y silenciosa no pudo decir tanto y hoy sí nosotros leerlo.
Porque en el anterior le dije que me recordaba a éste cuento, y lo busqué hasta encontrarlo.
Que está entre mis diez favoritos, que no por breve deja de ser magistral; por ese énfasis de las despedidas, de las que sabemos para siempre y aquellas que imprevistas nos arrebatan lo más cercano.
Los espero a todos, no se sientan excluídos. La propuesta es: los adioses.


Delia Elena San Marcos


Nos despedimos en una de las esquinas del Once.

Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vuelta y me dijo adiós con la mano. Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran las cinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquel río era el triste Aqueronte, el insuperable.

Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.

Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsa y que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación. Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro. Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.

Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterior o en la despedida inocente. Porque si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis.

Decirse adiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.

Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? este diálogo incierto y nos preguntaremos si alguna vez, en una ciudad que se perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia. 



Jorge Luis BorgesEl hacedorBuenos Aires, Emecé, 1960

9 comentarios:

  1. Él sí que debía entender de despedidas, que hermoso y triste. Me emocionó que algo mio le recordara esta maravilla, que reune mundos tan aparentemente ajenos como el de Platón, sus inefables ideas y esa esquina tan terrenal del Once. ¡Qué puedo decir!...Gracias

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  2. Maravilloso cuento, no siempre suficientemente atendido. A Ud. no se le podía escapar, desde luego!

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  3. Después de ver el comentario que has dejado en mi blog me he pasado a ver lo que me decías de las despedidas.
    ¡Qué magistrales letras!Un cuento esperanzador, los adioses no son definitivos, habrá un reencuentro, en otro lugar, en otro tiempo, en otro mundo....Incomparable Borges.

    Un beso.

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  4. Es emocionante. Me encanto. Gracias por insistir para que lo lea. Un pedacito de los lu esta en esta historia

    Besos

    Ciana

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  5. Mario y Ud. no sabe cuánto cambió esa esquina de tantas charlas con Macedonio, donde llegaron a la conclusión de que la muerte era una falacia. Ud. siga sin creer en su prosa, que es mi favorita: vi que hubo paralelismos entre lo no dicho de su escrito anterior a Virgilio y el monólogo interior de Beatriz.

    Marcelo, y a Ud. tampoco.

    Leonor: me encantan todas tus apreciaciones siempre Ojalá así sea. Que todo sea una mera escena que hemos elegido vivir con anterioridad...

    Lu, lo era. Imperaba. Por eso. Su Lu esa última noche no dio señales. Ni él ni nadie. Nada lo anticipó.

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  6. Ahora que tanto se lleva el microrelato o relato muy breve no está nada mal recordar que hubo maestros que ya lo practicaron, y que lo llenaron de sabiduría, y que el punto final dejaba en el aire un vibración que se te quedaba dentro.
    ¿Responderían también a la inmortalidad los adioses de Onetti?

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  7. Juan, Los Adioses para mí son de Onetti. La llaman nouvelle o novela corta. ¿lo has leído? Pero no le encuentro vínculo con este texto de Borges, que como bien decís es microrelato y desde mi punto de vista está entre lo mejor de lo publicado.

    TORIS, me alegra que algo le cause placer a Ud y a sus alter ego.

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  8. No puedo comentar algo que Borges escribió tan magistralmente, la melancolía de un encuentro que las circunstancias convirtieron en el último. Y la esperanza de la inmortalidad. ¿Que más se puede decir?

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