martes, 24 de marzo de 2015

Beatriz Helbling: Érase una vez...


Érase una vez 
un tiempo de acuarelas...

Sentía deseos de salir a la calle, de sentirme distinta, de cambiar de peinado y oler a fragancia nueva. Tenía ganas de vestirme de verde. 
Y busqué en aquel armario en el que aún guardaba vestidos de mamá. Quería encontrar uno de color verde, tan verde como el de las hojas del jacarandá que adornaba el patio de mi infancia y me anunciaba la primavera cuando aún no había echado sus flores violetas. Y mientras removía aquel viejo ropero descubrí una caja de madera atada con una cinta de raso .. La caja había pertenecido a ella. Desaté el lazo que la envolvía y luego de acariciar su textura, veteada en ocres y marrones, la abrí. Allí fue apareciendo, entre asombros, el mundo que mi madre había guardado para mí. La mañana era luminosa y los colores de esos objetos que aparecían en la caja iban traspasando mi retina. Eran los colores de mis días. De mis andaduras. Colores de gélidas mañanas en aquella cocina pintada de blanco por las manos de mi padre, de carbones encendiéndose en el bracero y de llamas rojizas y naranjas que entibiaban el frío de la humildad y de aquel humo gris que parecía retener el instante en una fotografía en blanco y negro. Colores de amaneceres con olor a pan tostado, de mermelada de fresa, de leche con chocolate caliente, de días de lluvia y barro, de pies mojados y zapatos rotos difíciles de reemplazar. Colores de abrazos y miradas y de soles y de girasoles y de batas blanca almidonada y de paisajes que ya había olvidado y que re descubría en esa caja de madera guardada por mi madre. Allí estaban, ordenadas por fecha, antiguas tarjetas de navidad en las que me imaginaba entonces corriendo por aquella blancura de la nieve tan deseada por mí y tan desconocida; fotos de viajes en familia y en ellas, detenidos, todos los azules de todos los cielos de todos los amaneceres y atardeceres juntos... aún.; un libro y entre sus páginas una ramita seca de lavanda y la delicadeza de un aroma que era para mí el olor del amor y el malva de su flor el color de un "para siempre ; una carta con la transparencia de la adolescencia y un ”Te quiero hasta el fin del mundo” que asociaba entonces a aquel amor incipiente con la eternidad. Busqué su firma y descubrí que no la había puesto. Supuse que era la metáfora de aquellos temores a la desnudez. A los atrevimientos que anunciaban lo aún no conocido.
En un rincón de la caja y apenas visible, tal vez negándome la posibilidad de una lágrima, estaba mi primer cuaderno de tapas marrones y hojas lisas, quebradas y amarillentas, en donde unas ilegibles palabras parecían escritas en los peldaños de una escalera invisible. Las letras subían y bajaban en un desesperado esfuerzo por decir algo. Tal vez porque en la infancia los días no son horizontales y los desequilibrios, todavía, no acobardan. O porque la pureza de la inocencia acepta como un entretenido juego de esfuerzo aquellos tambaleos que en la madurez nos hacen sentir tan vulnerables
Guardé otra vez la caja en el armario. Me puse el vestido verde, até mi pelo con el lazo de raso que durante tantos años mantuvo recogido mis momentos. Me perfumé con una esencia que olía a naranjas recién cortadas y a mis siestas de primavera. Junto a ti. Y pinté con rubor rosa mis mejillas. 
Salí a la calle y sentí que conmigo iban todos los colores de la vida. De mi vida. Era yo y la que fui. 
Y no éramos distintas.
.
"beatriz"

4 comentarios:

  1. Que envidia.
    Yo salgo a la calle y sólo veo monstruos.

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  2. Después de esto ya no necesitamos a Proust...es todo de una intimidad tan luminosa, tan vital, tan azul...el inventario de esa caja, sin embargo, es esencialmente mágico (me cuesta usar esta palabra, pero me entendéis)... me quedé con el cuaderno, con las líneas torcidas significando una lucha por significar, nunca las entendí así y son eso!...es una invitación a la nostalgia en el que ningún aroma es indiferente...la identificación del yo y de la que fue me parece un logro definidor nada habitual, dificilísimo...en definitiva, que se merece algún premio :)

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  3. Mario,.. y yo que me quedo sin palabras leyendo lo que de mi escribes...Sólo me nace un Gracias amigo..especialmente me emocionas porque te admiro,
    Un gran abrazo.. e intentaré no defraudarte jamás ,,,mis palabras son sencillas, no busco la grandilocuencia poética, no es mi estilo, tampoco sería mi poesía, no sería honesta conmigo misma. Busco la simpleza de lo cotidiano, de lo que siento veo,vivo o he vivido.....mil gracia Mario porque tus palabras me animan a seguir adelante, a volar en busca de nuevos versos, a mirar siempre de frente "la vida.

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