Recuerdo mío del jardín de casa
vida benigna de las plantas,
vida cortés de misteriosa
y lisonjeada por los hombres.
Palmera la más alta de aquel cielo
y conventillo de gorriones;
parra firmamental de uva negra,
los días del verano dormían a tu sombra.
Molino colorado:
remota rueda laboriosa en el viento,
honor de nuestra casa, porque a las otras
iba el río bajo la campanita del aguatero.
Sótano circular de la base
que hacías vertiginoso el jardín,
daba miedo entrever por una hendija
tu calabozo de agua sutil.
Jardín, frente a la verja cumplieron
sus caminos los sufridos carreros
y el charro carnaval aturdió
con insolentes murgas.
El almacén, padrino del malevo,
dominaba la esquina;
pero tenía cañaverales para hacer lanzas
y gorriones para la oración.
El sueño de tus árboles y el mío
todavía en la noche se confunden
y la devastación de la urraca
dejó un antiguo miedo en mi sangre.
Tus contadas varas de fondo
se nos volvieron geografía;
un alto era «la montaña de tierra»
y una temeridad su declive.
Jardín, yo cortaré mi oración
para seguir siempre acordándome:
voluntad o azar de dar sombra
fueron tus árboles.
Jorge Luis Borges
Buenos Aires
He nacido en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires.
Recuerdo el ruido de los hierros de la puerta cancel.
Recuerdo los jazmines y el aljibe, cosas de la nostalgia.
Recuerdo una divisa rosada que había sido punzó.
Recuerdo la resolana y la siesta.
Recuerdo dos espadas cruzadas que habían servido en le desierto.
Recuerdo los faroles de gas y el hombre con el palo.
Recuerdo el tiempo generoso, la gente que llegaba sin anunciarse.
Recuerdo un bastón con estoque
Recuerdo lo que he visto y lo que me contaron mis padres.
Recuerdo a Macedonio, en un rincón de una confitería del Once.
Recuerdo las carretas de tierra adentro en el polvo del Once.
Recuerdo el Almacén de la figura en la calle de Tucumán.
(A la vuelta murió Estanislao del Campo.)
Recuerdo un tercer patio, que no alcancé, que era el patio de
los esclavos.
Guardo memoria del pistoletazo de Alem en un coche cerrado.
En aquel Buenos Aires, que me dejó, yo sería un extraño.
Sé que los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos
perdidos.
Alguien casi idéntico a mí, alguien que no habrá leído esta página,
lamentará las torres de cemento y el talado obelisco
En La cifra, 1981
No los conocía.
ResponderEliminarAhora si.
Gracias.
"la ciudad está en mí como un poema
ResponderEliminarque aún no he logrado detener en palabras " (del poema Vanilocuencia.9. Buenos Aires lo acompaña en sus caminatas mientras busca la inspiración..Grande el Maestro.