jueves, 5 de marzo de 2015

Prosa poética, Beatriz Helbling


Aromas de lavandas

A Beatriz le gustaba mirar el jardín cuando se despertaba. Cuando aún jugaban las gotas de rocío sobre las hojas, cuando se deslizaban lentamente algunas y otras caían sobre las ramas que se iban vaciando de verde. Ella corría hacia un costado las finas cortinas que permitían la entrada del amanecer y observaba como el otoño iba desnudando las flores sin piedad.
Escuchaba música clásica mientras repasaba los sueños nocturnos y se abandonaba a ese estado de placidez que sobreviene tras los primeros instantes de la vigilia.
Su madre, en la cocina preparaba el desayuno. Olía a café la casa. Y a jabones frescos de duchas recientes. Y a lavandas
Beatriz esperaba su llamada
-Hija, el desayuno está listo- y ella con un perezoso ¡ya voy!, se desplazaba por el pasillo .
La repetición de esta ceremonia no le deparaba ninguna sorpresa, la imagen era siempre la misma. Su madre con la bata azul, el rosario sobre la mesa, la canasta de mimbre con frutas frescas de la época y las viejas tazas de loza china, esperando el café caliente. Y ella, mientras, se distraía observando la originalidad en el grabado de esas tazas, hecho con finos pinceles y tintas rojas que enlazaban damas con pamelas y racimos de flores.
-Regalo de papá - decía su madre, cuando percibía su curiosidad, mientras arrimaba la silla de asiento mullido en la que solía sentarse su padre hacia la cabecera de la mesa y sobre ella colocaba la taza vacía en la que él bebió siempre su té de poleo.
Nunca pudo convencer a su madre de que su actitud era innecesaria, que igual lo recordaban.
La gata, a sus pies, comía las migas del panecillo untado de manteca que caían al suelo. Él la había acostumbrado.
Y rezaban antes de sorber su café.
Una mañana faltaron en el jarrón aquella flores lilas con las que decoraba a diario la mesa. Era lo único que diferenciaba aquel desayuno al de otros días.
No has puesto flores, mamá- le dijo
Ella no contestó. La miró con una tímida sonrisa, tal vez, así lo creyó Beatriz, porque percibió su crónica alergia de entretiempos
Recogió la mesa y con pasos cansinos y la curvatura de su espalda dibujando la línea descendente de la vida salió al jardín. Al regresar le acarició la frente, la besó y le dijo:
-Hija, guarda por siempre esta ramita de lavandas, con el tiempo verás otra vez estos momentos, la luz que ilumina esta sala, olerás el aroma del café y la fragancias de estas flores.
- Y me recordarás- agregó- y la introdujo entre las páginas del libro que Beatriz leía.
-Sabes- continuó- los recuerdos surgen a veces desde la soledad de una silla, desde una taza de café vacía, o de una simple flor guardada en un libro.

Era la última noche del año.
Beatriz oía las voces de sus hijos que la llamaban para el brindis
Cerró el libro y lo guardó otra vez en la vieja biblioteca. Secó una lágrima que corría por su mejilla.
Allí estaba, aún, aquella ramita lila descolorida con el tiempo,
En la sala olía a café, a lavanda, a infancia Y a beso de madre.. Y sonrió.
.
*beatriz*
imagen: Rossina Salcedo

