lunes, 14 de marzo de 2011

Final del juego, libros subrayados

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Había empezado a leer la novela unos días antes.
Volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes.

Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas, la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando linea a linea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba comodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles.

Palabra a palabra, dejándose ir hacia las imágenes.

No había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos.

Todo estaba decidido para siempre.
Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores.
A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuído.

Continuidad de los parques


abríamos despacio la puerta blanca, y al cerrarla otra vez era como un viento, una libertad que nos tomaba de las manos, de todo el cuerpo y nos lanzaba hacia adelante.

que en una casa donde hay alguien con un defecto físico y mucho orgullo, todos juegan a ignorarlo empezando por el enfermo, o más bien se hacen los que no saben que el otro sabe.

cuando la conversación decaía, nos hizo mucho mal a las dos, nos dió deseos de irnos o que no hubiera venido nunca.

Final del juego

Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé que cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo.

hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados.

qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida.

te mueves ondulando.

como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua.

para dormir hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras.

Tus determinaciones trágicas, tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y adjetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica.

Pero ya ves escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón pero que puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido.

Para enriquecer mis propios sueños adonde a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme.

Que estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente.

en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido.

el amanecer nos envuelve y reconcilia.

vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.

El río

A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto, que estaba en la zona céntrica de Montevideo.
En la habitación había una pequeña ventana que daba a la azotea del cine contiguo. El cuarto de baño daba a una ventana más grande que se abría tristemente a un muro y a un lejano pedazo de cielo, casi inutil.
El día se pasó en conversaciones, cortadas por un copetín en Pocitos,
Al despertarse, en esos primeros minutos en que todavía quedan las sobras de la noche y del sueño.

Mientras se informaba sobre líneas de ómnibus y nombres de calles...

El silencio del hotel parecía coagularse, caer como ceniza sobre los muebles y las baldosas.

Petrone dio una vuelta por 18 de Julio antes de entrar a cenar en uno de los bodegones de la plaza Independencia.

El silencio del hotel era casi excesivo, y el ruido de uno que otro tranvía que bajaba por la calle Soriano no hacía más que pausarlo, fortalecerlo para un nuevo intervalo.

Mientras se miraba distraído en el espejo de un armario. Era un armario ya viejo, y lo habían adosado a una puerta que daba a la habitación contigua. Le sorprendió descubrir la puerta que se le había escapado en su primera inspección del cuarto.
Alguna vez la gente había entrado y salido por ella, golpeándola entornándola, dándole una vida que todavía estaba presente en su madera tan distinta de las paredes.

Lo despertó una sensación de incomodidad, como si algo ya hubiera ocurrido, algo molesto e irritante.

El hotel dormía, las cosas y las gentes dormían. Pero a Petrone se le ocurrió que era al revés y que todo estaba despierto, anhelosamente despierto en el centro del silencio.

La puerta condenada

Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos.
se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y el nunca soñaba olores.

La noche boca arriba

5 comentarios:

  1. Muy bueno Rosina, "Final del Juego" es algo extraordinario. Beso !

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  2. Si supieras lo fanática que fui hace unos años de Cortázar... Me devoraba sus libros en el colectivo, siempre fui lectora de medios e transporte (vivo en provincia y vengo para Capital).
    Qué lindo reencontrarse con páginas subrayas,tuyas,pero también mías ;)

    Un abrazo, Vir

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  3. Mi favorito de final de juego es "Los venenos" y de las novelas "62, modelo para armar".

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  4. Michel y Ma. Virginia,
    sin dudarlo "El río", y después "La puerta condenada" y "Relato con un fondo de agua".
    Así que "Los venenos" ... sé que esa historia fue biografía pura.
    Podría sí también contarles cuales no me gustaron...

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