lunes, 10 de septiembre de 2012

Cees Nooteboom

"Así pudo ser poesía selecta"
Fernando García de la Banda - 2003


Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es uno de los más importantes y originales escritores en lengua neerlandesa, y ha sido traducido a innumerables lenguas. Es también junto con su compatriota Harry Mulisch y el belga flamenco Hugo Claus, uno de los más conocidos en España, país por el que siempre ha sentido una atracción especial, y en donde sus libros desde principios de los años noventa han llegado cada vez más al gran público.
Su primera novela El paraíso está aquí al lado (1955), inspirada en un viaje en auto-stop por toda Europa, fue el principio de la unión entre literatura y viaje que le ha acompañado toda su vida: el viaje como inspiración literaria y también como experiencia interior que no tiene límite. Desde entonces ha seguido viajando por todo el mundo, trabajando como periodista y escritor, y viviendo en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania, el país donde su obra es más conocida y valorada, y donde prácticamente se ha convertido en una figura pública. Nooteboom es autor de novelas, ensayos, poesía y libros de viaje (género en el que es pionero en Holanda), y traductor de poesía española, catalana, francesa y alemana, y de teatro americano.
Este escritor preocupado por el europeísmo y los nacionalismos, no se siente especialmente neerlandés sino una especie de ciudadano del mundo, con marcadas raíces europeas, que le han valido el apelativo de europeo nato por su compromiso con el ideal de un europeísmo respetuoso con la identidad de los distintos pueblos. Su interés por el presente le ha llevado a vivir en primera persona acontecimientos históricos como los de Hungría en 1956 París en 1968 y Berlín en 1989. Y ha dejado constancia de ellos en sus ensayos y escritos periodísticos, con un estilo, una visión personal, y un interés por el detalle que hacen que sus crónicas vayan más allá del periodismo.
Gran parte de su obra en prosa ha sido traducida al español. Rituales (1980), que fue la novela que lo consagró en su país natal, pero el que más contribuyó a su popularidad en España fue El desvío a Santiago (1992), un ensayo que muestra su relación de más de cuarenta años con España. En este libro que es a la vez una erudita guía de viajes y un autorretrato melancólico, logró concentrar el autor todo su conocimiento y fascinación por España. El día de todas las ánimas (1998) es su última novela y la que considera más ambiciosa, y Hotel Nómada (2002) una fantástica recopilación de artículos y relatos de viaje sobre sus experiencias de periodista y viajero en lugares como Gambia, Mali, El Sahara, Bolvia o México. 
Otras novelas traducidas al español son : En las montañas de Holanda (1984), y las novelas cortas Una canción del ser y la apariencia (1981) ¡Mokusei! (1982), El buda tras la empalizada (1986) y La historia siguiente (1991).
La poesía de Cees Nooteboom, como toda su obra, se caracteriza por cierto distanciamiento. Su mirada es la del espectador, un viajero que se detiene a contemplar el mundo, desde la incertidumbre y la admiración, para luego continuar su camino. Es una poesía, por tanto, reflexiva, filosófica, contemplativa: de nuevo el viaje es interior. En ella encontramos el culturalismo no exhibicionista de un hombre que declara tener un respeto sagrado por el conocimiento, pero sin pretensiones de erudición, y también se aprecia la huella profunda de oriente, que se manifiesta en el anhelo -evidentemente frustrado- de abandonar la razón y sus abstracciones, e incluso el propio yo (véase yo) en cierto esencialismo formal, y en una tendencia a la composición al modo de los paisajes japoneses, con colores muy vivos, elementos planos y muy marcados, sin artificios, con delicada elegancia, pero también con toda la fuerza de la naturaleza.
La temática tiempo muerte, el desgaste inevitable de todo, es probablemente el eje central de una obra que presenta otros temas que la atraviesan: los dualismos (realidad apariencia, presencia ausencia ser no ser) la indagación meta poética, un sentido casi místico de la visión, en donde el ojo interior nos convierte en dioses, y el rechazo a un mundo caótico y banal, como un ermitaño de la palabra.
Su poética se encuentra resumida en Cebo: la poesía nunca puede tratar de mí, ni yo de la poesía. Yo estoy solo, el poema está solo, y el resto es de los gusanos.
Sus imágenes son materiales, a menudo elementos de la propia naturaleza (fuego, agua, rocas, sol y nieve), y también sus metáforas, que se perciben por los sentidos, parecen querer huir de toda abstracción. La fuerza de su poesía se apoya en la sonoridad de la versificación rítmica germánica, en leves asonancias o aliteraciones y en la propia materialidad de las palabras, que él prefiere todo lo concretas que sea posible. A esto hay que añadir una preferencia marcada por las palabras agudas al final de verso, y sobre todo como cierre del poema, lo que en sus propias palabras produce un efecto de látigo.

Borges 
A una moneda

Río de la Plata, la tormenta
azota el agua. Tú que aún puedes ver
escribes la ciudad que desaparece en el nombre 
de sus letras, la desembocadura
el océano. Viaje de invierno del poeta.

Pero ¿qué te sucede?
¿Cuál de todas tus almas 
saca ahora de tu bolsillo esa moneda
y la arroja desde la cubierta más alta,
un destello
en el negro de las olas?

¿O acaso no eras tú, de nuevo,
sino ese otro llamado también Borges
el doble en el espejo 
del poema soñado?

Dos veces, dices, añadiste algo
a la historia del planeta,
dos series interminables, paralelas
y tal vez infinitas,

tu existencia, y la de esa mísera moneda
que allí en lo más hondo de las profundidades
comienza ahora la progresión mágica 
del consumirse
aunque no lo sabe.

Tú sí, por eso estás celoso
y feliz. Tu júbilo secreto fue
penetrar en el destino. Retorno,
infinitud, fábulas con las que jugar.

Así arrojaste tu obra
al tiempo,
palabras, un día empezadas como nada,
como pensamiento, como frase, como poema
escritura transformada en libro
de mármol, y luego hundiéndose
perdida, corroída
por mil ojos aún no nacidos,
otra vez convertida en palabras sin poeta,
y más aún,
letras en la piedra más y más ilegibles,
susurro de fragmentos,
el eco enigmático
de un tiempo prehistórico,

hasta esa única y última 
redención,

alcanzada
ausencia.

4 comentarios:

  1. No sabía ni quien era.
    Ahora ya si.

    Besos y gracias.

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  2. Me agrego al comentario de Toro. Disculpe mi ignorancia, creo que estuve cerca de El Buda tras la empalizada, pero cerca nada más, observando el lomo. Lo demás es absoluta ignorancia. Besos, y gracias por compartirlo.

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  3. Sí que es verdad que acá se le conoce bien a Cees, muy bien desmenuzado en el texto. Yo destacaría también Perdido el Paraíso, su novela que más aprecio, algo intrincada por lo disímiles lugares donde se desarrolla, pero que al final es una búsqueda de ángeles en un mundo en el que, desgraciadamente, esta es una idea que se considera más bien obsoleta.
    ¡Qué bueno encontrar al final esos versos sobre el maestro!

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  4. Mario, si ud. la aprecia no dudo que estaría entre mis favoritos. Iré por ella. Gracias siempre.
    Como podrá imaginar, todos los caminos conducían al maestro.

    Javier y Torito, gracias por estar. Yo llegué a
    él por este poema al maestro, y siento que solo estoy en el punto de partida.

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