Querido vagabundo
En 1963, murió Fernando.
Él era un libre. Era de todos, y de nadie era.
Cuando se aburría de correr gatos en las plazas, se echaba a callejear con sus amigos cantores y guitarreros, y con ellos rumbeaba hacia la música, sonara donde sonara, de fiesta en fiesta.
En los conciertos, era infaltable. Crítico de fino oído, sacudía el rabo si le gustaba lo que oía. Si no, gruñía.
Cuando lo capturó la perrera, una pueblada lo liberó.
Cuando lo pisó un auto, el mejor médico lo atendió, y en su consultorio lo internó.
Sus pecados carnales, cometidos en plena vía pública, solían ser castigados con pateaduras que lo dejaban maltrecho, y entonces las brigadas infantiles del club Progreso le prodigaban cuidados intensivos. En su ciudad, Resistencia, en el Chaco argentino, hay tres estatuas de Fernando.
El sol lo atrapa, Morgan huye. Vuela sobre la arena, ondula en el oleaje, y dan ganas de aplaudir esa ráfaga roja. Pero Morgan se llama así por sus costumbres de pirata, y las víctimas no lo consideran tan admirable. Brincón y ladrón, a Morgan lo persigue el sol y también lo persigue el propietario de una pelota de tenis o sandwich o zapatilla o prenda íntima que él ha usurpado para hundirse en el agua con el botín entre los dientes. Nunca supo ajuiciarse. Hasta ahora, que se sepa, nunca nadie lo ha visto quieto, ni ha mostrado nunca el menor indicio de cansancio o arrepentimiento. Morgan ya llevaba cuatro años haciendo perrerías en el mundo, cuando Manuel Monteverde, que tenía la misma edad, se sentó en una roca y reflexionó sobre el asunto:
–Sí – dijo–. Morgan se porta mal. Pero hace reír.
–Sí – dijo–. Morgan se porta mal. Pero hace reír.
Eduardo Galeano - Bocas del tiempo. …
…Ayer salí a pasear con Morgan, mi perro,
y me crucé con una niña, una persona diminuta.
La nena caminaba como un osito borracho,
y se acercaba a los canteros a decir “hola pastito, buen día pastito”.
Yo le dije a Morgan: “¿ves? A esa edad todos somos paganos”.
y me crucé con una niña, una persona diminuta.
La nena caminaba como un osito borracho,
y se acercaba a los canteros a decir “hola pastito, buen día pastito”.
Yo le dije a Morgan: “¿ves? A esa edad todos somos paganos”.
Eduardo encuentra lo esencial del perro, su libertad, su inquietud, su independencia. No necesita rebajarlo a servidor del dueño para que nos sea entrañable. Y la conversación de Bocas del tiempo es impagable: me gustaría pensar que a mi edad aún tengo algo de pagano cuando saludo a los árboles.
ResponderEliminarMe encanta cómo nos habla Galeano de Fernando y de Morgan, les concede personalidad, voluntad y libertad...Puede sentirse su admiración y su amor a los animales...Y esa niña, que es pura dulzura y bondad, quizá un ángel, que se escapó del cielo...
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo, Rossina.
Feliz finde, amiga.
M.Jesús
Lindo
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