Y Julio Cortázar con su lapicera Waterman nos dice "parece que me juntara energías en el bolsillo, la guardo en el chaleco, encima del corazón, y es posible que a fuerza de escucharlo ir y venir, su propio corazón de tinta, su púlpito elástico, se vaya llenando de deseos e imaginaciones. De todas maneras mis propios prejuicios no la dejan andar libre por la página..." pero agrega también, "piensa mejor que él". Será por eso que decidió comenzar en su tributo a John Keats hablando de su lapicera, será que necesita un compañero para echarse a andar y reflejar en este libro toda su admiración por este gran poeta londinense del romanticisimo británico, del que hoy se cumple un aniversario más de su desaparición en el año 1821.
Sé que este camino junto a mi poeta disgustará de pronto a unos y a otros, porque mire lo que ocurre: aquí se habla de pasado con lenguaje de presente, presentísimo, agrega, de un pasadísimo pasado.
Pero también esto es fidelidad a mi poeta, porque él tenía una aptitud pavorosa para quedar mal con todo el mundo en la república literaria. Solo sus amigos lo comprendieron, y eso ayuda a no dejarse tentar por la fácil y ventajosa afiliación unilateral.
Si cito porque me da la gana, es que la gana me da las citas.
En el recuerdo de cada uno, los poetas traban un conocimiento que no tuvieron en vida... Simplemente me divierte ir paseándome por mi memoria, del brazo de John Keats, y favorecer toda clase de encuentros, presentaciones y citas. Porque la palabra cita se las trae, como se ve.
Voy del brazo de Keats, actitud más natural para conocerlo que la otra tan frecuente, en que al pobre lo izan en una nube mientras el crítico junta mesas y sillas para armarse una plataforma que no hacía la menor falta.
Busco cosas, me acuerdo de otras, vuelvo a los poemas, y además voy y vengo, quiero, juego, trabajo, espero, desespero, considero. Y todo forma parte de Keats, porque no voy a escribir sobre él sino andar a su lado y hacer de eso, por fin un diario.
Y cuánto muchacho habrá que anda con el tomito de la Everyman en el bolsillo, para leer a John en la calle, al aire libre, bajo los parasoles verdes de las plazas. Keats es para el bolsillo , donde se llevan las cosas que cuentan, las manos, el dinero, el pañuelo. Los estantes se los deja a Coleridge y Eliot, poetas-lámpara. Un bolsillo es la casa esencial y portátil del hombre; hay que elegir lo imprescindible, y solamente un poeta cabe allí.
Pero antes, y ya que lo alcanzaremos en el camino de sus veinte años, el lector merece una rápida reseña de su infancia y adolescencia. John nació en otoño el 31 de octubre de 1795, hay un oscuro lado familiar en la vida de Keats, que les dejó a los proclives del psicoanálisis. Él sale a flote de una confusa infancia, estrechamente unido a sus dos hermanos, George y Tom (que le siguen en edad) y a la chancleta de la casa, Fanny , quien temprano pone en la boca de John un nombre predestinado.
Ese inmediato empinarse, ese querer mirar a lo hondo...
Sus forzados estudios médicos no respondían a vocación alguna; los arrastra consigo largo tiempo (dos años son largos cuando quedan siete de vida) y un día -estoy seguro de que lo hizo- clava su lanceta en un tronco de árbol, y va a decirle a su tutor que prefiere la poesía a la farmacia.
Tiene veintiún años, es 1816, y en su cielo empieza a alzarse la sombra del dios que John elegirá para sufrimiento y rescate: Shakespeare.
Cualquier pasado -dice- le daría al hombre actual la impresión de un recinto angosto donde no podría respirar. Es decir, que el hombre del presente siente que su vida es más vida que todas las antiguas, o viceversa, que el pasado íntegro se le ha quedado chico a la humanidad actual.
Nuestra vida se siente, por lo pronto, de mayor tamaño que todas las vidas.
Nadie más sensible a la presencia incesante del cuerpo; el poeta sabe con el cuerpo, mira desde las manos, desde el pelo. Una música es un viento, una estatua una ola; ahí va él, Simbad en su barca, envuelto en maravilla, golpeado en todas partes por una materia espiritual y física que no le da sosiego.
Las manos de Keats salen a conocer el mundo, y le traen una cosecha de ciego, un recuerdo de imágenes palpadas. John reconoce y acepta las cosas como cosa, la cosidad misma. Su mano se apoya en la corteza del árbol, y escucha. Sus ojos, manos libres palpando el aire, las copas de los árboles, huelen en la piedra y en la curva del vaso un ser concreto y suficiente, hic et nunc.
En conversaciones junto al fuego Keats era débil e inconsistente, pero en el campo se alzaba en toda su gloria.
El zumbido de una abeja, la visión de una flor, el cabrilleo del sol; sus ojos llameaban entonces, sus mejillas se coloreaban, su boca temblaba...
Keats se muestra tempranamente inclinado a celebrar desinteresadamente la realidad.
Amó, vivió, y fue a morirse deshecho y dolido a Roma.
Para vivir esta temporada próximo a John Keats necesito librarme de la tentación histórica, del deseo de instalarlo, cuando el signo del poeta es que jamás habita una sino un hotel, donde nadie se instala verdaderamente.
No goces demasiado de aquello que florece...
El escritor trabaja para el futuro; porque el futuro será su presente, el tiempo que alcanzará totalidad y verdad. Aquí a mi lado tengo las cartas y los poemas de un hombre que en su día era conocido solamente por uno o por otros, pero en quien solo algunos amigos podían fusionar los distintos aspectos. Sentado en la escalinata de Santa Trinita', medí lo necesario de desterrar toda preferencia aúlica para alcanzar a Keats como quería alcanzarlo, como él mismo se veía y se quería.
Para mi Keats era de los primeros antes de leer, hace mucho, lo de Cortázar. Imagínate el impacto definitivo que me produjo semejante fusión. Keats es el entrevero con Fanny, las odas a cosas como una urna griega o un ruiseñor y la terrible injusticia de una muerte brutalmente prematura. Es la poesía. No puede ser más.
ResponderEliminarRochies, impresionante el amor y admiración de Cortázar por John Keats. Debo reconocer que conozco poco a este autor que murió muy joven, pero me atrae su entusiasmo por la naturaleza y su sensibilidad en todos los poros de su piel...Trataré de leer a Keats...
ResponderEliminarTe dejo mi gratitud y mi abrazo, amiga.
M.Jesús
Pd:ya he leído el capítulo que me has indicado y te lo he comentado.
Disculpa, que te haya llamado asi...Ahora las dos estáis fundidas en mi mente, Rosina.
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