miércoles, 9 de marzo de 2011

Una habitación de hotel, rincón en la literatura

En una época de bohemia y glamour casi olvidada, célebres escritores de lengua española se vieron atraídos por el encanto de Montevideo y sus tertulias interminables. Una suerte de hechizo de los hoteles Cervantes, Carrasco y Plaza Fuerte, donde se alojaron figuras de la literatura universal.
Julio Cortázar (1914-1984), Jorge Luis Borges (1889-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999) eligieron el Cervantes, establecimiento del centro de Montevideo, para pasar sus noches en la capital uruguaya, mientras que el español Federico García Lorca (1898-1936) estuvo una larga temporada en el lujoso Carrasco.
Cortazar y Bioy escribieron dos cuentos idénticos.
"Un viaje" o "El Mago Inmortal", de Bioy Casares y "La Puerta Condenada" de Cortázar.
Ambos narran la historia de un hombre que se aloja en un hotel y no puede dormir por las voces que oye en el cuarto vecino. Irritado al principio, luego desesperado, se resigna a comentar la acción que transcurre del otro lado del tabique. Finalmente descubre que la trama no existe, que en el cuarto de al lado había un único e imposible huésped.
Si ya la coincidencia argumental es rara (aunque cuartos vacíos y ocupantes fantasmas estén arraigados en la tradición de la literatura fantástica), la enrarece aún más la coincidencia en los detalles.
Petrone, el personaje de Cortázar, y el "yo" narrador de Bioy, son comerciantes. Viajan a la misma ciudad, Montevideo (en el Vapor de la carrera), y están a punto de registrarse en el mismo hotel.
Cortazar publica "La puerta condenada", en 1956 en el volumen Final del juego.
Más allá de la historia que se narra en el cuento, Cortázar describe allí el hotel Cervantes -o lo que de él recuerda, ya que el cuento fue escrito en París-, y desliza, de paso, algún comentario sobre Montevideo y los montevideanos.
"A Petrone le gustó el Hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros", dice Cortázar.
"Juraría que al chauffer del taxímetro le ordené: "Al hotel Cervantes", se asombra el personaje de Bioy, (en "El viaje", 1962) con inquietante perplejidad cuando el taxi se para frente al hotel La Alhambra.
Del Cervantes apunta nostálgico Bioy: "Cuántas veces, por la ventana del baño, que da a los fondos, con pena en el alma habré contemplado, a la madrugada, un árbol solitario, un pino..."
Y Cortázar: "El cuarto de baño tenía una ventana más grande, que se abría tristemente a un muro, a un lejano pedazo de cielo, casi inútil".La vista melancólica desde el cuarto de baño aparece en el comienzo de los relatos. También esta declaración del personaje de Bioy: "Me apresuro a declarar que no creo en magos, con o sin bonete, pero sí en la magia del mundo".Citan los mismos ejemplos: el tedio de sus negocios, la grisura de la ciudad, diarios que compran y leen sin interés, paseos por el centro, las palomas. Incluso el cine que promete y frustra la ilusión de un refugio.
El personaje de Cortázar ha visto las películas y no entra. El de Bioy entra, ve una y lo desasosiega.
Al aburrimiento se le sumará el cansancio. Y las voces nocturnas: el llanto de un niño y el arrullo de la madre despiertan a Petrone; al don Juan fracasado de Bioy le toca el castigo de una pareja que hace el amor estrepitosa e interminablemente. Uno se queja al gerente del hotel y le dicen que no hay ningún niño en el piso, que la mujer siempre ha estado sola. El otro se resigna: sabe que no hay más cuartos libres.
"Se preguntó si no debería dar unos golpes discretos en la pared para que la mujer hiciera callar al chico" (Cortázar).
"Salté de la cama para dar nudillos en la pared..." (Bioy).
Cuando se hace el silencio, ambos habían planeado una venganza para librarse de sus vecinos.
En el cuento de Cortázar se ejecuta y la mujer abandona el hotel. En el de Bioy, se convierte en el humilde deseo de ver a la mujer de la pareja.
Pero a través de la puerta condenada, vuelve a oírse el llanto del niño, y en "Un viaje o el mago inmortal", el envidioso insomne atestigua que en el cuarto vecino no hay ninguna pareja sino un anciano debilucho que se llama Merlín.
Contra la corriente de sus vidas -uno residía en París, el otro siempre en Buenos Aires- y contra una amistad distante, hecha de afectuoso respeto pero con escasos encuentros personales se vieron y hablaron de los caprichos del azar.
Desde todo punto de vista, los cuentos gemelos rechazaban una explicación. Paradójicamente, Bioy Casares, quien en su obra nunca abandona la fe en lo extraordinario, se negó a admitir otra razón que la casualidad.
Averiguar dónde y qué estaban haciendo cuando se les ocurrió la historia del viajante, mostró que antes de escribir ya coincidían: estaban solos, Bioy en un hotel de Portofino, leyendo a Dante, Cortázar, en una casa en un bosque de Francia, leía un libro sobre vampiros.
Los dos sintieron una nostalgia de Buenos Aires y por pudor, decidieron situar el cuento en Montevideo.
Y así emprendieron el viaje imaginario en el vapor de la carrera, hacia el hotel Cervantes, hacia el cuarto fantástico.
En 1973, Buenos Aires los reunió fugazmente para reírse juntos de un plagio sin plagiarios cuya impecable confección desmorona la suspicacia del más vigilante de los críticos. Ni Cortázar ni Bioy imaginaron que aquel encuentro fue también el último. Jamás volverían a verse.
La cita del Quijote que precede al relato de Bioy Casares parece comentar, con una precisión que estremece y deleita, la extraña historia de los "El cómo o para qué nos encantó nadie lo sabe".
Cortázar sostuvo que en esta coincidencia había un mensaje indescifrable, una tercera voluntad, tal vez porque más allá de la concurrencia argumental, ambos relatos hacían referencia a un pequeño hotel situado en el centro de Montevideo: el Cervantes.
Fuentes:
El Observador 2 de setiembre de 1994
La máquina del Tiempo, Clarín 1994
Dietario voluble, El País
Enrique Vila Matas, 13 de Mayo de 2007

4 comentarios:

  1. Buen anàlisis. Demasiadas coincidencias.

    Un abrazo.

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  2. Opino igual que el Gaucho, buen post por cierto.

    saludos

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  3. Sí, es una fascinante coincidencia, pero no creas que es la única y estimo que la misma casualidad crea un extraño sortilegio alrededor del objeto mismo de las obras; por mi parte te diré que difícilmente creo en coincidencias, más bien sí en la travesura cómplice de ambos, para dejarle a la posteridad la risa total de sus grandes genialidades. Un fuerte abrazo y, aunque sea cansado, te reitero mi gran agradecimiento.

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  4. No creo en las casualidades, pero sí en las burlas del destino (que se vale de su lacayo el azar, a modo de bufón que lo entretenga).

    Montevideo me acude a la mente de tanto en tanto, en particular cuando pienso, a modo puramente especulativo, en un extraño personaje llamado Monsieur Shoshani, y su desaparición por tierras uruguayas. Hay un libro, escrito por Salomon Malka, sobre este individuo.

    Un saludo

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