Mío


Bámbola conocía mis secretos, mis gustos, mis aficiones y mis debilidades. Éramos amigas desde muy niñas. Solíamos sentarnos en el patio de su casa y la tarde  se nos iba casi sin darnos cuenta hasta que su madre nos avisaba que llegaba la hora de la cena. Hablábamos, mucho, y nos gustaba recrearnos en las novelas o cuentos que a esa edad nos deslumbraban. Ella me observaba cuando al entrar en el despacho de su padre, un notario muy ilustrado,  mi mirada deambulaba por las estanterías de la biblioteca que cubrían las paredes de aquel salón. Él también sabía de mi afición por la lectura.
Cumplía por aquel entonces mis doce años y dentro de la modesta economía casera y como hija mayor mis padres hicieron lo imposible por agasajarme con una humilde fiesta.Tías, primas, abuelas, algunas amigas y amigos y compañeras del instituto. Pocas, porque era yo más bien solitaria. Rara, según decía mi madre.
Cada uno de los invitados llegaba con algún regalo envuelto en papel brillante y lazos de colores que yo  abría con ilusión. Un álbum para fotos, un portaretrato, el poster de mi actor favorito, adornos para mi habitación, aros de fantasía, y alguna que otra prenda íntima que mis tías presentían que ya empezaban a serme necesarias.
Bámbola fue la última en darme el suyo. Se acercó,  puso su mano sobre mi hombro, me dio un beso en la mejilla y me lo entregó. Era un sobre, de papel apergaminado, atado con una cinta de raso que enmarcaba los vértices y acababa en un lazo en el centro. Una tarjeta y una dedicatoria: “Con muchísimo cariño y que lo  disfrutes" y un “Feliz cumpleaños” en el borde inferior junto a su firma y a la de su padre. La dedicatoria la había escrito él. Reconocí su letra. Eso para mí ya era un halago. La firma de un hombre sabio. 
Abrí, mas bien rompí aquel sobre, y tuve la sensación de ruborizarme mientras lo descubría. Lo apreté contra mi pecho. Lo abracé. Y aunque el bullicio de la fiesta no había desaparecido, por unos momentos yo me sentí maravillosamente sola, con una sensación de placer hasta entonces desconocida por mí. No había tenido jamás ese sentido de la posesión. El gozo que nacía  de fundirme en algo y acariciarlo. Saberlo mío.
La fiesta continuó entre risas, bailes y miradas. Incipientes miradas y algún que otro beso robado. Los mayores miraban de reojo. Nos cuidaban... decían. Finalizó casi al anochecer. 
Luego, y ya en mi habitación, acomodé uno a uno todos los obsequios.
El de Bámbola había quedado sobre mi mesa de noche despojado de adornos y envoltorios. Solos yo y él.  Un libro y mi asombro.  Mi primer libro nuevo.
Hasta entonces los libros que había leído eran los que, semana tras semana, sacaba de la biblioteca de mi escuela. No eran míos. Una vez leídos  se alejaban de mí  o yo me sentía obligada a dejarlos  hasta que otras manos se acordaran de ellos en aquella mudez de la estantería.
Acaricié la textura de la tapa de tela rugosa, recorrí con mi dedos todas y cada una de las letras de su nombre grabadas con tinta plateada. Pero especialmente quería olerlo. Fui abriendo sus páginas como si de un abanico se tratara. Y olía. Era el olor que yo imaginaba cuando recorría con mi mirada la biblioteca del padre de mi amiga. El olor a papel y a tinta de un libro jamás abierto.   Aspiré hondo, muchas veces. Y abrazada a él el sueño me fue venciendo
 Aún recuerdo su título, su autor, el color de su tapa, la suavidad de sus hojas pero me es imposible reproducir una sola frase del texto. A veces hasta dudo de haberlo leído. Y sin embargo me adormecía y amanecía con él entre mis manos. Tal vez porque en mi memoria quedó la sensación primera,  la de su entrega y mi gozo, y su lectura se ocultó muy dentro de mí como la parte más secreta de esa entrañable relación que establecí con él. Tan secreta y tan íntima como las de  una amada y su amante. Negándome la opción de ser desvelada. Acaso por temor a perder su esencia.
Supe por mi padre, que fue quien me lo contó varios años después cuando ya el exilio me habitaba, que alguien lo había enterrado en algún lugar junto a otros muchos libros que se fueron agregando a lo largo de mi vida. Porque  hubo  una época  en que algunos  llegaron a pensar que las palabras hacían más daño que un disparo en la sien. El lugar lo desconozco porque quien enterró mis libros hoy  ya no existe.
Hoy al escribir esta historia he vuelto a ver a aquella niña  de cabellos ensortijados y ojos asombrados, en una tarde de julio, abrazada a un libro. Suyo. La he visto feliz. Todavía.

5 comentarios:

  1. Gracias, miles de gracias, por esa puntillosa manera de apreciar mis palabras.Rossina,,Lo que escribo es sencillo, sin puntillas, sin adornos, Es sinceramente como lo siento, como nace..Siempre me autocalifique como una simple hilvanadora de palabras., Textos de la vida, como la vida, y acaso, a veces, de mi vida...Sabiéndote una voraz devoradora de buena literatura es un honor para mí,( incluso para mis hijos, que no me habían leído y que lo acaban de hacer en tu tallercito , y debo decirte que me conmueves..Besos amiga de esta" hojita de trébol verde", parte de un trébol de cuatro colores , que lo forman tú, yo, Silvia y Pilar. Cuatro colores, cuatro sensibilidades, cuatro amigas, cuatro distancias y sin embargo cuatro cercanías.....Besos

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  2. Rossina, me ha encantado Beatriz Helbling...Sus narraciones son directas, entrañables, con un deje de nostalgia, que nos arrulla y va eternizando el sentimiento, que se ha quedado guardado en un libro...o en un abrazo, que perdura en el tiempo...Gracias por traerla, es muy buena.
    Mi abrazo grande y mi cariño, amiga.
    M.Jesús

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  3. Hay tantas cosas, no se qué subrayar: homenajes ambos textos a la memoria, a la memoria sentida, a la manera de Proust, del Cortázar de Final del Juego. Es leerlos y el aire revienta de olor, como si se desatara una tormenta tranquila. Cae también una cierta tristeza. Las distancias, el tiempo, se desdeñan. Es una prosa ascendente y a la vez profunda, tal vez relacionada, no se, con el sueño. Hay añoranza, pero añoranza pacífica de la felicidad. El relato "Mio" acierta a indicar la esencia que justifica ese objeto tan misterioso que es un libro: la posibilidad de ser tocado, olido, en cierta sutil manera, poseído. En aromas de lavanda todo se vuelve azul. De un azul a lo ruben darío, mezcla de infinito, de claridad,de preguntas sin respuesta , de cielo y agua y ... no se, es todo muy hermoso. La cadencia es tan pausada, entreverada de emoción, que dan ganas de quedarse en el relato. Gracias Rossina por permitir el acercamiento a esta autora tan extraordinaria.

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  4. He quedado muda (de emoción) leyendo lo que escribes sobre mis textos. Especialmente porque te admiro y admiro tus palabras. Porque te sé un enamorado de la buena lectura, y porque aun dentro de esta (aparentemente fría y desalmada) red virtual he llegado a "conocer"a un Señor de la exquisitez literaria , honesto con su forma de leerla y auténtico en su escritura..Un abrazo y gracias por tus palabras Mario

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  5. María Jesús, me alegra esta manera de enlazarnos, es decir "conocernos de manera virtual" lo que no impide que perciba tu sensibilidad. Por ello mil gracias por tu comentario,,,mi escritura es tal como tú la defines : directa. Es vida.. Es alma. Es vuelo, Es sueño. Es dolor.Es amor. Estallidos del alma.. abrazos y gracias
    nuevamente.

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